jueves, 3 de mayo de 2007

Camino de vuelta / De vuelta al camino (Desandar lo andado)

Siempre hay una disyuntiva ante la cual tenemos que elegir. Eso decían Héroes, y es una verdad como un templo. Todo en la vida se reduce a una disyuntiva. Siempre he pensado que cualquier problema, por grande que sea, se puede reducir a la mínima expresión… igual es de alguien famoso y lo he copiado, pero bueno. Esto es que, incluso un problema de estado tiene como base una pregunta con la mínima respuesta posible: sí o no. Es algo difícil de explicar… como todas mis absurdas teorías. También sigo pensando que la política no es tan difícil como nos quieren hacer creer. Que gobernar es sumamente fácil, pero que, si lo supiéramos, derrocaríamos a la clase política. Hay quien lo llama conspiranoia. Pero ese es otro tema, que no quiero divagar, aunque acabaré haciéndolo tarde o temprano. El caso es que todo en tu vida puede depender de un mísero “sí”. De responder correctamente una pregunta. O de elegir a la persona adecuada. No pocas veces nos hemos arrepentido de no haber elegido el camino de baldosas amarillas, en vez de esas estúpidas escaleras mecánicas tan relucientes. Aunque ya lo dijo el gran Roberto Iniesta Ojea: no me puedo arrepentir de algo que ya he hecho. Es cierto. Algo que ya está hecho… pues tiene poca solución. De todas formas los humanos somos dados al “y sí…”. Ya inventó la máquina Y Si el Profesor Farnsworth en Futurama. Yo, más que el resto de humanos. Bueno, ya no tanto. Me atormentaba no haber escogido el camino correcto. Luego me di cuenta de que un camino no es correcto, no es más que un camino, es el caminante el que ha de decidir si es el correcto. Y, una vez que has empezado a andar, cualquier camino es correcto. O, por lo menos, siempre te queda la opción de intentar allanar los baches, cuidar las cunetas y limpiar la maleza. Con las subidas y bajadas no puedes hacer nada. Y generalmente después de una subida, siempre viene una bajada… generalmente. Hay una gran diferencia entre conocer el camino y andar el camino (Matrix). Aun así, andar según que caminos… es jodido. Dicen que todo se compensa. Que si el camino es duro, el final será fantástico. Sinceramente… el final de mi camino va a ser un barranco jodidamente hondo y escarpado. Mi camino, ¡mal camino!.
Y ahora una nueva gran decisión. Tan grande como la anterior… pero al revés. Si la otra no la pensé… esta está demasiado pensada… y no consigo decidirme. Es difícil. De hecho, va a ser muy difícil. Y de repente me asalta una duda: ¿de dónde narices saco el mal si me voy? Es una pregunta estúpida, lo sé, pero fundamental. Una vez más el dinero lo puede todo. ¿Tu sueño? Vale dinero. ¿Tus ideas? Valen dinero. ¿Tu culo? Vale dinero. Es así. No hay más. Por más que nos empeñemos unos pocos. Al final o te tragas lo ideales o los vendes… y es más rentable venderlos, seguro. Porque si te los comes, como mucho ganas un ardor de estómago y una mierda enorme. Nunca he tenido poder de decisión. Siempre me he dejado guiar no sé muy bien por qué ni por quién… pero no me iba mal. Yo por mi caminito, tranquilo y sin pensar demasiado. Luego te gusta algo. Te atrae. Te parece genial. Y resulta que no estás capacitado. Luchas contra corriente… y eso cansa. Al final te dejas llevar, una vez más, hasta el mismísimo océano. Vuelta a empezar el camino, desde un punto geográfico distinto. Pero ya no es lo mismo. Ya no es el camino principal. Resulta ser un caminacho secundario, lleno de matojos y piedras atravesadas en mitad. No entra la luz. Agachas la cabeza y miras al suelo. El suelo es lo único que siempre está ahí. Pueden soplar huracanes o brillar un sol infernal, el suelo se mantiene. Los árboles, los matorrales, los animales… todo perece. Todo pasa a la historia. Pero el suelo no. El suelo permanece inalterable. Abandonar a tiempo hubiera sido útil. Pero sigues el camino. Qué más da a estas alturas un suelo que otro, total, para pisarlo… El problema llega cuando se te ocurre levantar la mirada. En el camino principal había árboles altos, verdes y robustos. Pajarillos entonando bonitas melodías. Ardillas y conejos que sonreían y saludaban a tu paso. Flores bonitas y con suntuosos aromas. Pero ahora estás en un camino secundario. Aquí hay árboles rotos y podridos. Buitres y cuervos, carroñeros. Lobos y zorros ansiosos de carne. Pestilentes ciénagas. Casi mejor seguir mirando al suelo. Nunca mires a los ojos de las bestias… huelen el miedo. Y yo les tengo miedo. No es una locura. Es la vida misma. ¿Te arrepientes ahora? Todavía no… aunque espero no arrepentirme nunca. Retumban en mi cabeza las palabras del Robe. Una y otra vez. Estoy convencido de la certeza de dicha frase. No hay lugar para el arrepentimiento. No cabe. Lo hecho, hecho está. Me preocupa la distancia. Y el no retorno. Y la despedida. No pienso despedirme. No quiero despedirme. En casi tres años han pasado demasiadas cosas… y demasiadas buenas. Muchas personas. No soy amigo de las distancias. Una distancia física implica prácticamente el olvido. No soy dado a mantener amigos. Necesito el contacto físico para considerarlos como tales. Es un hecho. Tienen que andar detrás de mí constantemente. Es un defecto de fábrica, con difícil solución. He perdido amigos y parejas por esa dejadez. Aunque creo que estoy aprendiendo, poco y muy despacio, pero aprendiendo al fin y al cabo. Lo estoy viendo venir. Otra vez se acabaron las sonrisas, las risas y las carcajadas. Se acabó vivir. Empezaré a dormir… espero. Aunque estaré más cerca de ti. Lo cual también me da bastante miedo. Ya sabes, no soy dado a los compromisos… ni a la rutina fuera de mi rutina… y al sexo femenino le da por variar mi rutina. Quedan tantas cosas por hacer… y tan poquitas ganas de hacerlas. Dos semanas… un plazo demasiado corto para casi tres años de trastos, personas, dineros, historias… demasiado mucho para tan poco. Ya me han dicho que se me echará de menos. Es una afirmación un tanto ligera. Sí, los primeros días, sí. Pero luego todo cambia, dejas de formar parte de la rutina y todo se limita a una conversación esporádica, generalmente alcoholizada. Mi salud, sin duda, se va a alegrar. Menos excesos, más salud. Pero la mitad de calidad de vida… menos de la mitad… mucho menos de la mitad. Asombrosamente tranquilo para ser una decisión fundamental en la vida. Nunca lo he creído así. La procesión va por dentro. El que no duerme soy yo, no vosotros. No os voy a amargar con mis penas, ya tendréis las vuestras. Parecía más una excursión de ida y vuelta que una estancia prolongada. Nunca le doy importancia a nada… que no la tenga. Bueno, a veces, aunque la tenga. Voy a tomar de todo menos decisiones. Todo lo que se decir es: “no lo sé”. Empiezo a creer que no sé absolutamente nada… y menos todavía. Aunque enhorabuena a mis lectoras: allí escribía a razón de hoja por día, teniendo en cuenta que una hoja es prácticamente una entrada… fiiiuuu!!! Sus vais a hartar. Por cierto, a la persona que comentó que le molestaban mis idas y venidas… lo siento, va a haber una más… esperemos definitiva… o no.
El caso es que no quiero irme. Estoy a gusto aquí. Me duele dejar esta ciudad. Pero… creo que no tengo opción. Una y mil veces, el dinero manda… más que la voluntad de los hombres. Tampoco tengo muy claro porqué me vine. Claro tengo porqué me voy. Me duele pensar que me va a costar mucho venir. Las pocas vacaciones que tenga, fijo que no las pasaré aquí… creo. Hay prioridades… y he tenido muy abandonado a mi segundo gran placer. No sé cómo despedirme… de hecho, no sé si despedirme. Siempre he pensado que un mutis por el foro es mucho más elegante que una despedida con lágrimas y abrazos. Paso de lágrimas. No gracias. Me da la sensación de que es definitiva… y espero que no lo sea. Aunque me toque pedir perdón por no despedirme. Aunque luego haya lágrimas… por lo menos no estaré allí para verlas. Algunos se alegrarán… yo también, me alegro por ellos. Por los que tienen ganas de perderme de vista. Por ti, que seguro me estás esperando y te alegrará mi regreso. Por ti… aunque no sé si te alegrará mi regreso. Por vosotros… a los que debo mi vida. Por ti, gordo, que aunque invada tu espacio vital, estoy seguro que nos alegraremos los dos. A los que no diré que vuelvo… para qué. Miedo, tengo miedo. Siempre lo he tenido. No sé a qué. Supongo que al fracaso. O al olvido. No lo sé. A no ser. A no formar parte nunca de nada. A pensar. A no pensar. A no crecer. A crecer. A no hacer nunca nada que merezca la pena. A pasar con más pena que gloria. Al final. A irme. A quedarme. Le tengo miedo al miedo. A la primera vez. A la última. A una vez. A no cumplir con las expectativas.
Llegó el momento de los agradecimientos… en mi memoria no caben más personas de las que hay y, supongo, sobrarán muchas… que tengo que borrar. Las nuevas adquisiciones no sé dónde coño se meten, pero ocupan cada vez menos. Supongo que es cuestión de liberar espacio sobrante para hacer sitio a nueva información. No quiero más información. Hasta aquí hemos llegado. Gracias por estar aquí, pero… hasta luego… porque no me gustan los adioses. Los cinco o seis que ya estaban permanecerán, por supuesto. Los dos o tres nuevos… bienvenidos, ha sido breve pero intenso. Eso sí, hay que conocer los límites. No pienso involucrarme más. Ha sido suficiente y no tengo ganas de más, lo siento. Gracias a los cuatro que se han preocupado y enrollado, prometo haceros publicidad. No quería una despedida… y me estoy despidiendo. No lo volveré a hacer, prometido.
No todo está perdido… dice una canción (Skizoo & Búnbury). Yo me siento así, perdido. Es una despedida, me guste o no. Aunque sea un hasta luego. Todo se precipita, corre, vuela… y yo sigo parado, como en el ojo de un huracán. Todo girando a velocidad descomunal a mi alrededor y yo aquí… impasible, inalterable. Mírame en el ojo del huracán, vacas y tejados vuelan a mi alrededor, pero no me dan. A veces desearía que una vaca o un tejado me golpeara y me dejara en el sitio. A veces desearía saltar al huracán, a ver que pasaba. Pero sigo sin hacer nada. Debería dejar de escribir ahora mismo y hacer algo constructivo… o por lo menos útil. Y sigo sin hacer nada. Me da miedo hacer algo… y cagarla. Y que no haya vuelta atrás. No quiero irme… y me voy. ¿Qué otro remedio me queda? ¿No puedes hacer nada por quedarte? ¿Por qué siempre haces las mejores preguntas? Y no te la he respondido. Ni lo haré. Algo podré hacer pero… no pienso dejar pasar más oportunidades… siempre hay tiempo para irse a cagar a la vía. O para volver… o ir. Ya no sé si me voy o vuelvo, si vuelvo o me voy. Me da miedo el siguiente paso. Llevo dos días sin descansar, prácticamente sin dormir. Y sigo sin hacer nada. ¿Estoy deshaciendo mi vida? Más bien, deshilachando. Poco a poco. Hilo a hilo. Siempre todo es más complicado de lo que parece en un principio. El problema es no saber sopesar lo bueno y lo malo. O evaluarlo subjetivamente. Luego viene el batacazo. Desazón. Desidia. Hastío. Apatía. Y todavía no me he ido. Ni quiero. Algo bonito: algo de mí queda aquí. Desilusión. He aprendido mucho. Quizás demasiado. Ahora sé. Ha sido una etapa bonita. Sigue siendo la ciudad que más me gusta. Me sigue gustando andar por aquí. Y el lunes rueda de prensa y despedidas… no quiero despedidas, por favor. No quiero ponerme a llorar. No quiero que me vean así. No puedo comer. No puedo dormir. Tengo miedo ¿Cómo se quita el miedo? ¿Cómo se acaba con él?
Ahora vienen los reproches. ¿Cuánta gente me dijo que era un idiota? ¿Cuántos me han advertido? Y yo, y mis cojones, y mi cabezonería; que no, que ahora o nunca… a ver si había valido más escoger nunca. Con los reproches vienen los arrepentimientos. Hasta me siento culpable… una vez más. Como siempre. O casi, por lo menos. A todo se acostumbra uno. Qué le vamos a hacer… nada. Como siempre, eso sí. Siempre nada. ¿Y ahora qué? Que decían los Reincidentes.
Estoy retrasando la publicación. Quiero creer que es porque no quiero dar noticias con tiempo. Cuanto menos tiempo de reacción, menor impacto. Y menos gaitas. Así que haciendo cálculos… publicaré allá por el 3 de mayo o así. A una semana de los veintiséis. Toma regalo.

“¿tu no has oído nunca eso del "pasado, pasado está"? Pues ya es hora de que empieces a dejarlo ir... porque, aunque pienses que es algo sobre lo que no ejerces ningún tipo de poder, tú eres el único que lo retiene en tu presente... porque, en el fondo, te da miedo perderlo... porque a todos nos asusta un poco perder algo que tiene un trocito de nosotros dentro... por si nos quedamos incompletos.”
Sara.

Hasta aquí hemos llegado. Me… rindo. Nos vemos por ahí, quién sabe… igual hago un viaje de ida. No os preocupéis, volveré… y es una amenaza.

“Nunca fue tan triste una despedida,
nunca me creí que fuera definitiva”
Flor de loto, Héroes el Silencio.

Nunca usaré un adiós, pero sí un hasta luego.

“Me tengo prometido, no mirar al pasado
Con tanto que andado, como que sigo perdido
Me tengo prometido, ser como había pensado
De nuevo reinventado, de nuevo fortalecido
Ya tengo en el olvido, las veces que he jurado
Que no te había vivido, que sólo te había soñado”
REinvención, Hora Zulu

Miles de perdones a las personas de las que no me he despedido… no me gustan las despedidas… de echo, sólo me he despedido de dos personas y me he hinchado a llorar.
Creative Commons License
Esta obra está publicada bajo una licencia Creative Commons.