viernes, 3 de abril de 2020

Del perdón y el olvido


No sabía por qué echaba de menos las estrellas... si, total, nunca había estado en una. Pero las echaba de menos. Desde que despertó en la ciudad un día, las añoraba todas las noches. Entre la contaminación ambiental y la lumínica, era imposible ver algo más que la Osa Mayor... y no todos los días. Mirar a las estrellas la hacía sentir minúscula. Están tan lejos, y su luz tarda tanto en llegarnos... lo único que vemos de las estrellas son sus viejas fotografías. Ver el cielo abierto le hacía comprender la inmensidad del universo. Y la insignificancia que radica en el ser humano, a pesar de su pretensión de ser eterno.
Cuando se miraba al espejo veía una niña de cinco años. Pelo caoba, ojos grandes y verdes; ligera pigmentación en las mejillas, boca pequeña y labios finos. Constitución estándar, tirando a "por debajo de la media". Delgada. Pero en su cabeza había mil vidas. En su cabeza había sido Patricio en Roma, parte del harén real de algún país olvidado, bruja quemada en la inquisición, musa del renacimiento, luchadora en pos de los derechos de la mujer en la revolución industrial, afroamericana en el Bronx durante las revueltas, mujer de negocios denostada por su condición y empoderada llegando a puestos de poder ¿Y ahora qué? Ahora una niña de cinco años, que se despierta en mitad de la noche en una habitación que no reconoce, mira por la ventana para ver las estrellas y... se oyen pasos al otro lado de las paredes. Vuelve a la cama de un salto silencioso y se hace la dormida... puede que alguien quiera venir a verificar si sigue durmiendo... quién sabe. Así fue. La figura de una mujer de fuerte constitución se acerca a ella, le tapa con la manta hasta los hombros y le besa la cabeza con un beso tan tenue que más parecía un susurro. Desapareció tan silenciosamente como había llegado. Solo los pasos al otro lado de la pared. Mientras se hace de día y empieza uno nuevo lleno de incógnitas, intenta poner en orden la abrumadora cantidad de sensaciones y sentimientos que ha desatado la visita, aparentemente, sin importancia alguna que acababa de tener. Lo primero, ¿dónde estaba? Una habitación amplia, con una ventana grande, con alfeizar. Una cama lo suficientemente grande como para rodar en varias direcciones y no llegar hasta el final. La pared contraria a la ventana, la más grande, estaba forrada con una estantería donde no cabía ni un solo libro. Se quedó atónita mirando la cantidad de libros que había en esa estantería... necesitaría varias vidas para leerlos todos. Ya no pudo dejar de mirar los libros en un buen rato. Y, de repente, la sacó de su ensoñación una sacudida muscular que le recorrió desde los tobillos a la nuca, haciendo que se estremeciera en un convulso baile consigo misma. Alguna versión extraña del autismo, según los médicos; un castigo de Dios por sus pecados, según sus padres. Resulta que esas sacudidas son mecanismos de defensa de su cuerpo ante el exceso de sinapsis en las neuronas. Es difícil de explicar... su hija ha desarrollado demasiado y demasiado rápido el cerebro, las neuronas con las que trabaja ahora mismo son las que podría tener una persona en su plena capacidad intelectual y física. Es un trastorno que implica un factor de capacidades especiales, lo que se denomina superdotados. En el caso de su hija, es exponencial. En principio y en teoría, no tiene límite. El doctor lo intentaba expresar de manera neutra y sin mucha palabrería técnica. Era de agradecer, pero se hace imposible explicarle algo a alguien que no quiere entender. Solo rezar. Ni es malo del todo ni es un castigo divino. Es una enfermedad y se puede tratar. La segunda opinión que pidieron fue aún más clara. Pero ni así. En lo que sí le hicieron caso fue en otra cosa, que a su parecer, era casi más importante. Tenéis que alimentar esa cabeza... tiene que desgastarse, tiene que agotarse mentalmente, hay que sobreexplotar esas neuronas. Que lea. Que lea mucho. Es lo que más va a hacer que se esfuerce en imaginar escenarios y situaciones, personajes; vidas al fin y al cabo. A esa visita fueron con la hermana de su madre, la tía Sonia. La tía Sonia, casualmente, adoraba leer... de hecho, se dedicaba profesionalmente a eso, a leer. El segundo libro que le regalaron (el primero fue la Biblia), fue La Odisea... Sonia, por favor, ¡que tiene cuatro años! Qué mejor momento, había dicho la tía Sonia con una amplia sonrisa dirigida hacia ella, que miraba ojiplática el grabado del libro que tenía entre las manos. Tardó tan poco en leerlo, que a Sonia le cogió por sorpresa y no tenía ninguno preparado para regalarle... pues El Quijote, por qué no. Durante dos días, la niña, iba con una cacerola en la cabeza, una espada salida de un rollo de cocina y un Rocinante imaginario. Las peleas entre sus padres y la tía Sonia con respecto a la biblioteca de la niña eran constantes. Sonia no tenía criterio a la hora de regalarle libros. Daba igual la temática, el autor o la fecha de publicación. Sus padres empezaron con la Biblia, que no está mal... pero continuaron con todos los escritos religiosos que pudieron localizar. Santos y santas, profetas, trabajadores de la iglesia... la temática estaba clara, eso sí. Ella lo devoraba todo con el ansia del sediento ante una fuente. Y no es que leyera rápido porque no prestara atención... es que cuando empezaba un libro, tenía que acabarlo. Horas y horas encerrada en su habitación, leyendo. Con todo lo que ello conlleva. Llegó el día en que no cabían más libros en la estantería. No se los había leído todos, todavía; pero la tía Sonia había decidido unilateralmente atestarla de los más variados ejemplares. Para ella era una aventura constante acercarse a la inmensa estantería y escoger un libro al azar. La emoción le hacía estremecerse. La incertidumbre de una nueva aventura, una nueva vida. Todavía no tenía claro qué género o autores le gustaban más. Las novelas estaban muy bien, le entretenían mucho y le hacían ocupar mucho tiempo en dibujar mentalmente los paisajes y las escenas. Los ensayos filosóficos y los tratados políticos y económicos le resultaban interesantes... descubría muchas cosas muy interesantes. Pero normalmente la dejaban agotada mentalmente. No entendía cómo podía seguir funcionando todo con normalidad, por qué no había colpasado ya todo y cómo no se había fagocitado ya el sistema capitalista. Y luego estaban los libros religiosos que le regalaban sus padres. Con esos tenía muchos problemas. Eran libros preciosos, llenos de mensajes positivos, de humanidad, de caridad, de altruísmo. Y luego levantaba la vista del libro y miraba a sus padres. Religiosos, practicantes, católicos, apostólicos y romanos. Él maltratador y ella defraudadora, explotadora y gran empresaria, con visos en la política. Ni siquiera dejaron de creer cuándo se cayó aquel edificio en aquel país lejano... donde casualmente se desarrollaba gran parte del negocio de su empresa insignia. Tampoco cuándo se destaparon los casos de abuso de menores y trata de blancas en la organización no gubernamental que llevaba su apellido en el Congo. La moral cristiana de poner la mano y mirar para otro lado. De misa diaria, ¡qué dirá la gente si no nos ve en misa! Pues en misa no dicen nada, ya se encargan de que una buena cantidad de billetes hable bien de su persona desde el púlpito. Otra cosa es en casa. Pero es que en casa tiene otros problemas. Un marido que bebe y, a veces, porque no tiene más remedio, le pone un poco la mano encima. Lo que sí hace más a menudo, es hacerla sentir como si fuera una cucaracha. Y luego está la niña... esa niña del demonio. Nadie le da la solución que ella pide. Ni siquiera en la Comunidad. Tanto dinero invertido... para qué, si ahora no nos ayudáis. Le había espetado al pastor de su iglesia. Bueno, tampoco se puede decir que viváis mal, hermana. Había contestado éste sin disimular el tono de sorna. Total, que medicación para tenerla controlada y muchos quehaceres. Justo lo que ella necesitaba, más quebraderos de cabeza.
Estaban en el comedor de la segunda residencia de la familia. Aquí tenía menos libros... una pena. Había alrededor de cincuenta personas pululando por el comedor, el jardín, la terraza o la cocina. De repente, se apagaron las luces y sonó una música. No era el 'cumpleaños feliz' ni ninguna otra canción infantil para celebrar tan emocionante día para una niña de siete años. Seguramente era algo de Hydn... a sus padres les encantaba. Tarta, gracias a dios, soplar, gracias a dios, cortar la tarta, gracias a dios, repartirla entre los comensales, gracias a dios, no comer ni un solo bocado de tu propia tarta de cumpleaños, gracias... ¡gracias a nadie! Caras de estupefacción, silencio incómodo, tensión... nada de gracias a dios, gracias al dinero que ha podido comprar todo esto, gracias al pastelero que ha elaborado la tarta, de la cuál no he probado ni un trozo, por cierto. Dios multiplica pero no regala nada. Su madre estalló en una sonora carcajada, así que es eso lo que te pasa, que no has probado la tarta. No te preocupes cariño, yo te doy la mía. Ya sabes que hay que compartir con el prójimo. Amplia sonrisa de la madre que disimulaba la tensión interior ¿Y qué es lo que compartes tú, mamá, con el prójimo? ¿Acaso sabe papá lo que compartes? ¿Acaso lo sabe la junta directiva, la mayoría, aquí presente? Silencio, rictus facial. SIN DUDA, nuestra pequeña habla así por su enfermedad, la que envió Dios para recordarnos que nadie está libre de castigo, porque nadie está libre de pecado, blablablabla... había levantado mucho la voz evitando que nadie la interrumpiera, ni siquiera su hija, a la que miraba fijamente con una mezcla de piedad y odio irracional. Muy raro todo. Ella le dejó acabar tranquilamente y en silencio su arenga. Una vez finalizada, aguardó a que acabaran los aplausos, se levantó de la silla, miró fijamente a su madre a los ojos y le dijo: mamá, yo ya he perdonado a Dios por lo que me hizo. Le he perdonado a él y te he perdonado a ti y a papá. Es hora de que hagas lo mismo. Y se giró sobre sus zapatos de charol, dando un preciso giro a su precioso vestido; sonrió a todas las caras que le miraban desencajadas y, cogiendo un libro que tenía sobre una mesita, se encaminó hacia su cuarto.
Pasadas unas horas de muchas explicaciones, caras avergonzadas y plegarias a Dios en el comedor; la tía Sonia llamaba a la puerta de su cuarto. Después de esperar unos segundos de cortesía, entró. 'El discurso del método'... ¿No es un libro demasiado corto para ti? La niña levantó lentamente los ojos del libro. Lo he leído cientos de veces... ¿sabes por qué lo hice la primera vez? Porque me dijiste que en este libro se demostraba la existencia de Dios. La tía Sonia intentó contener la alegría y la angustia que se agolpaban en su garganta. Lo consiguió a medias, solo ¿Y bien?. Bueno... sí y no... por eso me lo he leído tantas veces... lo entiendo y no... ¿cómo puede ser eso tía? ¿Cómo puede ser que entienda una cosa y no? ¿Cómo puede ser que quieras a una persona y luego le hagas daño? Lo decía mientras ahogaba un sollozo... un puchero que delataba la edad que en realidad tenía, a pesar de estar discutiendo sobre un ensayo de Descartes. Cogito ergo sum. También sale ahí, ¿verdad? La solución no es única, como no es única la visión de Dios. ¿Crees en Dios para estar buscando su existencia? Nadie le había hecho esa pregunta nunca. ¿Creía en Dios? Guardó silencio durante una hora larga. Mirando el infinito. La tía Sonia sentada a su lado, observándola mientras le acariciaba el pelo. Tengo muchas dudas al respecto. Dijo por fin. Obviemos la hipocresía de predicar amor al prójimo mientras se le insta a destruirlo. Obviemos a la iglesia como tal. Y partamos de la base de que el dios del antiguo testamento es cruel y vengativo; a diferencia del dios del nuevo testamento, que es indulgente y comprensivo. Eso también me genera muchas dudas. Como que Dios sea el mismo para tres religiones tan diferentes. Hablemos de la figura de Dios. Sí, creo en algo. En una figura más allá del tiempo y del espacio. No creo en el dios de la iglesia, repito. No creó el mundo en siete días. No hizo al hombre de arcilla. La ciencia y el pensamiento crítico ha rebatido todo eso sobradamente. Pero hay una figura a la que la gente, incluida yo, nos hemos agarrado alguna vez. Es humano al fin y al cabo. Todo eso lo dijo con su voz de niña, pero con una expresión facial y una mirada, directa a los ojos de su tía, que daban la impresión de que la que estaba fuera del tiempo y el espacio fuera esa niña. No podría haberlo expresado mejor. Estoy de acuerdo en muchas cosas, pero yo no creo ni me agarro a nada que esté más allá de este tiempo y este espacio. Pero es un debate muy interesante que me gustaría desarrollar contigo más extensamente... aunque es tarde, y tus padres estarán preocupados. Se puso el libro bajo el brazo derecho y dio un pequeño saltito para bajar de la cama. Sí, además tengo que contarles algo muy importante. He estado dándole muchas vueltas a una cosa. Sonrió, cogió de la mano a la tía Sonia y se encaminaron al comedor.
El resto, como suele decirse, es historia. Después de muchas explicaciones, llantos, plegarias, maldiciones y hasta un abogado; me fui a vivir a casa de mi tía Sonia. Otro día os explicaré la relación con mis padres, pero llevará mucho tiempo. En estas clases abordaremos muchos tipos de relaciones, todas de hecho. Este máster está orientado a ir mucho más allá de la psicología tradicional. Incluso se mezcla con la medicina... Había una tensión palpable en el aula. Sí, veo vuestras caras. Tengo dieciocho años, sí. Un trastorno autista y algo parecido a una capacidad intelectual elevada. Y sí, todo lo que habéis leído en la web de la universidad es cierto. Es otra cosa que podemos hablar otro día si queréis... pero eso si que va a llevar mucho, mucho, mucho tiempo. De momento, empecemos las clases. Por cierto, me podéis llamar Sofía.


"En pleno siglo veintiuno,
Que tenga que venir la Ana a rebatir a Freud,
La tradición es larga desde Nietzsche hasta Unamuno,
De Aristóteles a Darwin, desde Franco hasta Rajoy
(...)
Que venga Dios y lo vea,
como a Gea se la marginó,
Ardió en la hoguera con tres brujas durante la Inquisición,
Vale que monten sus ministros
Festivales feministas contra la segregación,
Alimentando el tópico con discriminación
Positiva que es mentira, no es ninguna solución.
Yo hago lo que quiero bajo el 'niña no andes sola',
Mujer en toda regla, POETISA con mayúsculas."
Lisístrata, Gata Cattana




A P.B.P. Este cuento es por y para ti. Te pertenece por derecho. Gracias por la inspiración, por tu ayuda, por tus palabras y por todo. Gracias por ser.
Creative Commons License
Esta obra está publicada bajo una licencia Creative Commons.