martes, 8 de septiembre de 2009

Hay que seguir al loro con los medios de comunicación, manipuladores. (S.A.)

Cada vez estoy más harto de la prensa, y en especial de la televisión. Antes pensaba que su lema era todo por la pasta, pero ya no estoy tan seguro. Ahora no sé de qué van. No sé si les mueve el morbo, la sangre, el crispar al personal o, simplemente, se les ha ido la perola. Me molesta que publiciten películas y se llamen así mismos informativos. Me molesta que den datos falsos. Me molesta que repitan noticias día a día. Me molesta que den informaciones sin preocuparse de si son veraces. Me molesta que sean partidistas. Y mejor no hablamos de la sección de deportes. Me hierve la sangre, en serio. Y básicamente estoy hablando de Camela 3 (como llamaron los Reinci a Antena 3), pero es aplicable a cualquier cadena. Me dan muchísima rabia los informativos. Que deberían pasar a llamarse de cualquier otra forma, porque lo que se dice informar… en fin. Últimamente dan el parte de muertos. Ya sea una guerra (Irak siempre presente), la nueva gripe (H1N1, la nueva pandemia de la tele), o violencia de género. En verano tienen que rellenar con los muertos en festejos populares, sobretodo, en los que hay toros de por medio. Lo último es hacer un repaso en imágenes de los muertos por asta de toro en lo que va de año… si te mola la sangre y la violencia, no te lo pierdas. Me gustaría reunir en una sala a todos los directores de informativos y decirles: “os regalo la hora de máxima audiencia para que proyectéis todos esos traumas que debéis tener y todos los videos de muerte que queráis… pero en los informativos daremos noticias importantes”… luego les volaría la tapa de los sesos… mola. Es coña. Me jode que nos intenten meter el miedo en el cuerpo con la nueva gripe… que luego te dicen que es menos mortal que la vieja… pero te dan el parte de muertos día a día… van veinticinco en el país. Lo que no sé que hace el gobierno que no la prohíbe. En fin. El día que no hay gripe A, está la violencia machista, y el que no tiran de archivo, el caso es que haya sangre a raudales. Nos venden crímenes. No aportan nada. Cuando hablan de política lo hacen de forma partidista y, evidentemente, no muestran aquello que no les interesa. Dan los datos suficientemente manipulados para que digan lo que quieren que digan (véase el Estudio General de Medios). Me jode que metan publicidad en un informativo. La última película cuya productora nos ha untado para que hablemos de ella, el pufo que hemos producido o un libro de un amiguete no me parecen noticias importantes, lo siento. Ni qué creen que ha dicho no sé quien, ni si se mea en las bragas la princesa. Me la pela. No sé decir qué noticias deberían incluirse en un telediario, pero sí que sé las que no. Aunque todo depende de la cadena que veas. Y podría hablar largo y tendido sobre telediarios… manipuladores, alarmistas, extremistas… pero sería aburrido… y tengo una úlcera que espera a que me enfade para saborear bilis, la muy cabrona.

Luego están los programas que dan… asco, es lo que dan. Anteayer empezó la nueva y esperada edición de Gran Hermano, bien. Nunca he sido de los que critican algo sin verlo, y puedo llegar a entender que sea un “experimento sociológico”… porque llevado de otra manera, podría llegar a serlo. Lo que me jode es la gente que entra. Ya no en la primera edición, pero sí en las siguientes. Vi a una madre gallega… hice de tripas corazón. Pero luego llegó la hija… joder, me tuve que ir, os lo prometo, se me revolvieron las tripas. No soporto a la gente, qué queréis que os diga… aunque ya lo sabíais. Son carne de cañón. Se dan a las drogas y se hacen colaboradores… los que no intentan seguir chupando del frasco a toda costa, ya sea hablando por hablar o presentando un programa de esos de llama de madrugada… siempre he dicho que si no vales para nada y quieres hacer carrera en la tele: ponte a chupar pollas/coños. Es así. Hazte actriz/actor porno. Tienes un nombre reconocible y no vales para nada más, éxito asegurado. Que se lo digan a Policarpo Díaz. Dan mas asco que pena. Historia personal: una vez estaba yo parado con mi coche en un semáforo en Sabadell, y en estas que comienza a cruzar una persona por el paso de cebra… tardé en reaccionar, más bien en reconocerla, pero acto seguido se apoderaron de mi unas ansias homicidas que jamás había sentido… tuve que quitar el pie del acelerador, no fuera que no pudiera controlarme. La que cruzaba era fresita. Y esto es real.

Y si seguimos hablando de telahínco… es un no parar. Un convecino del barrio de San Roque, en Badalona, dirige un programa que… como decirlo… financia a numerosos cárteles de narcos, amén de difundir noticias sobre otros enfermos de fama sin ser necesariamente verdad. También podrían dirigir informativos… pero está feo que los yonkis den noticias importantes… bueno, los más yonkis. Y eso que cerraron algunos otros… los pobres cultivadores colombianos lo echaron en falta… hasta que volvieron disfrazados de nombre de atracción de feria. Tampoco es exclusivo de la “cadena amiga” dar trabajo a drogodependientes. Camela 3 tiene en plantel unos cuantos. Sinceramente… dan asco; mejor dicho, me dan asco. Ya veis, mi asociabilidad se extiende también a la tele. Siempre he dicho que lo único que vale de la tele es el fútbol… y por aquello de que lo dan en directo, porque algunos comentaristas también merecen la muerte. Es extensible al resto de deportes. Si bien es verdad que a veces dan programas que no están del todo mal. O series. Pero acaban por defraudar. Y no pienso hablar de la estúpida manía de Camela 3 de repetir los Simpson, una de mis series preferidas, hasta que me resulte aburrida. Me hierve la sangre. En fin. Seguro que encontráis programas, series o incluso películas que os parecen más que aceptables… a mi me pasa, hasta que llegan los anuncios. Soy de fácil distracción y poca memoria; así que una media de quince minutos de anuncios hace que me olvide de lo que estaba viendo y acabe por apagar la tele. Me pasa con Sé lo que hicisteis… todo muy bien hasta que llegan los anuncios. Y con algunos otros. Últimamente sólo veo en la tele lo que no me puedo descargar de Internet, esto es, cosas en directo.

Estoy seguro que llegará un día en el que los matías prats o los piqueras de turno lleven trajes con propaganda, al estilo formula uno. O en el que sólo den noticias relacionadas con ciertas marcas, tendencias políticas, amigos, enemigos o gente de pasta gansa… bueno, a lo mejor no tiene que pasar tanto tiempo…

Enresumiendo, en un país en el que opinar sin saber es gratis: tenemos la tele que nos merecemos. Menos mal que podemos ejercitar la democracia apagándola. Amén.

“Desconfía de quien te diga

"amigo, la vida es así"

porque así no es la vida,

ellos hacen que sea así.

Si quieres ver quién te engaña,

enciende el televisor

y si ellos preguntan por mí,

tú di siempre que no estoy.

Y si ellos preguntan por mí,

diles siempre que no estoy.”

Dile siempre que no estoy, Los Suaves

Mafalda: (Buscando algo bueno en la TV) “¡Nada!... ¡En todos hay televisión!”

Joaquín Salvador Lavado (Quino)

domingo, 24 de mayo de 2009

Solo peleando me convertiré en vencible (Parte dos)

“Una mañana de septiembre abrí los ojos y ella se estaba vistiendo. Tenía reunión a primera hora. Yo había cerrado un negocio a altas horas de la madrugada en un tugurio apestoso, no me pareció primera hora, así que me dí la vuelta y conseguí dormirme. No sé qué hora era, pero a mi me pareció que no habían pasado cinco minutos, cuando me despertó el golpe de una puerta saltando de sus bisagras y golpeando contra la cristalera del recibidor. No me dio tiempo a incorporarme cuando tenía a cinco fornidos policías agarrándome extremidades y amordazándome. El dolor me confirmó que aquello no era una pesadilla. Luego lo habitual. Interrogatorios, vistas judiciales, abogados, cargos. En resumidas cuentas: me acusaban de desfalco, prevaricación y estafa. Supuestamente había estado engordando una cuenta de ahorros híper millonaria en las Islas Caimán. De haberlo sabido, habría metido algo a plazo fijo. Evidentemente ese dinero, en gran parte, pertenecía a todos los habitantes del país. Tenía dos opciones. Ahorcarme con mi propio cinturón o declararme culpable de todo. Elegí la segunda opción… después de darme cuenta de que yo no llevo cinturón. Con las reducciones de condena por buena conducta y una deuda millonaria con papá Estado, los chorrocientos años de condena pasaron a ser sólo seis.
En tres días se celebraría la toma de posesión del presidente. Por tercera vez consecutiva era reelegido Marino. Había construido un imperio a base de masacrar países y explotarlos. Nunca en la historia habíamos tenido tantos conflictos. Se resucitaron viejas rencillas con los rojos. Otra guerra fría. Fuera del país la tensión era insostenible, pero dentro todo transcurría con total calma y placidez. Ella era la primera dama.”
Es evidente que no voy a fallar.
¡Bang!

En ese preciso instante, todo estalló. La tensión acumulada en todos esos años explotó como las bombas nucleares sobre la Tierra. Todo se fue a la mierda.
Yo ahora sobrevivo… y tengo un perro-flauta.

“La paz, era una paloma, y alrededor, los buitres”
Palomas y buitres, Soziedad Alkohólika.

sábado, 16 de mayo de 2009

Solo peleando me convertiré en vencible (Parte uno)

Y de repente, aquí estoy. A punto de cometer un magnicidio. Alguien dijo alguna vez que todo tiene un por qué… a lo mejor se veía venir.
“Siempre lo he dado todo de mí. Toda mi vida. Todos los días. Todo lo hacía bien. Al principio era sin querer. Sólo quería hacer las cosas bien. No sé. Por aquello de no hacerlas dos veces. O porque siempre he pensado que lo que merece ser hecho, merece que se haga bien. Luego empezó a ser afán de superación. Quería ser el mejor. No soportaba que hubiera alguien que pudiera decir algo negativo de mí. En realidad, no había nadie que pudiera decir nada malo de mí. Nunca he faltado a mi palabra. Nunca he engañado. Nunca he robado. Nunca le he hecho nada malo a nadie… o por lo menos no conscientemente. Con los amigos, abnegado. Con las mujeres, exquisito. La familia, encantada. En el trabajo, el mejor. Lo cierto es que me acerco peligrosamente a la perfección. Se empezó a esperar de mí siempre lo mejor. Siempre el máximo esfuerzo. No me iba mal. Por el momento parecía que pudiera dar lo esperado.
Con el tiempo se convirtió en mi modo de vida. Prosperé en el trabajo lo esperado, y ahora dirijo una de las filiales de un gran grupo empresarial, por supuesto, la que mejor funciona. Todo parecía funcionar a la perfección. De hecho, todo funcionaba a la perfección.
Tenía treinta y dos años y ninguna gana de ser el típico madurito interesante. Siempre impecable, elegante. Peinado clásico, a un lado. No había encontrado pareja estable… tampoco la buscaba… ni me hacía falta. Eso sí, cada noche con una mujer. No me faltaban, era el soltero de oro, pero ninguna consiguió atarme. Toda mi vida estaba perfectamente estructurada. Trabajo, deporte, ocio, cultura… todo cabía en mi calendario.
Y un día, de repente, llegó ella. Al principio sólo era la directora de una nueva empresa que íbamos a adquirir. Algo fácil. Dinero, firma, más dinero. Nos reunimos la primera vez en mayo, en un centro de negocios de las afueras. Teníamos que haber sido cinco, pero, extrañamente, el resto de invitados se excusó de su ausencia o, simplemente, nunca aparecieron. Decidimos continuar, sólo era una primera toma de contacto. Todo iba según lo previsto. Datos y más datos. Todo muy correcto. Concretamos una segunda reunión y nos despedimos. Ella se quedó recogiendo papeles y yo salí del edificio para coger el tranvía. Como tenía tiempo me pareció buena idea entrar en un pequeño bar, a dos manzanas de la estación, a tomar un café y leer la prensa. Pedí mi café y pagué. Fui al baño y, cuando salí, ya estaba allí. Tenía el pelo mojado, de repente había caído una breve tormenta. Y eso me pareció ella. Una tormenta. Estaba enfadada, despeinada, tenía un tacón roto y empapada. Me quedé boquiabierto, mirándola… hola… ¿no tendrá un paraguas?... no sé por qué lo hice, simplemente, lo dije: en casa… también puede secarse la ropa. A priori me pareció bastante atrevido y con un alto porcentaje de respuesta negativa. Pero luego recordé mi encanto personal, mi aspecto elegante y mi carisma. Evidentemente, aceptó. Todo lo demás se me pasó como un relámpago. Hicimos el amor esa noche. Amanecimos abrazados. Desde ese momento me enganché a ella como no lo había hecho con ninguna droga. Empezamos una relación. Amén de la profesional. Colaborábamos cada vez más. Teníamos proyectos paralelos. Hasta que convencí a la empresa para contratarla. Desde ese momento fuimos imparables. Conseguimos todo lo que nos proponíamos. Era el complemento perfecto… en todos los aspectos.
Me despertó el teléfono móvil. Eso sólo podían ser buenas o malas noticias. Odio despertarme con una llamada. Eran buenas noticias. El reciente presidente de la Democracia había aprobado nuestra propuesta, haríamos negocio con el Estado. El nuevo presidente era como el resto: una marioneta en manos de las grandes empresas armamentísticas. Con la única diferencia de ser un exmilitar con ansias de protagonismo. Como casi siempre, todo se conjura por un mismo fin. Las guerras, la situación social y económica y un presidente predispuesto. Era el momento de hacernos inmensamente ricos. A las diez de la mañana estábamos almorzando con el mismísimo presidente. Todo iba sobre ruedas. Ella le tenía encandilado, embobado. Marino, le llamaba. Cuántos contratos habremos ganado con uno de sus guiños. Todo salía, una vez más, a la perfección. Tiempo después, nuestras visitas a la Casa Grisácea –la residencia del presidente- empezaban a ser habituales. Asistíamos a todas las barbacoas. Hicimos amigos. Ampliamos el negocio a países “democratizados” por nuestra gran nación. Nos hicimos ricos y poderosos. Todo iba realmente bien.”

Sí, lo soy. Un cobarde es un hombre capaz de prever el futuro. Un valiente es casi siempre un hombre sin imaginación.
Charles Bukowski

lunes, 11 de mayo de 2009

Quid pro quo

Esto iba a ser una entrada súper bonita sobre la pareja. La vida en común. Todo muy positivo. Pero no sé, no puedo o no me sale. Lo intento, de verdad. Pero no puedo. Es cierto que últimamente no escribo demasiado. Por no decir nada. Es este estado de ánimo al que llaman “felicidad”. Me atenaza. Me distrae. Me atrapa. Y me encanta. No quiero dejar de escribir. Por supuesto. Pero es una putada no poder escribir en positivo. Pero a caminar se aprende andando. No es la primera vez que lo intento. A veces ha funcionado. Llevo tiempo preparando algo bastante grande, pero al paso que va… en fin. No sé por qué ni lo entiendo, pero me resulta mucho más fácil escribir agobiado, cabreado, triste, desganado… y ahora no lo estoy. En el tiempo que ocupo en pensar, no lo hago en negativo. Y así no se puede... pero bueno, es lo que hay. A lo mejor es porque estoy ocupado mucho tiempo, muchas horas al día. Tengo vida social. Tengo una pareja. El tiempo que no lo paso trabajando se divide en pasarlo con mi pareja y mis amigos. Hasta he disfrutado de unas vacaciones juntos. Nada une más. Me lo he pasado en grande. He aprendido mucho. He disfrutado. He compartido. Y todo eso me ha hecho pensar, sobretodo, en las relaciones humanas. En la familia. En la amistad. En mis relaciones en particular. Tengo la suerte de tener una familia encantadora. Grandes amigos. Y una pareja increíble.
He estado pensando en términos tan relativos como dar o recibir. Quién da más y quién menos, es una cuestión difícil de aclarar. Para mi es una mera cuestión de conceptos cuantificables. Yo doy sin esperar a cambio. Es un problema. Ha habido veces en las que me he preguntado si el único que daba algo era yo. Y otras me he dado cuenta de que daba bastante menos de lo que recibía. Es difícil. Cuando pasa en pareja es más complicado todavía. Pero es la vida en pareja. Ahora no me preocupo. Sé que lo da todo por mí… y yo por ella. Siempre tiro más de lo que aflojo / y siembro el doble de lo que recojo. Hay que saber ceder. Hay que sacrificarse. Hay que entregarse. Nunca ha sido un problema. En realidad sí. No siempre he sabido. A todo se aprende. Hubo un tiempo en el que me costaba ceder. Otro en el que no me entregaba. Hay tiempo para todo. Ahora llena mi tiempo. Me completa. Me encantás (con acento argentino).

“Todo pasa tan deprisa
un beso una sonrisa se van sin aviso
siempre fue precisa la manera de decirlo
una conquista cuando logro definirlo”
Víctimas del tiempo, La Cara B


Me ha costado mucho hilvanar algo medio decente… y ha quedado esto. Pero por lo menos es positivo, ¿no?

domingo, 22 de marzo de 2009

No cuentan historias de borrachos arruinados

“Antes no era así. Antes lo tenía todo. Una casa… o dos. Un coche… o dos. Tres hijas maravillosas… lo único positivo de mi anterior vida. Una mujer adúltera… yo la quería. Creo que la mediana no es mía… pero la quiero como si lo fuera. Antes era el director comercial de una gran multinacional de la música. Ganábamos dinero a espuertas. No nos importaba estafar a unos pobres chavales que lo único que tenían eran ganas. Les obligábamos a firmar contratos abusivos, a cedernos la mayor parte de sus derechos, a adelantarnos dinero… éramos unos cabrones. Estábamos condenando nuestra vida. Yo era muy consciente de ello. Por suerte, se fue a la quiebra. Tenía que pasar. Encontraron nuevas formas de distribución. La música es del pueblo. Al final, tuvimos que vender hasta el cable de cobre. Lo tenía todo. Excepto sentimientos. Era incapaz de sentir alegría o tristeza. Todo me era indiferente. Me pasé años con una mujer maravillosa… incapaz de decirle que no la amaba. Que estaba con ella por no estar solo. Nos casamos. A todo se acostumbra uno. No sé si ella me amaba a mi… lo cierto es que me era indiferente. Nos respetábamos y nos queríamos. Nacieron nuestras hijas. Envidiaba la alegría de mi mujer. Estaba encantada… feliz. Y yo… sí, muy contento… pero ni punto de comparación. Perdí el interés por todo. La familia, el trabajo, las drogas… ella... todo. Vivía desganado. Cuando todo explotó fui incapaz de decir ni hacer nada. Llegué a casa, se lo dije a mi mujer… y me fui a la ducha. Durante la cena mi mujer no paraba de hacer preguntas… yo no tenía respuestas, así que no decía nada. En realidad creo que me daba igual… todo me daba igual. Durante un tiempo iba de casa al despacho del abogado como el que va a mirar una obra. Iba, estaba, y me venía. Todo el mundo estaba muy estresado, menos yo. Todos gritando, llorando, rezando… menos yo. Los veía recoger sus despachos entre lágrimas o entre maldiciones. Yo sólo cogí el ordenador y la foto de mi familia. Nunca me costó demasiado desprenderme de cosas. Hay gente que le coge cariño a la ropa, a los zapatos, a un libro… yo no. Cuando nos comunicaron lo que debíamos… ni me inmuté. No sé como el fiscal consiguió hacernos responsables a la cúpula directiva… increíble. Nos embargaron hasta los calzoncillos. Mi mujer se fue con las niñas a casa de sus padres. Cuando leí su nota me di cuenta de todo. Desaparecí. Me borré del mapa. Fingí mi muerte. Ya hace diez años… el aniversario. Desde entonces vago como un fantasma. Aquí, allí… todo me da igual. Lo mismo mañana aparezco muerto… ¿y qué? Nadie se acordará de mí. Creo que siempre había ansiado no tener nada. No poseer nada. Ni trabajo, ni familia, ni amigos, ni coche, ni casa, ni… nada. Ni siquiera una identidad. No soy nadie. No existo. Vago por tu ciudad sin que nadie repare en mi presencia. Es la libertad absoluta. Me paso el día de arriba para abajo. Viendo la ciudad. Este invierno nuclear aporta una temperatura cojonuda, de día y de noche. No le temo a nadie. Ni a nada. Gobiernos, estamentos, policía, seres, energúmenos, burócratas… a nadie. Nada tengo que perder, pues nada poseo. Ni le temo a la muerte, ni puedo perder la vida… puesto que ya no me pertenece. Y aún sin poseer nada… os poseo a todos. A todos los que rezáis, a los que no. A los que me salváis con la mirada, y a los que me condenáis. A los que les sirvo de expiación. A los que condeno. Os poseo a todos y a cada uno de vosotros. Todos me envidiáis. Ansiáis mi libertad y mi felicidad. Nunca habíais visto a nadie que no estuviera atado a algo, pues helo aquí… yo mismo. Espero que os sirva de lección. ¡Puede que no nos veamos nunca más!”

- Antes de irse, me debe cuatro Erar.
- ¿No me has escuchado? No tengo dinero, no tengo nada.
- ¿Cómo? ¡Será desgraciado!
- Qué vas a hacer, ¿matarme?
- Déjalo Nelson, yo te lo pago.
- Eres demasiado bueno.
- Ha sido una bonita historia.
- Es totalmente real… Gracias, Despro.
- ¿Quién le ha dicho mi nombre?
- ¡Ha desaparecido!
- ¿¿Dónde cojones se ha metido??


“Sólo busco desaparecer
Sólamente desaparecer
Alejarme y no saber qué fue
Nada más”
Desaparecer, Hamlet

domingo, 22 de febrero de 2009

Soy yo, tan parecida a lo que fui que asusta lo distinta que soy (Sara)

Ante la pregunta: ¿te pasa algo? Sólo cabe una respuesta: la vida me pasa. Siento ser así. Tan anti social. Tan pesimista. Tan difícil. A veces pienso que no soporto la vida. Que me viene grande. Tener pareja me viene grande (y eso que tengo una pareja que es increíble, que me aguanta, que me entiende -o lo intenta-, que me comprende y me ayuda). Intento adaptarme, de verdad. Intento ser sociable. Y a veces lo consigo. A veces me veo en el papel. A veces entablo conversaciones. A veces hablo y me río como antes. Ya no todo es como antes. Pero no consigo apartar de mi cabeza al odio, el rencor, la ira y la muerte. En realidad sé que no es cierto. Que soy un exagerado. Que no sé que me pasa. Te rallas por todo, joder, te rayas por nada. Que vuelvo a discutir y lo odio. Que todo pasa tan deprisa... Y ya empiezo a pensar que el mal no ayuda, más bien al contrario. Y que cualquier día lo dejo... Para volver a cogerlo con más ganas, si cabe. Antes… antes discutía. Me interesaba. Me estresaba. Discutía. Nunca ha sido positivo. Antes me reía constantemente… ahora sólo sonrío. Antes hablaba sin parar… ahora procuro evitarlo. Pero de repente… me sorprendo en un monólogo inacabable. Ya no sé si lo que digo, lo he pensado antes. Y eso no es del todo positivo. Se me va la boca. Que soy un bocazas, vamos. Suelo meter la pata cuando hablo demasiado. Se me juntan las ideas con las palabras y no sé que es lo que digo en voz alta y lo que no… soy un caos.
Ahora me pesa la vida. No me apetece hablar, ni reírme, ni sonreír, ni discutir. Creo que he aceptado que estamos de pasada. Que nada de lo que haga va a cambiar un ápice todo lo que venga después. Mi única duda es si seré capaz de hacer feliz a los que me rodean. Es mi única obsesión. No molestarles, no estorbarles; ser su cómplice, no sus grilletes. No quiero ser el palo en la rueda de nadie. Quiero que si alguien necesita deshacerse de mi para conseguir sus objetivos, ha de hacerlo. Debo ser la persona más prescindible de la tierra, con matices. Nunca daré más de lo que doy a día de hoy. Me esfuerzo para hacer cosas que a la gente le parecen lo más normal del mundo. Me esfuerzo por socializar, y la gente resulta que lo hace sin querer. No me siento a gusto dentro de un grupo de persona… ni siquiera con mi familia. Me siento fuera de lugar… la gente me agobia. Y eso que vivo en Barcelona… o a lo mejor es por eso. Siento defraudar a mi pareja por ser así. Ella tiene mucha familia… y muchas amigas… a las cual, no conozco. Es como para echármelo en cara. Siempre que me ha ofrecido ir a algún evento social he dicho que no. Pero no por ella. Ni por el evento en sí. Si no por mí. Es como si estorbara. Que a lo mejor no es cierto, pero a mi me lo parece siempre. También he ido a bodas de amigos, dos para ser concreto, y me lo he pasado de puta madre, lo que no quita que me haya sentido fuera de sitio. A gusto, pero fuera de lugar. Y eso que mis amigos son de lo mejor que te puedes encontrar por la calle, gracias a un dios. Pero bueno… es solo a veces. Otras veces, no sé cómo ni por qué, me encuentro dando la chapa a mi interlocutor. Sin sentido, sin gracia y sin ganas de nada. No entiendo porqué me hiperactivo por momentos. Debe ser la cafeína. Me da por hablar, por contar historias, por repetirme. A veces acabaría con todo… pero esta puta apatía no deja que me mueva.
Me cosen los hilos de mi traje los desastres. Intento ser positivo. En serio. A veces lo consigo. Pero se ponen en mi contra. Y creo que son mis propios actos. Ni el destino, ni la sociedad. Yo. Soy yo mi propio enemigo. Mi desidia y mi dejadez. Mi mala memoria. Mi cero planificación. Hago demasiadas cosas mal. No me entiendo. Doy la vida por cosas que me parece que lo merecen… luego resulta que soy un radical, un obsesivo, un contra natura. No entiendo a esta sociedad, como no me acabo de entender a mi. Si sé de sobra que hay cosas que son así, porque son así; qué cojones hago oponiéndome ¿qué gano? No gano nada. Es más, diría que pierdo. Intento no creer que el ser humano está corrupto y que ninguno de ellos merecen más que una muerte lenta y dolorosa. Lo intento. Pero de repente llega uno y miente descaradamente y sin tapujos. Llega otro y mata. Otro roba. Otros… que sé yo. Y mi fe en la humanidad vuelve a las cenizas de las que nunca debió resurgir.

Soy un raro. No puedo soportar al ser humano en su estado actual, he de ser engañado. Los psiquiatras deben tener un término para designar eso, yo también lo tengo para los psiquiatras. Charles Bukowski


P.D.: No sé dónde meto las palabras positivas, pero prometo recopilarlas todas y hacer algo menos deprimente… en serio.

domingo, 18 de enero de 2009

No es justo salir contigo de marcha / Te tiran los tejos, a mi me tiran el cubata (Hijos del orgasmo, Xhelazz)

-Variante 16-, dijeron… las putas drogas… cuándo aprenderemos. Vengo a verlo siempre que puedo. Éramos amigos. Hace muchos años. No sabe lo que dice… se le va la cabeza. Divaga. Se pierde. Dice frases sin sentido. A veces… me cuenta alguna historia. Ya no sé si son verdad o no. Ya no sé si de verdad éramos tan amigos. Si pasaron tantas cosas. Si nos lo pasábamos tan bien. Yo le creo. Éramos… somos amigos. No los mejores amigos del mundo… pero si amigos. Desde que me enteré… todo ha perdido un poco el sentido. Me gusta creer sus historias. Me gusta saber que he sido feliz.

Ella era joven y decidida. Él, viejuno y apático. Yo era amigo de los dos… viví con ellos esta historia…
Todo empezó no recuerdo cuándo, hace muchos años. Él vagaba por la vida sin prestar demasiada atención a nada... y menos a las mujeres. Ella era una niña por aquel entonces... una niña morena, gitana, muy guapa. Sus ojos negros pareciera que te inflamaban el alma. Si ella quería, te hervía la sangre. Los tres íbamos con el grupo. No recuerdo cómo se formó. Supongo que éramos amigos. Estábamos muy unidos. Recuerdo una vez… bueno, ya no la recuerdo, pero hay muchas historias que contar… pero no hoy. Estoy cansado. Y ya habías empezado una. Un viejo y una joven. Si, si… eran muy amigos. Ella sentía auténtica devoción por él. Él iba a su bola. Ella se llamaba… Brune. Sí… era muy guapa. Le quería mucho. Era muy joven. Supongo que le atraía que él fuera un adolescente. Rebelde. Muy buena persona. Daba la vida por los demás. Todos éramos felices. Salíamos de fiesta… hacíamos deporte. No nos privábamos de nada. Bebíamos. La droga era fundamental. Cuánta música por aquel entonces. Ella disfrutaba mucho de su compañía. Y a él se le veía encantado con su pequeña. La protegía. La escuchaba. La quería. No tenía más que abrir su preciosa boca… con labios carnosos… sonrisa deslumbrante… yo también la quería. Pero sólo tenía ojos para una persona. Él tuvo que marchar a la guerra… putas guerras. Todo pasó muy deprisa. De repente, un conflicto que parecía controlado… el Golfo, Irak, Vietnam, los rojos, Somalia… como cualquier otro. Algo no debió salir bien. Todo se puso oscuro. Era como de película… una película demasiado real. Tan real que la podíamos sentir en la propia piel. Después… el caos. Toque de queda. Racionamiento. Llamada al frente. Nos dispersamos. Siempre que teníamos permiso íbamos al local del grupo. Sólo tenía ojos para él. Se abrazaban. Se besaban. Se querían. Me ardían las entrañas. Yo era egoísta por aquel entonces. Pasó el tiempo. Nos veíamos de vez en cuando. Supongo que hacíamos nuestra vida. De repente… no recuerdo cómo, todo acabó. Muchos años después… malditas guerras. Nos volvimos a juntar. No era lo mismo. Teníamos pareja. Trabajos. Una vida al margen del grupo. Ella sólo tenía ojos para él… pero se lo montaba con todo el mundo. Supongo que eran muy amigos. No sé quien estaba enamorado de quién… pero había amor. Pero algo raro pasaba. No tenían gustos afines. Desde las drogas a la música o la ropa. La diferencia de edad, probablemente. Él despertaba sexualmente cuando ella era demasiado ingenua. Cuando ella descubría algo, no era con él. No coincidieron en el primer beso. Yo… yo ya tenía pareja… la conoces, ¿verdad? No te desvíes. Creo que esta historia no me la sé. Es que es la primera vez que te la cuento. ¿Te has acordado ahora? Ya casi no se veían. Iban pasando los años. Él iba teniendo trabajos lejos del grupo. Ella iba teniendo parejas en su zona. Siempre que se veían… se abrazaban. Se besaban. Pasaron muchos años sin verse… tres o más… quizá cinco. Bueno, no sé. El caso es que ella era una jovencita de veinte años y el un viejo de treinta. Cuando ella empezaba a salir de fiesta, a él le apetecía ir de tranqui. Ya no aguantaba hasta las ocho de la mañana… como cuando tenía veinte años. Cuántas veces deseó tener unos años menos… Ya casi no coincidían. Y de repente… nos juntamos todos. La montamos gorda. Teníamos una semana para estar todos juntos. Nos lo pasamos en grande. Salimos de fiesta casi todos los días… qué tiempos. Ellos eran amigos. Pero ya no tanto. No se sentaron juntos a cenar. Ya no coincidían en las mismas salas. Pero cada vez que se juntaban… saltaban chispas. Ella le buscaba. Le obligaba a bailar la música que odiaba. No necesitaba más que acercarse contoneando sus preciosas caderas… Desde fuera pareciera como si de un momento a otro se fueran a enrollar. Él la miraba… el alcohol también ayudaba… ella se mordía el labio cada vez que bailaban… Él tenía pareja. Ya sabes como se bailan esas músicas, ¿no? Movimientos eróticos y todo eso… me ardían las entrañas. Yo seguía enamorado de ella. Eran tan felices. Y de repente se fueron. Desaparecieron para siempre. No sé quién sufrió más. Estaban destrozados. Y de repente… pasó algo... o no… ya no lo recuerdo… ... ... ... ... Pósito, se llamaba. Pósito soy yo… ¿Y por qué lloras?

“Trabajando es un hombre,
durmiendo es una mujer,
es casi Dios cuando sueña,
un niño al oscurecer;
si te odia es un ángel,
si te quiere es Lucifer,
pero cuando sus lágrimas caen,
una pequeña niña es.
(...)
Trabajando fue un hombre,
en cama una mujer,
un ángel cuando soñaba,
un niño al oscurecer;
Casi Dios cuando odiaba,
queriendo fue Lucifer,
y cuando, pobre, lloraba
una pequeña niña fue.”
El último metro, Los Suaves

martes, 13 de enero de 2009

El dinero es la condena del hombre

Me sentí un vendido, sin serlo. Estuve en esa disyuntiva ante la cual siempre hay que elegir. Un cambio. Siempre es un cambio. Otro más Y no es solo el cambio, si no lo que dejas atrás. Esto no es más que un símil. Casi cambio de trabajo. Más estable, mejor pagado, más difícil, más cómodo, de peor acceso, con peor horario, más tranquilo, con más opciones. Diferente. Al final ni era tan estable, ni tan difícil, ni tan cómodo ni nada. Y el dinero no lo es todo en esta puta vida. El sentirse valorado. El poder medrar. Hay cosas que suplen al dinero. De hecho, casi todo suple al dinero. Malditos fenicios.
¿Te acuerdas cuándo pensábamos que el dinero no lo era todo? Nos equivocábamos. Resulta que sí que lo es. Manda huevos. Ahora resulta que estamos de crisis. Vale. Ahora resulta que hemos encontrado el significado a la palabra capitalismo: privatizar las ganancias y sociabilizar las pérdidas. Es cojonudo. Siempre he dicho que el que inventó los bancos se lució muchísimo, puesto que es un establecimiento donde ni te venden, ni te compran nada; ni te ofrecen ningún tipo de servicio, y, encima, te cobran por traficar con tu dinero. Lo gracioso del todo, es que si lo pierden jugando a la Bolsa… ¡es tu dinero! No les vengas con mandangas de que eran los ahorros de toda tu vida, de tu jubilación o de la universidad de los niños. Se la sopla. Sólo entienden de beneficios. Son una empresa al fin y al cabo. Lo que me jode sobremanera es que pidan dinero al estado alegando que es para los clientes (nosotros). Siempre pierden los mismos. Alguien tuvo que verlo venir. Conceder hipotecas a gente que no la puede pagar iba a tener consecuencias, es evidente hasta para mi. Pues no lo vieron. Gracioso, ¿eh? Ni puta gracia tiene. Y ahora van los estados y les dan dinero. Pobrecitos, sólo han ganado un ocho por ciento menos que el año pasado, lo cual no baja de billones de euros… que no sé ni los ceros que tiene, ni quiero saber cuánto es en pesetas. No me interesa. Me vale con estar mosqueado, no quiero una úlcera. Y aún hay otra cosa más graciosa… bueno, en realidad hay dos. Una es que los gerifaltes han propuesto una manera global de regular estas cosas (economía global y esos rollos)… anticipo: no servirá para nada. La segunda es que, después de darle dinero a los pobres bancos para que reactiven la economía, el estado ni siquiera se ha quedado con parte del banco o sus beneficios. Esto me huele a fondo perdido… que no esperan que el banco les devuelva nada, vamos. Es que después de privatizar durante un montón de años pensando que era bueno, no vamos a empezar a sociabilizar ahora, ¿no? ¡Eso dicen! Pero como que no, alma de cántaro, el estado (llámalo estado, federación, autonomía o gilipollas unidos, me da igual), el estado, digo, es el instrumento de regularización y, aunque nunca debería tener beneficios, si que podría dejar de ser deficitario. Y luego vienen las consecuencias directas, esas que los políticos, gobernantes y magnates hablan como si las conocieran… y en su puta vida se han visto en una de esas. Como por ejemplo: tres millones de parados (y en alza). Así dicho es sólo un número, pero en realidad son personas, familias. No compran porque no tienen dinero, no les conceden hipotecas (¡a buenas horas!) y resulta que fomentan la inflación porque no gastan… pero que cojones van a gastar si no tienen un puto duro. Y lo peor, está por llegar, según los que saben… los que saben mogollón pero no han sido capaces de evitarlo. Y luego están los que se apuntan al carro. Los de los ERE’s a mansalva. Vale que no se venden coches, la gente no tiene dinero; vale que han bajado las producciones mundiales… vale, pero alguno se apunta al carro seguro. Han visto en la crisis la oportunidad perfecta para limpiar la plantilla (ellos lo llaman abaratar costes) o deslocalizar la empresa (no sé como lo llaman, pero yo los llamo hijosdeputa).

Qué haría con mi vida. Imagínate que cubren todas tus necesidades básicas. Que te dan un sueldo de x euros al mes por nada. Qué harías. Qué cojones harías. Yo, personalmente, nada de nada. Rascarme los huevos, vamos. Bueno… hay matices, ya sabéis. Pero lo gracioso de esto es que hay gente que buscaría trabajo. Pero vamos a ver, ¿estamos tontos? Me dicen que se aburrirían. Que no sabrían que hacer. No tienen, acaso, un hobby, un quehacer, un algo. Viajar, estudiar, leer, descubrir, hacer ejercicio, dedicarse a uno mismo, escribir… qué sé yo. Pero seguro que acabarías aburrido, además, estarías solo, viajar solo… me saldrían amigos de hasta debajo de las piedras, te lo aseguro. Además, tampoco necesito a nadie. Aprovecharía el tiempo libre de mis pocos amigos. Disfrutaría. Y una cosa te digo, te puedo demostrar cuando quieras que no me aburriría, si no me crees, hagamos la prueba, paga.
En fin. Esto último es una conversación con amigos/as. No sé si es literal, pero se aproxima bastante… a lo mejor faltan tacos por mi parte… es posible.

“Nothing in my life is free”.
Freak on a leash, Korn.
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