jueves, 20 de febrero de 2020

Mi vida es out of control


Vivo en la incertidumbre. Vivo entre el caos y el drama. Así es mi vida ahora mismo. Un limbo. Un estado transitorio. No es por tener fechas para tatuarme el brazo izquierdo entero. Hace años que lo tengo pensado. Y casi dos con la idea concreta en la cabeza. Tampoco es porque después de ese vayan dos más, porque ya los tengo en la cabeza. Aunque no hace tanto, están; y eso quiere decir que se van a plasmar en mi piel. Tampoco es por el segundo pendiente. En realidad es una chorrada. Bromeo en las redes con la crisis de los cuarenta… a los treinta y ocho. He llegado tarde a todo en mi vida y a esto llego pronto… manda cojones. Espero que sea lo último a lo que llegue antes de tiempo. Yo esperaba entrar en la crisis de los cuarenta alrededor de los cincuenta y tantos… no sé, si ya he ido tarde a todo lo demás, ¿por qué no a eso? Ahora en serio, no creo que sea la famosa crisis. Creo que es eso, la vida. Ya no sé por dónde circula. Ya todo da igual, ¿no? Las manos ociosas son instrumentos del diablo. Y ya sabemos lo que atrapa el mal. Uno, otro, otro, otro… diez gramos en dos semanas es mucho hasta para mi. Pero la otra opción es pensar. De ahí lo de estar activo en las redes, lo de escribir a cascoporro, lo de jugar con el ordenador o con el móvil, lo de ver tele, mucha tele, lo de estar ABSOLUTAMENTE todo el día con los cascos. Todo eso sabemos de dónde viene. De la mezcla del desasosiego y el ocio. De la tristeza y el tiempo. Y para qué sirve: para no pensar. Pero no sirve de mucho. O a mí no me sirve de mucho. Porque siempre hay tiempo para el dolor. Porque saca la cabeza por más que le golpees. Porque es un hijo de puta muy listo. Verás hasta que vuelva a tener mal… madre de dios. Va a ser la muerte. Os espera mucha mierda negativa. Ya sabéis que esto no es una queja, no es llorar y no es lamentarme. Aprovecho lo que me da la vida, sea bueno o malo. Vale, la hija de puta lleva desde dos mil trece que no da más que palos. Ya pocas cosas buenas pueden sacarse, la verdad. Pero oye, ahí estamos. Así que hasta de los momentos oscuros, de los bajones más gordos y de pasarse meses llorando a diario; hasta de esa puta mierda se saca algo. Tampoco digo que sea positivo. Algo, simplemente. A veces sí. Qué se yo, hay optimistas para todo. Seguro que hasta yo podría sacar algo bueno. Muy con pinzas, muy sucinto, muy sutil. Casi no merece ni la pena. Pero hay que seguir, ¿o qué? Pues claro que sí. Te puedes parar un rato, pero luego hay que seguir. Te puedes querer pasar en la cama el resto de tu vida, pero solo unos días. No lo repito más: disfruto de mis pequeñas depresiones. Con hambre pero sin ganas de comer, posponiéndolo lo máximo posible y al tercer bocado se hace bola. Incapaz de tragar nada más. En serio, es algo físico. Yo tengo hambre, pero no puedo comer. Y si no hay mal, no hay ni hambre. Diría que es horrible, pero no lo es. Estoy acostumbrado. Llevo desde los treinta que no logro engordar ni un gramo… al revés, lo poco que tengo lo pierdo. Normal, también os lo digo. Ladran los perros fuera pero wherever, apnea del sueño por esta guerra. Y ya no es que me afecte todo, siempre es lo mismo. Pero joder, empieza a ser muy duro. Tres meses en los que debo haber envejecido tres años. A lo mejor si que llego a tiempo a la crisis, fíjate. La verdad es que haciendo memoria hay momentos muy buenos. Incluso ahora. La flor de loto crece entre la basura, ¿no? Efímeros, quizás. Bonitos, seguro. Dignos de recordar, espero, mucho tiempo. Me entran ganas de llorar. Los he tenido todos. Lo he tenido todo en las manos. Y he tomado decisiones que me han hecho perderlo. Atentos a eso, ¿eh? Es gordo. He tenido dos relaciones duraderas que podrían haber durado siempre. Las dos las he roto. Debería preguntarme por qué. La respuesta corta es: porque no era lo que quería. O no era con quién quería. O yo que sé. La verdad es que se han ido a tomar por culo por decisiones. La primera por una decisión puntual. Bueno, no sé si fue una decisión en sí. La decisión la hubo, tomada por el sentimiento innombrable. Al final no podía seguir igual, por ética, amor, salud y por otras cosas. La segunda… bueno. La segunda merece un blog entero. Creo que he escrito cosas que… hice cosas que juré que en la vida. Joder, he escrito cosas muy duras. Algunas no las puedo volver a leer. Nunca serán publicadas, obvio. Sí una entrada (o varias), en ese escrito donde pido perdón. Ahí sigue, por cierto. La cabecita no para de dar vueltas, estoy hablando con la virgen a ver si se queda. A veces me siento cansado de la vida. No es que sea tan mayor, pero los palos me han agotado. Hay veces que me siento como si tuviera ochenta años y nada que hacer salvo ver la vida pasar. Con mis achaques, mi cara de viejo y mi humor de asceta huraño. Y ella con su juventud, su alegría y su amplitud de sonrisa. La vida siempre da sensación de estar a tope. La cosa depende de cómo te pille, supongo. Dependiendo del momento, te unes o la miras pasar.
De esos días que siento que estoy vacío... de esos días que no quieres vivir... de esos días de no ver la luz por ninguna parte... de esos días llevo ya... no sé, los que abarquen siete años enteros... por lo menos. Mezclo las cosas, mezclo el dolor con la risa y mezclo todo lo que me pasa por la cabeza. Sé que a veces soy difícil de entender... tampoco pretendo que todo el mundo me entienda... ni lo espero. Lo que sí es un aprendizaje es el dolor... y debe ser lo que más cuesta de entender ¿Por qué digo tantas veces que estoy vacío? Porque ya no cabe más dolor. Duele tanto, que ya ni duele. Es como cuando tienes hambre, mucha hambre... y de repente, ya no. Y solo vuelves a tener hambre cuando comes algo... que entonces ya se desata. Bueno, pues algo así debe pasar con el dolor. En septiembre de dos mil trece pensé que me moría. Pensé que no saldría de esa. Ni yo, ni nadie. Me doy cuenta ahora cuándo la gente me habla... sólo yo creía que era fuerte. O que lo parecía. No sé... hay ciertas cosas que no cura ni el tiempo. Aprendes a vivir con ellas... aprendes a tolerarlas... aprendes a que duelan de otra manera... pero nunca se curan, nunca dejan de doler. Y dos mil diecinueve no ha empezado mejor... de hecho, ha empezado como una mierda. Hay que seguir, sí. Hay que ser fuerte, sí. La vida sigue, sí... pero, ¿cómo? En serio, tengo la teoría clara, pero lo que es la práctica... eso es otro cantar. Y, sinceramente, a veces se sigue y no se sabe muy bien cómo... simplemente se sigue. Ya me lo habían dicho... cuando parece que ya no puedes más, siempre puedes un poco más. Pero luego, después de la vorágine, de la tensión, del estrés, del dolor... luego viene más dolor. Luego, vulgarmente dicho, te pega la hostia. Yo ya no sé si es que lo gestiono diferente o es que ya... después de todo... ¿qué duele? Es decir, después de dos mil trece... todo es relativo, hasta el dolor. Todo ha cambiado, menos el dolor. El dolor sigue. El dolor nunca va a menos. Por lo menos es mi caso. Aunque eso choca frontalmente con lo de que estoy vacío... en fin, ya ni sé. No es que esté deprimido, que no pare de llorar o que no quiera salir de casa. He gestionado el segundo palo bastante mejor que el primero... ya os digo, pensé que del primero no salía. Y por fuera todo muy bien, soy yo el que acaba consolando a la gente... pero por dentro... ¡ay, por dentro! Me da miedo estar vacío. Me da miedo que ya nada me duela... aunque aún descubro cosas que duelen... pero duelen menos... duelen en relativo... duelen dos minutos. Es un miedo infundado, claro... dolerán más cosas... creo que lo que me da miedo es relativizarlas tanto que no me importen... que me de igual si van a doler o ya están doliendo. El estar vacío, en definitiva. Ya os he hablado de cómo hago para vaciarme... y a veces funciona. La mayoría de las veces, con más dosis, funciona mejor. 


"Para aquellos que creen en Dios, la mayoría de las grandes preguntas están resueltas.
Para aquellos de nosotros que no aceptamos la formula divina, las grandes respuestas
no permanecen escritas sobre piedra. Somos flexibles. Nos ajustamos a las nuevas
condiciones y descubrimientos. Somos flexibles. Yo soy mi propio dios. Estamos aquí
para olvidar las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educacional.
Estamos aquí para beber cerveza. Estamos aquí para acabar con la guerra. Estamos
aquí para reírnos del destino y vivir nuestras vidas tan bien que la muerte tiemble al
llevársenos."
Charles Bukowski.







Escrito a trozos y en trozos; en los meses de noviembre y diciembre de 2019 y febrero de 2020. Casi tengo que esperar hasta marzo para acabarla.

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