martes, 30 de octubre de 2007

Comprenderás que mis palabras nunca dijeron nada (Sara)

(Del amor…)
Será el amor… O será la sopa en mal estado… o algún yogur caducado. Me propuse un viernes hacer algo de deporte por las tardes. Fecha límite: el lunes, me dije. El horario de curro me lo permite, y estar en forma dicen que es bueno… amanecí un miércoles. Dos semanas intentando motivarme… pero es imposible. Es como dejar el mal. No. No puedo. Ahora que, hacer deporte es mucho más fácil, en serio. Lo del mal… en fin. Ni me lo propongo. Total, para fracasar…
Nunca... Bueno, esa palabra es demasiado grande... Muy pocas veces me he propuesto algo, y menos de la mitad de las que me he propuesto, no las he conseguido. Se podría decir que es un pobre bagaje... No sé si es bueno o malo… pero la única cosa que me he propuesto creo la he conseguido. Siempre he dicho que si tenía que hacer un viaje fuera de España sería Ámsterdam… et voilá, conseguido.
¿Has intentado alguna vez dejar de querer? ¿Será posible? Si ya has conseguido querer a alguien, debe ser complicadísimo dejar de hacerlo. Nunca he llegado a querer. Mentira. Nunca he llegado a querer a alguien que haya dejado de querer. A quien he dejado de querer, no le quería. No es tan mentira. ¿Cómo sabes cuando quieres a alguien? A caso cuando no dejas de pensar en alguien. A caso cuando echas de menos su algo. A caso cuando te hace falta. En realidad es mero hábito. Y romper con un hábito no es difícil. A menos que ese hábito se llame mal. Es cuestión de coger el hábito de no tener a alguien. De no querer tenerlo. En realidad nadie necesita a nadie. Es mera obsesión por querer parecer algo que no se es. Está mal visto. Hipocresía. En realidad todo es mentira, no me hagáis más caso del que merezca. Es difícil hablar de algo de lo que no se quiere hablar. Aunque te obligues. Es posible que quita una pena otra pena y un dolor otro dolor. Pero es igual de verdad que un amor quita un dolor (aunque “amor” no es la palabra que usaría, es por seguir la rima). Nunca supe explicarme, no voy a empezar ahora. Todo el dolor acumulado durante años desaparece, de repente, sin aviso; al encontrar algo que te hace sentir bien. Así pues, cabría decir que el dolor no es más que cuestión de memoria y atención. Nos lo decían nuestras madres: “cuanto más pienses, más te va a doler”. Es cuestión de ocupar el pensamiento en algo positivo. No recordar por qué no dormías. O por qué se te hace un nudo en el estómago cuando lo recuerdas. La solución es no recordarlo. Buscar algo que te motive. Una pareja. Ocupa tiempo y es positivo, siendo pragmático. Siendo romántico… … … no lo soy.


“No, por mucho que yo me pongo pos no
puedo conseguir olvidarme de tó
compadre por más que intento pues ya
no puedo conseguir acordarme de na
to aquello que hablé to aquello que vi
tanto como supe tanto que perdí
por mucho que yo me pongo me pongo
pos no puedo conseguir olvidarme de tó”
Tanto que perdí, Hora Zulu

(Interludio)
Siempre le doy demasiadas vueltas a las cosas... sobretodo de noche... en la cama. Lo que conlleva tantas vueltas físicas como mentales. La cama deshecha, lo mismo que el sueño. Y, claro, luego me despierto sobresaltado en plena noche. Son cosas que pasan. El caso es que, generalmente, las cosas a las que le doy vueltas no tienen excesiva importancia... por no decir ninguna. Creo que magnifico ciertas cosas que no debería. El otro día me llegaron ecos de un pasado... nada importante. Pues ahí estaba yo esa noche, volteando. No saqué nada en claro, evidentemente. Lo único, una verdad como un templo: estoy tocado. Y no por un ángel precisamente.

“ya encontré el sentido al latido del por que escribo,
dejar algo en el mundo y llevarme algo conmigo”
CosquiJazz, Flowklorikos.

(…al odio)
A veces una mala sinapsis en mi corteza cerebral me hace sentir rabia… y odio… y no quiero sentir odio, porque el odio conduce al lado oscuro de la fuerza. Muchas cosas me dan rabia. Empezando por el Gobierno, políticos y dirigentes, concejales, alcaldes, cargos, chupatintas, y hasta algún que otro funcionario. No logro entender a la clase política. A veces me apuntaría a uno de esos cursos que salen en el telediario… sí, esos de un tío con un Cetme en un monte o quemando cosas. A veces pienso que es la única forma que entienden los dirigentes. Suele ser cuando me doy cuenta de alguna injusticia… es decir, a diario. La última: el Gobierno favorece las mafias de los seguros. Esto es, te obliga a contratar un seguro con una compañía aseguradora que hace todo lo posible para declararte culpable de cualquier accidente que tengas; a saber: bajando la tasa de alcohol, con peritos “comprados”, no haciendo todo lo posible por el asegurado, y muchas más que podáis imaginar. Es un ejemplo. La hipocresía en la legalización de las drogas blandas. Eso me saca de quicio. Que prohíban el tabaco y el alcohol. O legalizamos o prohibimos todo. Pero bueno, ya he dicho alguna vez que soy demasiado radical… un tiro en la cabeza de cada político profesional. Y siento odio y me da rabia porque soy un puto ingenuo. Porque pienso que el político debe velar por el bien del pueblo, el policía por su seguridad o los jardineros por sus jardines. Qué cosas. Así, cuando algún burócrata se delata, caigo en la cuenta de que eso no pasa. Y me enfado. Me enfado con ellos porque prometen algo que no cumplirán, porque complican todo con tal de tener un cargo, dinero o algo que hacer. Porque les da igual tu vida, siempre y cuando sigas votando y sigan cobrando. Y me enfado con la puta Humanidad. Porque algo se torció en algún sitio para que haya tanto hijoputa suelto por ahí. Porque hay quien hace el mal por el mal. Sin ningún tipo de objetivo ni excusa ni, por supuesto, arrepentimiento. Y me enfado conmigo… por ser idiota. Por creer en ellos, en los burócratas. Por creer en la raza humana. Por creer. Simplemente.

“No soporto el peso del lastre que he de llevar
no quiero lo que me dan, ni lo entiendo.
Nunca pediré perdón si ha sido mi corazón
quien habló primero, sin lamentos.”
Sin lamentos, El Último Ke Zierre.

martes, 16 de octubre de 2007

La mierda que recito te ayuda más que el médico

Es difícil conocer a las personas, pero no imposible. Se trata de un ejercicio de observación constante. Sólo de observación, nada de suposición o inventiva. Debemos tener la mente despejada de prejuicios e intentar no suponer futuras acciones, ya habrá tiempo para ello. Primero: observación. No es estrictamente necesario enfrentar al sujeto estudiado a situaciones extremas, basta con verlo desenvolverse en situaciones cotidianas. En realidad es cuando mejor se puede estudiar su comportamiento. Una situación extrema no es fiel reflejo de comportamiento, pues es algo incómodo y poco habitual. En cambio, una situación cotidiana generalmente es síntoma de relajación. Así, pues, ya sabemos otro aspecto del sujeto a estudio. Es información útil que debemos recordar. Al fin y al cabo, queremos conocer, y a caso prever, el comportamiento del sujeto en condiciones normales. No es trabajo de un día, ni mucho menos, deberemos ser pacientes. Puede que incluso nos lleve años conocer a una persona. Puede que después de años de observación no lleguemos nunca a conseguir prever ni uno solo de sus movimientos. Debemos ser constantes, pero no excesivos. Debemos procurar no excedernos en la observación, esto es, debemos saber qué momento es el más adecuado para una buena observación. Generalmente, los eventos sociales han sido el centro de estas investigaciones. Para mí, personalmente, entrañan un riesgo, y es que el ser humano actúa diferente ante el tumulto, la multitud e, incluso, grupos reducidos. Hay también diferentes factores a filtrar, como pueden ser el uso de bebidas alcohólicas o estupefacientes. Aunque depende qué estupefacientes son beneficiosos para el estudio, aunque no los recomiendo hasta pasadas unas cuantas sesiones, cuando el estudio haya pasado su primera fase: observación. Muchos estudiosos han sucumbido ante la prisa de unos resultados visibles en poco tiempo... Sus estudios fueron precipitados y los
resultados incompletos. No consiguieron sus objetivos. Tiempo perdido.

La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el ensayo de un camino, el boceto de un sendero. Hermann Hesse.

Mucho, muchísimo, más tiempo lleva conocerse a uno mismo… toda una vida. Veintiséis… y todavía por conocer. Voy delimitando ciertos aspectos. No valgo para discutir. Me enfado cuando me enfado… me explico muy mal, lo sé. No sé enfadarme. Me pongo nervioso, aunque tenga razón. No me gusta que hablen de mí, en mi presencia… aunque sea bien. No me gusta hablar de mí. Prefiero las terceras personas. Cuando propongo algo, o tengo alguna idea, si hay alguien que lo secunda, ya no parece idea mía… y ya es otra cosa… ya no hablo yo… ya no es mi idea. No me hace falta ningún tipo de protagonismo, gracias. Me sofoco cuando alguien habla bien de mí… y cuando hablo bien de mí, también. Me enfado mucho conmigo mismo. No acordarme de las cosas me mosquea. No me acuerdo de nada, generalmente. Sólo sé enfadarme conmigo. Me repito. Desmemoriado. No me acuerdo de nada. Sueño que me olvido de cosas. Sueño cosas muy raras. Y después pasan cosas raras.

Me descubro vago. Vaguísimo. Excesivamente vago. Enamorado de Morfeo. Necesito dormir. Es un mono que no consigo paliar. Nunca es excesivo. Otra vez falto de inspiración… aun no ha llegado el frío… pero llegará. Otra vez hablando de mí… no debería. Otra vez con doscientos principios…

“- ¿Podrías escribir en paz?
- Muñeca, nadie que escriba algo que merezca la pena podría escribir en paz.”
Por amor al odio, Flowklorikos.
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