jueves, 19 de diciembre de 2019
Mañana será otro día. Por esa frase perdí meses
Vale, me desdigo. Una vez más y ya son… muchas. Sí. Si en la anterior entrada parecía que no, se ha quedado en eso. En parecía que sí, pero no. Joder, qué de vueltas. No veo que sea el momento adecuado. Pues toma. De cabeza. A jugar. Porque al final sí le dije algo. Así que, una vez dado el primer paso… empiezan los principios. Hoy sí vengo a hablar de principios. Si habéis leído más de este blog, encontrareis lo bonito que son los principios. Esa ilusión incipiente. Esa emoción en un mensaje de texto. Ese vértigo ante una respuesta. Los nervios de la espera ¿Quince años? No. Creo que no. Pero no deja de ser curioso. Me pregunto si le pasa a más gente o solo a los que no hemos conseguido madurar del todo. Los que nos hemos quedado viejos por fuera y jóvenes por dentro. También digo yo que es mala suerte que la vida esté montada así. Es que para gente como nosotros, la etapa entre los treinta y los cuarenta debería contar la mitad. O una cuarta parte. O nada. Yo no encuentro diferencia en los ocho años que llevo de treintena. Han sido lineales. Estables. Hasta ahora, claro. Pero es un cambio… como decirlo… circunstancial. Bueno, no sé. Ha sido un cambio gordo, eso sí. Teniendo en cuenta que han sido los ocho años de la relación más larga que he mantenido. Vuelvo a repetir que no es queja, lamento ni llanto. Es realidad. Un duro y frío baño de realidad. Intentaré que no sea sentimental, prometido. El caso es que bien, sí. Pero la vida pasa y se plantean nuevos retos, nuevos problemas. Problemones. Y luego retos personales. Aunque no lo llamaría reto… lo llamaría ilusión. Joder, pues sí. Me ha hecho… no quiero emocionarme, pero me ha hecho sonreír. Me ha hecho creer en mí, en ella. Por qué no, cojones, me ha hecho feliz. Y últimamente estoy usando muchísimos tacos. Lo cual quiere decir que además soy más elocuente. Es broma. Solo más expresivo. Se me va. Esto no creo que lo publique en breve. Hay que asentar las cosas antes de mostrar esta parte de mi. Es curioso que solo me conozca por mi nombre. Fuera del ambiente laboral no me había pasado… creo que casi nunca. Bueno, fuera del ambiente laboral ya descarta todo.
Hay emoción, no os lo voy a negar. Parezco un crío, en serio. Y de momento no ha aparecido la parte: va a ser difícil, mira que luego… y todas esas mierdas de pesimismo ilustrado. Puede que lleguen, no digo que no. Pero no será ahora. Ahora estoy bien. En ese aspecto, entendedme. En el aspecto cercano. Tanto que está dentro de mi. En ese plano, estoy contento. Estoy casi feliz.
También hay ilusión ¿Por qué no? Si vamos a ser positivos, vamos a serlo de verdad. Hasta el final. Como siempre, todo o nada, do or die, nigga. Vamos con todo o no vamos. Así somos. Y me sigue sorprendiendo el positivismo imperante. Me sorprende y me gusta. Y me pone un poco nervioso. Pero no demasiado. Y no será hoy.
Hay vértigo. Hace tiempo que no hago esto. Y lo que vendrá después… si todo va bien. Que parece que lo va, pero no adelantemos acontecimientos. Y después del vértigo…
Hay nervios. Muchos nervios. Muchísimos nervios. Voy a por mal. Ahora vuelvo, porque hay nervios. Sí. No es negativismo, ojo. Es nerviosismo. Es… ¡ay, madre! Que yo hace mucho tiempo que no cambio de piel. Que no mudo. Que no me rozo. Que no me pierdo. Que no me ahogo. Que no lo doy todo. Que no buceo. Que no descanso. Hace mucho tiempo que no hago muchas cosas. Lo que sí hago es lo de siempre. Y lo nuevo es entregarse, a pesar de que se pueda fallar. A pesar de que se pueda hacer mal… nunca pediré perdón, si ha sido mi corazón, quién habló primero. Ese es el nuevo yo, que dirían los motivadores profesionales. No soy nuevo nada. Quizá una nueva actitud, no te digo que no. Pero de nuevo yo no hay ni rastro. Soy el mismo de siempre. Lo que ves… es lo que soy. Eso soy. Un desastre. Pero un desastre que intenta hacer las cosas bien. Joder, y a veces acierto. Estoy muy contento conmigo mismo, la verdad. Y creo que me ayuda a escribir en positivo. Eso y que estoy con otra lista de reproducción. Pero es bien. Eso siempre es bien. Escribir es bien. La música es bien. El amor es bien. Quizá demasiado pronto, pero uso la palabra de forma genérica, ya sabéis. Lo siguiente era que el mal es bien… pero no. Menuda contradicción ¡Escribir en positivo! Pocas veces lo veréis. Aprovechad.
Se me va la vida en los impasses entre pensamiento y pensamiento. La vida es lo que pasas mientras mueres. Esos bloqueos en los que parece que estoy más allá del tiempo y del espacio. Ahí es dónde creo que radica mi alma. En el limbo. En el espacio entre dos ideas. En el sitio donde no hay pensamientos. En realidad es una leyenda urbana, siempre estamos pensando. Lo que pasa es que al perder la concentración se pierde también la noción de lo que se estaba cavilando. O por lo menos eso me pasa a mi. Puedo estar teniendo la idea más lúcida de mi vida, que si viene alguien y dice “¿en qué estás pensando?” Soy incapaz de responder con la verdad… solo sale “nada”. Pero en esa nada, había algo. Y puede que fuera algo interesante. Digno de reflexión. Pero bueno, ahí queda, en el limbo, junto con mi alma ¿Por qué? Pues porque ya no cabe nada más. Ya solo es el vacío y la nada. Sé cómo suena. Pero no puedo explicarlo mejor. Han vuelto los momentos de bajón, sí. Ha vuelto el fin de semana en el norte. Ahora parece que queda lejos la felicidad de los principios. Ahora parece que vuelven los nubarrones. Disfruto de mis pequeñas depresiones. Pero bueno, es solo eso, un impasse. Algo puntual, pasajero. Hay cosas en las que pensar. Pasarán cosas, Insha’Allah. La vida sigue, fluye y se para. Es su ciclo. Escribiendo a las ocho de la mañana, sin drogas, sin música; solo eso, ganas de escribir. Estoy empezando a pensar que no es la parte triste de mi vida la que me lleva a escribir, que también, pero no esta última semana. Esta última semana ha sido la parte, de momento, alegre. Me contradigo en las letras porque en la vida también. Vivo en la ambivalencia, ya lo sabéis. Me debato entre el llanto y la risa constantemente. Precisamente por eso es por lo que creo que estoy vacío, como en un paréntesis. Todo me es ajeno, hasta que entra dentro y estalla. Lo mismo es la risa que el llanto. Aunque hace tiempo que no lloro, todo llegará.
"Yo siempre quise ser un delincuente,
para escaparme de la ley de la gravedad.
De niño quise vivir para siempre,
ahora solo escribo para engañar a la soledad.
Suelo enamorarme fácilmente,
suelo confundir el deseo y la necesidad.
Lo bueno del silencio es que no miente,
y lo malo de las palabras es que a veces dicen la verdad."
El callejón de los milagros, Sharif
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