martes, 26 de julio de 2011

Pasado (Epílogo)

Amar no es solamente querer, es sobre todo comprender. Françoise Sagan

Más nervios. No parece demasiado enfadado. Muchos más nervios. Se acerca.
- Cuánto tiempo…
- Sí… mucho… ¿por qué te fuiste?
- Tenía que hacerlo. Si me dejas explicártelo, con un poco de suerte, a lo mejor no llegas a compartirlo, pero espero que sí a comprenderlo. ¿Me dejas?
- No sé si necesito entenderlo. Siempre he creído que tenías tus motivos. En cierto modo, lo entiendo.
- Fue lo más difícil que he hecho en mi vida. Y ahora, volver a verte…
- Te habías olvidado, ¿a qué si? A mi me pasa igual. Hacía mucho que no pensaba en ti. Y, cuando lo hacía, intentaba apartar el hecho de que te fueras… sin decirme nada. Intentaba quedarme con los buenos momentos. Sin rencores. Sin reproches.
- Y ahora al verme…
- Y ahora al verte no sé qué pensar. Ha sido un shock, la verdad. Ahora mismo estoy confuso. Supongo que podemos volver a empezar de cero.
- Sin reproches, sin rencores… empezar de cero.
- Será difícil… pero lo más difícil ya lo he pasado…
- ¿Lo más difícil ha sido olvidarme?
- Nunca te he olvidado. Sólo aparcaba tu recuerdo.
No nos dimos cuenta pero aquello avanzaba. Quedábamos más. Empezamos a salir. No habíamos cambiado tanto. Seguíamos siendo aquellos jóvenes ávidos de experiencias… pero no tan jóvenes. Los dos teníamos miedo. Miedo a comprometernos, a hacernos daño otra vez, a sufrir, a fracasar una vez más. Pero apartando el miedo nos teníamos el uno al otro. Siempre nos habíamos tenido. Volver a recordar lo que nos había unido, en lo que habíamos conectado, lo que habíamos compartido. Sin reproches. Sin rencor. Sin miedo. Todo era emoción. Todo era pasión. Todo era amor. En realidad no hacíamos nada más que quedar, hablar, beber, fumar, besar…
La vida da muchas vueltas. El trabajo nos reportaba unos buenos ingresos, pero la vida en la ciudad es muy cara. Los dos nos encontramos en el dilema de la búsqueda de hogar. A los dos se nos daba muy mal vivir solos. Encajamos las piezas. Buscamos una casa. Una vida en común. Una vida compartiendo techo. Sobre todo, somos amigos. Compañeros de piso. Con algo más, está claro. Pero nada de etiquetas. Nada de juicios. Nos lo pasamos bien. Nos ayudamos y nos queremos.
Pero también trabajábamos juntos. Eso empezó a ser demasiado. No por el trabajo, ni por el vernos a todas horas… estábamos encantados. Nuestra complicidad se reforzaba a cada minuto juntos. Pero empezó a generar tensión; justo en el momento en el que la cúpula del Proyecto M se reunió con los militares. Una vez más, los avances tecnológicos en manos de la muerte y la destrucción.
Una vez más… desapareció. Pero esta vez era distinto. Desapareció sin motivos. Salió de la reunión. Apartada del proyecto. Dada por desaparecida. Horas de búsqueda. Días de espera. La casa se me hacía enorme. Todo me recordaba a ella. No podía levantarme de la cama. No podía estar en casa. No podía vivir. No sin ella. Dejé de trabajar. Empecé a beber. Empecé a salir. Quería quemar mi vida. Quería olvidar. Quería morir. Me cambié de casa. Un apartamento pequeño. Una habitación, cena para uno, vino para tres. La noche quemaba mis pecados. La droga liberaba mi alma. El mal me invadió.

Lo que se hace por amor acontece más allá del bien y del mal. Friedrich Nietzsche

lunes, 25 de julio de 2011

Venganza

Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón. Jorge Luis Borges

La muerte de marino, la única redención. El cómo, mi única obsesión. Volver al pasado a través de los recuerdos de Brune, volver a morir. He salido del sótano del doctor en medio de sudores fríos y con la vista borrosa; tambaleándome. La cabeza me da vueltas. Necesito pensar ¿Dormir? No. Drogarme. La droga calma el dolor, aclara la mente. Así es. La he conseguido fácil, como siempre en la ciudad. Vuelvo a mi “hogar”. Preparo el plan. Estudiaré sus movimientos. Lo he hecho antes. Tengo lo necesario. Preparo las armas. Es el momento de la venganza.
Días siendo una sombra, siguiendo a la presa entre la maleza, la gente me oculta, soy el susurro en el viento. Suficiente información sobre el objetivo. Preparación del material. No puedo fallar.
Esta noche le toca trabajar. Sólo un vigilante. Las cámaras localizadas. La llave que abre todas las puertas. Y una nueve milímetros en el cinturón. Doce en punto de la noche: comienza la acción. Cambio de turno en la garita. Dos minutos y el despacho de marino. Sentado en el despacho hace un descanso saboreando un habano y un buen bourbon… los mejores habanos y el mejor bourbon. Todo encaja perfectamente. Asombrosamente fácil. No hacen falta presentaciones. Aparezco ante él, encañonándole. No hacen falta presentaciones.

- Morirás por el daño que has causado.
- Que te he causado, ¿no?
- A mí y a los míos.
- Sólo a ti, lo sabes.
- Olvidas a Brune.
- No le causé dolor… su muerte te la causó a ti. Le di un buen trabajo, le di un futuro y ¿cómo me lo
pagó? Intentando hundir el mejor negocio de la historia. Acción reacción. Causa y consecuencia.

- ¿Ahora velas por el equilibrio del universo? Pensaba que sólo querías poder y dinero.
- Me sobran de ambos… a espuertas. El universo es el único poder superior al mío. Hay que saber arrodillarse antes de la derrota. Deberías tomar nota.
- Puesto que no pienso aceptar más que la victoria o la muerte… y visto que tienes experiencia, creo que deberías ser tú quien se arrodillara. No puedes imaginar mi poder.
- Sé mucho más de lo que crees. Sé quiénes sois tú y tu hermano. Sé quiénes eran vuestros padres. Y el porqué de vuestro poder.
- ¿Cómo? ¿Quién eres? ¿Qué sabes?
- ¡¡Jajajajaja!! Ahora la opción de matarme ya no parece tan apremiante, ¿verdad? Supongo que querrás hablar, preguntar cosas… me da igual. No pienso contestar. Mátame y acabemos con esto de una vez.
- Por un momento he querido saber qué te llevó a manipular y asesinar a inocentes. Creí que el poder y el dinero eran tus únicos objetivos. Intenté ponerme en tu lugar y tratar de comprender por qué alguien haría semejantes atrocidades. No encontré respuesta. Y es la única pregunta que te haré. Luego, morirás.
- ¿Qué lleva a un hombre a ansiar el poder más que el aire que respira? ¿Qué se siente cuando se es dios? Esa es tu respuesta. Quiero ser dios. Quiero hacer y deshacer a mi antojo. Quiero crear vida. Vida perfecta, sublime. No quiero cometer sus errores, no quiero odiar a mi obra. Quiero crear una nueva raza humana. No lo entiendes, ¿Verdad?
- No. Pero eso ya no importa. Eres un enfermo. Eso es todo. Tu megalomanía es de manual. No hay ni hubo dioses. Sólo humanos convencidos de lo contrario.
- ¡¡Jajajajaja!! No te has preguntado nunca por qué ves cosas que nadie ve, oyes cosas que nadie oye o sabes cosas que nadie sabe ¿Te has llegado a preguntar por qué seguís vivos? Tú y tu hermano sois lo más parecido a un dios. Algo por encima de simples humanos. Comparada con el poder de tu mente, la energía que ha empleado la humanidad hasta el presente no es más que una mota de polvo.
El hombre es de una miopía lamentable. Camina pesaroso, la vista baja, fija en sus pies. Sólo cuando tiene miedo vuelve su atención hacia el mundo, y entonces se apresura a vender su alma al primer dios o buda que le ofrezca una mínima esperanza.
En realidad, todos somos parte del flujo de una misma corriente. Ni siquiera los científicos llegan a entender los valores que manejan.
… el infinito… tiempo sin límites… espacio sin confines… energía allende la imaginación… y a la postre, ¿qué hacen con sus descubrimientos? Los comentan en cenas de sociedad, trocándolos por medallas y por su nombre impreso en los anales de la historia, tan sólo eso. Pero aún así… la corriente sigue fluyendo ante nosotros.
Cuando un hombre quiere ver a lo lejos, ¿qué es lo que hace? Entrecierra los ojos. Por mucho que uno abra los ojos… no acierta a ver lo que está fuera del alcance de su visión.
El universo fluye hacia su conclusión final. El arriba se vuelve abajo… la densidad se vuelve tenue… el orden aspira a la entropía… el último giro hacia la uniformidad de todas las cosas es inevitable e irreversible.
Los hombres se reúnen como para invertir el flujo de las aguas, pero en realidad sólo son juguetes a merced de la corriente. Pero aún cuando la corriente se los lleva… poseen un poder capaz de detener el flujo de las aguas. Cuando se sirven de ese poder, la corriente se detiene durante un instante… para reemprender su carrera a continuación, con redoblado ímpetu. Cuando lo tienen ante sus ojos, la gente reconoce el brío de la corriente y lo teme…*

Esa energía… ¿otra vez tu, hermano? No lo parece… es mucho mayor… como anclada en el tiempo… eterna… procede de… ¡marino! No puede ser… no puedo pensar… ni moverme… me atrapa… no puedes escapar; te tengo en mis manos… ¿todavía no lo entiendes, verdad? Somos iguales. Somos hermanos… incluso padre e hijo. ¡No! Eso es imposible… inaceptable… (aullido inhumano)… el dolor es insoportable… debo contraatacar… desplegar mi energía… generar, almacenar, expulsar.
He visto la explosión a kilómetros de distancia. No ha podido ser nadie más que mi hermano. Cuando llego, el panorama es desolador. La planta quinta de ese edificio, ahora es la terraza más alta del barrio. Dos cuerpos. Pósito y marino. Parecen medio muertos. Se mueven. Lentamente… moribundos. Mi hermano se levanta. Va hacia su adversario… creo que llegó su hora. Sólo necesito una razón para no acabar con su vida. Voy a morir en este preciso instante. Brune… yo…
- Es hora de matar a los dioses... y tu sólo eres un hombre.
Luz cegadora y desapareció. Y su energía también. Ese es mi hermano. Capaz de despreciar y amar la vida en décimas de segundo…

Vengándose, uno iguala a su enemigo; perdonando, uno se muestra superior a él. Francis Bacon





*Akira, el cómic. Monólogo de la Sra. Miyako a Tetsuo.

jueves, 2 de junio de 2011

Revelación

No basta decir solamente la verdad, mas conviene mostrar la causa de la falsedad. Aristóteles.

Alejarme del grupo fue difícil… pero de Pósito… casi no sobrevivo… me quería morir todos los días… no podía dejar de pensar en él… era una obsesión… era amor. Pero no había futuro. Ni en el barrio, ni en la ciudad… ni en nosotros. No pude dejar de aceptar aquel trabajo… tenía que pensar en mí… sólo en mí. Trabajar para el Gobierno es como todo, tiene su parte buena y su parte mala. Que marino fuera mi jefe entraba en lo malo… y que ella fuera la primera dama… peor. La parte buena eran contactos, un buen suelo, dietas, viajes en primera clase… y un trabajo interesante. Después de muchos trabajos menores, de proyectos sin importancia; por fin me llega uno a la altura de mis conocimientos: el Proyecto M. Todavía está en fase experimental. Un grupo de científicos y políticos (¿?) están intentando crear algo muy gordo… tarde o temprano reclamarán mi presencia.
Ha sido más tarde que temprano, pero bueno, por fin voy a conocer el equipo que trabaja en el proyecto M… no estoy nerviosa, es que lo nuevo me incomoda un poco. Hoy es el primer día del proyecto. Es tan secreto que ni siquiera he podido saber los nombres de mis compañeros antes de unirme a la investigación. He tenido que firmar montones de autorizaciones y declaraciones juradas de mi silencio. He dado prácticamente hasta mi número de pie… esta gente tiene montada una muy gorda. Eso sí, hace veinticuatro horas que me han dado un dosier más gordo que cualquier enciclopedia, lleno de fórmulas químicas y teorías físicas para que me ponga al día. Gracias. Es lo único que he podido decir. Las siete cincuenta y cinco… y ya me esperan. Esta gente se lo toma todo demasiado en serio… aunque por lo que he podido deducir del dosier, es algo muy, pero que muy gordo. Hola, buenos días y poco más. Se abren las puertas. Varias batas blancas. Todo hombres ¡¡¡Despro!!! Creo que hasta me he mareado de la impresión. Es increíble. Está aquí. Su cara refleja el mismo asombro que la mía. Que casualidades tiene la vida. Intentamos disimular como podemos. Tampoco tenemos mucho que decirnos… o no sabemos cómo romper el hielo. Paso el día poniéndome al tanto de cómo funciona esto. El proyecto, el grupo, los rangos, las autorizaciones… y no puedo dejar de mirarle de reojo… y a veces coincidimos… muchas veces. No me estoy enterando de nada ¿querrá hablarme? ¿Estará enfadado? ¿Qué pensará de lo que le hice? Estoy mucho más nerviosa que antes de empezar con este proyecto. Cuando terminamos la jornada laboral, un gesto cómplice me dice que nos alejaremos del grupo para hablar. Es la clase de señal que esperaba. Más nervios. No parece demasiado enfadado. Muchos más nervios. Se acerca.
Estamos en un gran despacho, rodeando una mesa ovalada, en la que en un extremo hay una pantalla con la imagen del presidente del país. Todo es convulso. Todo es raro. Miro a Pósito. No hay respuesta. Está concentrado en la pantalla. Me estoy empezando a marear. Empiezo a recordar cómo hemos llegado a esto. Un día llegó marino al laboratorio. Se reunió con el director del Proyecto M, Pósito. Espero que no ceda a sus pretensiones. Estoy segura de que quieren usar las bombas en algún país. La política exterior no es un secreto de estado. Estoy segura de que no se dejará corromper… a pesar de la discusión que tuvimos anoche por este mismo asunto... espero que todo salga bien. No me quiso comentar nada de la reunión… sólo que no probaríamos las bombas sobre civiles. Nunca le hizo demasiada gracia el ejército… y a marino le tenía un odio irracional. Esta reunión de urgencia con gente tan importante me escama. Seguro que marino ha llegado hasta el presidente. Tengo que hacer algo. Fingir malestar por la menstruación es una manera de escaquearte que sólo dominamos las mujeres… y que siempre funciona. Me escabullo hasta el despacho de marino, seguro que se guarda ases en la manga que ni el presidente conoce. Ese es mi objetivo. Me llevo una cámara por si puedo “documentar” algo. No me ha sido difícil entrar en el despacho… ni encontrar toda la información clasificada con las palabras TOP SECRET… ¿por qué lo pondrán tan fácil? Esto es un filón… un ruido… ¿me ha visto alguien? ¿Es eso una sombra? … otro ruido… me giro… un silbido… un aguijón… algo que me escuece en el cuello… me desmayo.
Lleváosla. Tenemos la cámara. Ya inventaré algo que contarle a Pósito. Hacedla desaparecer. No puede recordar nada. La quiero viva. Corto y cambio.

El que no conoce la verdad es simplemente un ignorante. Pero el que la conoce y la llama mentira, ¡ese es un criminal! Bertrold Bretch

jueves, 28 de abril de 2011

Confrontación

La diferencia entre un valiente y un cobarde, es que un cobarde se lo piensa dos veces antes de saltar a la jaula con un león. El valiente simplemente no sabe lo que es un león. Sólo cree que lo sabe. Charles Bukowski

Cuando llegó con el cadáver de Brune, todo estaba en silencio; demasiado silencio. El doctor no estaba con la máquina. Estará fumando. Sentó a Brune en ella. Lo preparó todo. El doctor seguía sin aparecer. Desenfundó la nueve milímetros. No contaba con que fuera armado. Habrá que cambiar la estrategia… espero tener fuerzas suficientes… el trance me ha dejado hundido… con el golpe de un palo lo desarmo, aunque delato mi posición. Ha salido de la nada, ¿quién es? Siento una gran fuerza… ¿hermano? Me has hecho daño y ahora lo pagarás. He perdido la pistola pero… me giro, me muevo, me escondo, ataco. Esquivo. Es rápido. Se oculta entre las sombras… como yo… siente mi respiración… como yo la suya… casi oigo sus pensamientos… No sé cómo has llegado hasta aquí, pero no me detendrás. Podemos estar luchando todo el día… pero sólo yo conseguiré mi propósito. Sólo yo poseo la verdad. Le lanzo una caja… esto está lleno de proyectiles. Esquivo. No puedo luchar en la penumbra… y esa caja ha levantado una cantidad de polvo que me impide respirar con normalidad… estoy cansado… es demasiado fuerte. La ira le domina ¿Es posible que su causa sea superior? ¿Es posible que le de fuerza? No sé cuánto podré aguantar… ¿Por qué me atacas, hermano? No comprendes la magnitud de nuestros actos. No comprendes la necesidad de redención. No podemos cambiar el pasado, pero si el futuro. Nuevo reparto de golpes. El terreno juega a mi favor. Parece confundido, despistado… la jugada de la caja ha dado el resultado esperado… aprovecharé mi ventaja… ya te tengo. Me supera. Ataca. Viene con todo… debo hacer… algo… esquivo… Le he dado, estoy seguro… Me ha dado… duele. Debo contraatacar… último ataque… bingo… el golpe le ha hecho tambalearse. Es el momento de huir o morir. Desapareció en una nube de polvo.

Encontró al doctor atado y amordazado en un rincón. Después de liberarlo encendieron la máquina. Ver sentado y convulsionando el cadáver de Brune fue entre triste y tétrico, pero mereció la pena. Actos deleznables en pos de un fin liberador, de la redención… profanar su cadáver para hacer el bien. Consiguió la información, supo cuál sería su siguiente paso.

Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad. Bertolt Brecht.

martes, 26 de abril de 2011

Némesis

Fiat iustitia et pirias mundus *

- Todo está conectado.
- ¿Cómo? ¿El qué? ¿Qué dices?
- Sí. Brune, marino, mi ascenso y mi caída.
- No te equivoques. El destino es insondable.
- ¿El destino? Tú te equivocas. Todo esto no tiene nada que ver con el destino. Esto es obra de hombres, de corporaciones, de intereses…
- No. Me niego a creer que hay hombres capaces de cometer semejantes atrocidades por dinero o poder. Me niego a creer que asesinaran a Brune.
- ¿Por qué si no? Todo tiene sentido. Nos han utilizado. Nos han guiado sutilmente hasta conseguir que hiciéramos su trabajo sucio. Brune me lo dijo… le borraron la memoria, la asesinaron. Me vengaré.
- No digas tonterías. Te estás obcecando. Brune estaba enferma, deliraba, no sabía lo que decía. No te obsesiones.
- ¡No es obsesión! Brune sabía algo… debo descubrir el qué. Si lo consigo, destruiré a marino. Esa será mi meta en la vida.
- No dediques tu vida a la venganza. Nunca sacarás nada positivo. La venganza te destruirá. No lo permitiré.
- ¿No lo permitirás? ¿Qué vas a hacer para detenerme? ¿Me vas a matar?
- Eres injusto. Sabes que me preocupo por ti, sabes qué es lo mejor para ti… y la venganza no lo es. La venganza nunca es una salida. No lo hagas… por favor.
- Siento que tengo que hacerlo, que es el único motivo por el que sigo vivo. O estás conmigo, o estás contra mi.
- Llámame Némesis.
- Así sea.

Y desapareció. Los siguientes meses fueron meses de perseguir sombras. De llegar siempre unas horas o unos minutos tarde. De estar a punto de descubrir algo, de encontrar una pista que le llevara a algún lado. Casi tenía un nombre. Casi llegaba a una dirección. Pero siempre casi. Siempre pasaba algo. Siempre llegaba tarde.Perseguirle le ocupaba demasiado tiempo. Tenía que adelantarse a sus pasos. Ir detrás de él no le llevaba a ningún lado. Volver a casa. Estudiar a su hermano. Sentir su dolor, su odio, su ira. Solo así conseguiría pararlo. Volver a casa y volver a utilizar la hierba. Sería duro. Sería difícil… sería la solución.
Necesitaba el recuerdo de un muerto. Necesitaba saber algo que no sabía nadie. Había oído decir que, en la ciudad, cualquier cosa es posible. Iba a poner límites a “cualquier cosa”. Llegó con mucho dinero y una nueve milímetros en el cinturón. Haciendo preguntas y rompiendo huesos consiguió un par de nombres. Un par de locos dispuestos a creerse dios. El primero que visitó debía llevar varios días muerto, atrapado en una máquina, siendo su propio conejillo de indias. Procuró no entretenerse demasiado, no hacen falta más problemas. El segundo, era un viejo que llevaba años encerrado en una residencia católica, tratado como un loco. Cuando le visitó, ni siquiera se extrañó de que le visitara un familiar inexistente… sabía perfectamente que ningún familiar, real o no, iría a verlo. Resultó no estar loco, más bien todo lo contrario. Resultó ser un brillante científico, perfectamente cuerdo, racional y sensacionalmente genial. Le habló de una máquina que le daría lo que andaba buscando. Le dijo que estaba en el laboratorio de un antiguo compañero. Le facilitó los datos. Llevaba varios días muerto, no hacía falta ir a verlo. Sé utilizar la máquina… ayudé a construirla. Sacarlo de la residencia tampoco fue difícil. Ni tampoco llegar hasta la máquina con el cadáver de Brune. Lo difícil, vino después.
Después de un trance que casi acaba con su vida, lo tuvo claro. El cadáver de Brune aparecía sentado en una extraña máquina, con los ojos muy abiertos. Ese sería el principio del fin. Encontrar la casa antes que Pósito, imposible. Fue más fácil seguirle. El factor sorpresa estaba a su favor.

Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos. Jorge Luis Borges.




* "Haz justicia aunque para ello se destruya el mundo", frase sacada del cómic, de la saga Constantine.

miércoles, 13 de abril de 2011

Mata a mis demonios y mis ángeles morirán también (El final del cuento de hadas)

Érase una vez que se era, en un lejano castillo, al fondo de un cañón. Nadie sabía cuánto tiempo llevaba allí… ni los más viejos del lugar. Pero vivían tranquilos, sin agobios. Con total normalidad. Lo que se viene haciendo en un castillo, vamos. Unos reyes, una corte, unos soldados, unos campesinos… lo normal.
Una patrulla de soldados de la puerta este, en su ronda nocturna, oyeron un ruido. Un golpe sordo, algo que se cae. Avanzaron con cautela hasta el lugar del que procedía el ruido. Con más miedo que vergüenza fueron apartando helechos y sorteando rocas. Hasta que se oyó una carcajada. El resto de soldados corrieron hacia su compañero.
¿Se puede saber de qué te ríes? Le preguntaron contrariados.
Alguien ha tirado un capazo de niño por el acantilado… nada más. Dijo entre risas. Pero… Buuuaahhhh!!! ¡El desesperado llanto de un bebé! Todos los soldados dieron un salto, asustados. Corrieron hacia el cesto y, efectivamente, había un bebé. Un bebé negro… sin sexo. Todos los soldados se miraron, dudando qué hacer. Las miradas terminaron en el oficial de guardia. Tragó saliva. Examinó el cesto y al bebé una vez más. Creo que este asunto merece la atención de nuestro rey. Dijo finalmente. Lo llevaron a dependencias donde una mujer del servicio lo lavó, alimentó y durmió. A la mañana siguiente se entrevistaría con el rey.
El rey era un rey normal. Con corona, con cetro, con capa, con corte, con reina. Tenía todo lo que un rey debía tener… excepto un heredero. El único hijo que habían tenido murió al poco de nacer, tras un parto doloroso que dejó a la reina maltrecha física y emocionalmente. Jamás pudo volver a concebir. El rey lo había aceptado. Intentaba ser feliz a pesar de todo. Lo conseguía la mayoría de las veces. Pero no podía evitar pensar en un vástago. A la reina le pasaba al contrario. Muy pocas veces pensaba en un nuevo parto. Lo hablaban y lo comentaban y, a veces, discutían. Pero se querían demasiado. Se querían todo.
Aquella mañana era una mañana normal para el rey normal. Desayuno normal, trabajo normal. Excepto por una nota de la patrulla nocturna. El oficial de guardia había encontrado un capazo con un bebé dentro. Al parecer cayó por el abismo. Curioso, cuanto menos. Dijo el rey. Que sea la primera orden del día, por favor. Le comunicó a su escriba. Así, el oficial de guardia sería el encargado de presentar el bebé ante el rey. El oficial expuso los hechos. No era difícil. Ruido, capazo, niño, rey.
¿Cómo pudo sobrevivir un niño en un capazo a semejante caída, oficial? Espetó el rey.
Lo desconozco, señor. Peinamos la zona, buscamos huellas, barrimos con perros. No había nada, sólo el capazo. Acertó a decir un oficial tan contrariado como el rey.
El rey solicitó una entrevista con la reina, que se encontraba cosiendo en su habitación.
Eh… señor… perdón, pero creo que debería examinar primero al niño usted. Dijo el oficial, temeroso de una futura sorpresa.
¿Acaso no es un niño normal? Avisad a la reina. Dijo el rey haciendo un gesto con el cetro. Un mayordomo corrió a avisarla.
Señor, no tiene sexo… y es negro. Dijo armado de valor el oficial, temiendo una reprimenda. El rey lo miró, miró el capazo y se acercó con desgana a examinar al bebé. Justo en el momento que hacía acto de presencia la reina.
¿Me has llamado mandar, mi rey? Dijo acercándose a él.
Cariño… quiero que veas esto. Se lo encontró el oficial ayer por la noche en el exterior del castillo. Se apresuró a decir el rey. La cara de la reina era la viva imagen de la sorpresa. No acertaba a decir nada. Movía la boca incapaz de articular palabra. Se acercó al bebé y lo cogió en brazos. Lo aplastó contra su pecho y lloró. El rey la abrazó y todas las mujeres de la corte sollozaron o lloraron a lágrima suelta.
Pasaron los años más felices de sus vidas. El pequeño bebé crecía sin problemas. Se hacía una personita cada vez más grande y hermosa. Durante mucho tiempo pensaron un nombre. Y un día, se dieron cuenta de que la palabra Boj, le hacía reír. Ya tenía un nombre. Y siguió creciendo. Tenía un carácter arisco. Posesivo. Cosas de niños, decían unos. Es hijo único, es normal, otros. Pero no era tan normal. Sus padres le mimaban, le cuidaban, le enseñaban, le educaban, le alimentaban… pero nada era suficiente. Siempre necesitaba más. A medida que iban pasando los años, exigía más atenciones, más alimento, más cuidados, más todo. Iba absorbiendo recursos a su alrededor, hasta que pronto el castillo se le quedó pequeño. Veía a los reyes envejecer más y más cada día. Les estaba absorbiendo la energía. De todo lo que le rodeaba. De todo lo que tocaba. Nada le llenaba. Siempre necesitaba más. Siempre faltaba algo. Y decidió salir a buscarlo, fuera del castillo. Con gran dolor y pesar se lo dijo a sus padres. Todos en la corte lloraron. Después de mucho hablar, decidieron que era lo mejor. Así, recogió enseres indispensables y partió, para no volver.
Lo más duro fue pasar el puente levadizo. No quiso mirar atrás. Sabía que sus padres estarían mirando, llorando, sufriendo. Sólo hacia delante. Sólo avanzar. Y así hizo. Caminar. Paraba en un riachuelo a echar un trago. Cogía algún fruto de un árbol conocido. Disfrutaba del paisaje, del camino. La primera noche también fue muy dura. Dormir al raso, sin nadie más a tu alrededor. Muy difícil. De puro cansancio consiguió dormir algunas horas. Luego, otra jornada de camino. En ningún momento se planteó parar, girar, volver. Única y exclusivamente hacia delante. Tras muchas jornadas de viaje, un mediodía, en un amplio camino, rodeado de hermosos árboles, con el ruido de un río de fondo; vio una figura. Al principio borrosa, lejana. Luego cada vez más nítida. No hacía excesivo calor para ser un espejismo. Se acercaba decidida, segura. Igual que yo, pensó. A medida que se acercaban iban aminorando el paso. Cautelosos. Llevaban mucho tiempo sin ver a nadie. Viste prácticamente igual que yo. Pensó. Tiene mi misma estatura. Pensó la misteriosa visión.
¿Hola? Acertó a escuchar de entre sus pensamientos. No creo que los espejismos hablen. Pensó.
Hola… buen día. Estaban lo suficientemente cerca como para hablar sin gritar… y como para verse. Tenía un cuerpo normal. Un pelo normal, como el suyo. Un rostro normal, como el suyo. Se miraron a los ojos. Silencio. Pausa. Brisa. Susurra uno, susurra otro… no puede ser>. El tiempo ya no pasaba, o sí, que más daba; a lo mejor se perdió en sus ojos y lo estaban buscando. Sin saber cómo, se dieron las manos, sonrieron. Hay quien dice que brillaban más que el propio sol y que, avergonzado, se escondió tras la luna, oscureciéndolo todo menos sus ojos. >No quiero pasar un segundo de mi vida sin ti. Dijeron al unísono. Y se besaron. Y fue tan bonito que el sol volvió a salir para sonrojarse disfrutando de tanto amor.
Los dos tenían vidas paralelas, les había pasado exactamente lo mismo, eran exactamente iguales, habían caminado lo mismo para llegar hasta ese preciso punto. Allí, a la orilla del camino, oculta entre los árboles, hicieron su casa, su hogar.
Volvieron a ver a sus padres, crearon una familia normal, con una vida normal… para siempre fueron felices.

FIN


"Somos lo que nuestros miedos, nuestros demonios interiores hacen de nosotros. Para seguir el camino que nos depara el destino, tenemos que vencer a esos demonios, sean familiares o desconocidos." Héroes.

sábado, 2 de abril de 2011

El tiempo es juez, en este juego de ajedrez sólo se vive una vez, pero se mueren demasiadas

Todo iba bien. O eso me empeñaba en creer. Siempre había algo que no… que no acababa. Lo veo ahora con la perspectiva que da el tiempo. Estuve bien. Estuve muy bien. He disfrutado de casi cuatro años de ella, de mi, de todo. Me molesta sobremanera que me digan que no la he querido. Que me lo diga ella me revienta. No puedes estar cuatro años con alguien sin quererla. Hace poco me dijo que la veía como una amiga… es posible. A lo mejor se acabó la pasión… a lo mejor nunca la hubo. El caso es que pasaron cosas. Cosas que dudé en contar. Y que al final, conté. Fue peor el remedio que la enfermedad. De habérmelo guardado para mi y haber sufrido… a compartirlo, sufrir y guardarme muchas más cosas. Ya no era lo mismo, aunque me empeñaba en convencerme de que si, de que todo iba bien. A lo mejor me engañaba… o eso pienso ahora. Pienso que me esforcé demasiado, cuando yo quería fluir. Pienso en sus palabras… y acabo por darle la razón. Desde luego me censuraba y me obligaba a estar bien. Y eso el cuerpo lo nota. Las lágrimas no tienen horario, ¿a que venís putas? ¿A que venís? Y perder tres kilos en quince días tampoco debe ser nada bueno. Así que, no sin mucho dolor, decidí un jueves. Discusión. Llantos. Fuga. Odio. Ejecuté un viernes. Mal. Se podía hacer mejor, sí. No sé hacerlo bien. A lo mejor fue huir. Quién sabe.
Luego… mucho hablar. Muchas explicaciones que me saltaban las lágrimas. Muchas veces… Aislao de la gente por miedo a echarse a llorar de repente otra vez. Toda la semana, ya sabes no tienen horario. Y poco a poco. El Padre Tiempo nos guía, nos calma, nos cura. Es duro. He sufrido… aunque siga habiendo gente que diga que no… no me importa. Ahora mismo, sólo me importo yo. Creo que quieren que me arrepienta… y yo siento que no puedo arrepentirme de algo que ya he hecho. Que no quiero arrepentirme de nada. Que el tiempo lo cura todo, que quita una pena otra pena y un dolor otro dolor.
Y, de repente, volví a nacer. Me invadió una sensación de tranquilidad. De paz. De sosiego. De calma. Me devolvió la vida. Y ya nada más importaba. Y desde ese preciso instante, no he dejado de sonreír. La miro y sonrío. Pienso en ella y sonrío. Me miro al espejo y sonrío. Si sonríe se ilumina la habitación, la ciudad y el universo entero. Si sonríe ya no tengo miedo. Ya todo está bien. Ya sólo necesito perderme en ese desierto azul que son sus ojos. Verla dormir me emociona. Que me hable me apasiona. Que me mire… me sonroja. Que me diga las cosas que me dice… siento mariposas en el estómago… me ruborizo… me encanta. Cada día que ha pasado, he notado como se me hinchaba el pecho de orgullo, de alegría… de paz. Cada minuto he disfrutado de ella. De sus palabras. De sus labios. De su piel. De sus ojos. De su pelo. De ella. Si está conmigo nada más me importa. Terceras personas, cuartas… todo me sobra, me basta con ella. Si me falta, la pienso. La imagino. Me muerdo el labio, aprieto las manos, cierro los ojos, suspiro y sonrío. Nunca me había sentido así. Todo esto es nuevo para mí. Peor que cuando teníamos quince años… yo nunca he debido tener quince años. Que me toque me emociona. Que me sonría me ilumina. Que me de un beso me apasiona. Cada segundo con ella es gloria. Cada segundo sin ella… un viaje a la imaginación… a sus ojos, a su pelo rubio… a su voz. Tengo la extraña sensación de felicidad irracional. Quiero contarle todo. Quiero decirle que le quiero cada segundo. Que me tiene aquí. Que siempre la querré. Que la necesito. Que le ha dado sentido a la vida. Quiero decirle que no se preocupe por nada, que, a su lado, todo está bien, todo es fácil, todo es fluir. Cuando me sonríe se me quita el miedo. Sus ojos me guían sin miedo. Me iluminan la existencia. Poder cogerle la mano. Mirar y que esté. Poder abrazarla. Poder besarla. Poder acariciarla. Que me pida que le haga cosquillas… todo, cualquier cosa, con ella… es increíble. Cada vez que cierro los ojos, veo los suyos. Sigue poniendo mi mundo del revés constantemente. Lo gira, lo agita, lo mueve… y cuando lo deja, todo es paz.
Y luego él. Ya nada es como era. Ya no hay reciprocidad. Ahora soy yo y antes era ella. Un miércoles cualquiera. Me pide tiempo, se lo doy. Si me pide la luna, también se la doy. No puedo negarle nada. Me tiene entregado, rendido. Y sigo aquí. Soñando con ella. Deseando besarla. Esperando. Conteniéndome. Es superior a mi. Pero respiro hondo, cuento hasta diez y pienso en mí… sólo en mí.
He aprendido. He aprendido mucho. Me he dado cuenta de que ahora mismo sólo quiero estar bien. Física y emocionalmente. No quiero obligarme a nada. No quiero censurarme. Quiero fluir. Y lo he conseguido. A días, a ratos, a momentos. Me siento enorme… como norma general. A veces… a veces me entra el miedo. Las dudas. No quiero volver a como estaba antes. No quiero retroceder. La única huída posible es hacia delante. No quiero huir. No estoy huyendo. Estoy mejorando. Estoy avanzando. Me siento bien. Relajado. Tranquilo. Quiero volver a trabajar. A la normalidad. A la tranquilidad. A veces quiero soledad. Libertad. Y a veces necesito compañía. Necesito sus ojos azules. Necesito su olor. No sólo vivo del aire, necesito tu sudor. Necesito que esté bien. Al precio que sea. No puedo verla volver a llorar como lo hacía antes. Somos amigos… algo que dije que podríamos ser… y me equivoqué… ahora volvemos a ser amigos… y me sabe a poco.
El futuro… dios dirá. Ahora solo quiero yo, amigos, música, mal. Mucho mal y mucha música. Siento que los necesito. La música me llena, me inspira, me relaja, me hace pensar. El mal… me evade, me hace pensar. Y los dos juntos… bufff… mucho.
Y ya. Yo y nada más que yo… bueno… siempre exagero… necesito rubia… o cerveza, no sé.
He cometido un error. Me he informado demasiado… aunque haya renegado mil veces del exceso de información. Las redes sociales no ayudan. Me gustaría volver al pasado. Por primera vez, me arrepiento de algo. De algo tan sencillo como juntar una ese con una i… no supe hacerlo a tiempo y ahora puede que haya perdido mi oportunidad. Quiero quedarme con los buenos momentos. Con esa sensación desconocida. Con esa pasión desbocada. Con esa complicidad. Pero ahora mismo… me duele demasiado. Intentaré disimular. Sonreír. Si lo pienso fríamente… no podía ser. Ella es demasiado para mi. Pienso que la he tenido. Que he sido feliz y que, aunque no vuelva a serlo nunca más, he podido sentirlo… y entiendo por qué la gente se engancha… es lo mejor. En realidad… no me hago a la idea de separarme de ella… no lo concibo, no puedo. Para mi lo es todo… es la vida. Pero no es mi decisión, es la suya. Yo ya tuve mi oportunidad… y la dejé escapar. Lo asumo, soy idiota. Ahora mismo no sé qué hacer. Me pierdo mirando el infinito… incapaz de pensar. No quiero pensar en no volver a verla… a hablar… a cogerle la mano. No quiero un adiós. Los odio. Pero tengo la extraña sensación de que nos abocamos a él sin remedio. No quiero. No puedo admitirlo. Nunca admitiré un adiós. La quiero. La necesito. Me muero sin ella. No quiero volver a morir. Quiero purgar mis pecados. Redimirme de mis malas acciones y decisiones. Quiero todo con ella. Y si es imposible…

"no sabemos donde vamos pero estamos,
pasa la vida,
lo que importa es lo que hagamos,
no lo que hicimos,
que lo que duele vuele sin amos,
fue que dijimos,
coño nos anestesiamos,
fumamos de memoria,
contra la monotonía del día a día,
todos los días,
nos escapamos,
de quien si no del tiempo,
de quien si no del llanto,
pero este miedo tiene su encanto...
Pasa la muerte,
por delante y me saluda
pa' que no me quepa ya ninguna duda,
huyo del castigo,
porque se que llevo dentro un enemigo,
y ciego sin vértigo,
mi sueño persigo.
Siente el ataque masivo de las cavernas,
mentales de este divo pasivo la guerra interna,
y los males colaterales hieren a los amigos,
aquí nos sobran los motivos, para seguir unidos
con la maldad de un dios,
con la bondad de un diablo,
y la impresión de solo yo, saber de que coño hablo,
hablo de que por mi parte ya hace años que estoy muerto,
lo descubrí y ¡desde entonces me divierto!
Hierba y vino,
alas blancas por un beso femenino,
¿tu con que levantas tu animo vecino?,
Yo con mis canciones compañeras de fatigas,
necesario es que me sigas,
no hace falta que te diga,
que el 90% de tu madre eres tú,
por si vas a matarte o a dañarte,
chico esos sukis que te dan, si,
son para alarmarte, pero,
no somos nada verdad, y siempre es tarde.”
Pasa la vida, Chulito Camacho (con Violadores Del Verso)

jueves, 31 de marzo de 2011

Aunque mi amor es por siempre, mi dolor es continuo y mi fracaso evidente y mi delirio constante.

Me da igual todo… absolutamente todo. A veces, odio mi forma irracional de pensar, de vivir. Me la suda todo lo que me rodea… menos ella. Lo es todo para mi… aunque a veces no lo parece. Mi general apatía se convierte en positivismo cuando estoy con ella. Sus historias me afectan, me siento ultrajado cuando ella me lo cuenta, me pongo en su lugar, empatizo. Pero casi nunca sé que decir y, lo que digo, suele estar equivocado, fallo. En realidad, me paso el día fallando… fallándole. Espera cosas de mi que nunca le doy. Espera actitudes normales, pero yo no soy normal, y la decepciono… normal. Me odio por eso. Generalmente no pienso. Actúo por inercia. Eso es difícil si no eres yo. Si esperas que haga algo, después de pensarlo, fallas en la base. Y yo te decepciono. Soy un desastre. Soy imbécil. Soy inútil. Y todo eso, en pareja, es complicado. Yo me limito a vagar sin esperar nada. Trabajo, ella, trabajo, ella. Todo lo que necesito es a ella. Estar me sobra. Pero es normal esperar más, hacer más, querer más. Y yo no soy normal. Todo me cansa, todo me aburre, soy todo hastío… doy asco. Cuando tu pareja espera algo de ti debes cumplir. Da igual si es un cumplido, un regalo o unos platos cuadrados. Debes cumplir. Y yo no cumplo. Y es ella la que se decepciona. Y yo me odio por eso. Pero no puedo ser lo que no soy… aunque lo intento. Todo me resbala. No puedo ver lo mono que es un armario o un pantalón… un pantalón es un pantalón. La subjetividad de todo me molesta, me agota. Todo me resulta lejano. Lo humano no es para mi. No soy normal, soy subnormal.
Si ella fuera medianamente exigente me habría dado la patada a los dos días de empezar. Nunca he sido un buen amante, amigo o compañero. Me preocupo por los demás, sí, nunca he sido egoísta; más bien todo lo contrario. Pero no tengo tacto. No sé medir mis palabras. No sé expresarme. No domino la cordialidad. Todo lo que digo suena siempre mejor en mi cabeza… bajo mis reglas. Nunca había tenido problemas, pero ella… ella es especial. Quiero ser como ella… pagaría por ser como ella… pero no puedo… y vuelvo a decepcionar. Esa es mi vida, una decepción tras otra. No quiero volver a decepcionarla… pero no sé que hacer. Estoy convencido de que la siguiente vez que espere algo de mi… voy a fallarle. Me quiere. Y me duele. Lo es todo para mi. Me quiere. Con mi imbecilismo. Con mis taras. Con mis miedos. Con sus decepciones. No quiero más de lo que tengo, no lo necesito… pero moriría si me faltara. Soy pasivo. Desesperadamente pasivo. Todo me parece bien… excepto lo que me parece mal. No me preocupa casi nada… ella, la familia… los amigos. Me pasaría la vida haciendo nada, y eso es difícil de asumir. No quiero más que ver la vida pasar… y unirme a ella en su paso. No me planteo nada. Quiero fluir. No quiero decidir, me vale con vivir. Sé que es una opción de lo más egoísta, pero yo que sé… hay gente que no vale para decidir… creo que soy uno de ellos. Todo me parece superfluo… todo menos mi vida, ella. La necesito. Pero es normal que me exija implicación… somos dos. Mi implicación siempre parece desidia y condescendencia. No puedo evitarlo. Soy vehemente en mis afirmaciones… demasiado. No me creo poseedor de la verdad, pero me explico difícil. En realidad… creo que mi sentido de la vida difiere enormemente del resto. En realidad… todo yo difiero del resto.
Tengo tantas cosas que agradecerle… empezando por su paciencia… infinita paciencia. O el amor que me profesa. Su comprensión. Su dedicación. Siempre reflexiono tarde. Siempre me doy cuenta de todo tarde. De que le he hecho daño. De que le he decepcionado. De que no mido mis palabras. De que no sé expresarme. Reconozco que no soy yo, reconozco los motivos cuando ya no estoy contigo. Me doy cuenta tarde de que tengo miedo. Miedo de fallarle, una vez más, y que sea la última. Miedo de que no me soporte. Miedo de que no confíe en mi. Miedo de equivocarme y hacerle daño. Miedo de que no sea yo su de momento. Miedo de que llegue el día en que se dé cuenta que hay muchos otros que le ofrecen lo mismo que yo… y muchos más que le dan el doble que yo… que le dan lo que ella quiere, lo que ella necesita. Yo sólo le doy… disgustos. Cabreos. Llantos. Decepciones.
He puesto tantas veces a prueba su amor que ya ni me acuerdo… y siempre sigue ahí, entregada. Debe sentir un amor que no logro comprender… que se me escapa. Nunca he sabido igualarlo. Ella siempre da más. Yo sólo intento estar a la altura, pero es imposible. Ella lo es todo. La perfección, con sus manías, TOCs, inseguridades, dudas, desconfianza… todo lo malo se lo provoco yo. Yo soy lo peor de ella. Soy su imperfección para ser perfecta. Soy lo que no le deja ser perfecta. La gente me pregunta y yo me pregunto… ¿cómo lo haces? ¿cómo es posible que siga contigo? Y yo no sé qué responder. Debe estar loca. Es algo que ni entiendo ni me pregunto… por si encuentro la respuesta.
Tengo el ochenta por ciento de la culpa de lo malo que le pasa. De sus preocupaciones. Se empeña en negarlo. Se empeña en repartir la culpa. Pero los dos sabemos que no es cierto. Que somos dos, pero sólo uno causa problemas. Sólo uno no se lo merece. Llevo más de tres años deseando ser como ella, parecerme aunque solo fuera un poquito… pero es imposible… ella es perfectamente normal y yo… yo sólo soy perfectamente imperfecto… amén de subnormal, anormal… variante de la normalidad… llamadlo como queráis.
Me dan vueltas sus palabras en la cabeza…
Me dice que si dudo, me deja. ¿Y si el amor acompañado de dudas fuera mejor? ¿y si esa duda nos uniera a los dos?. Y yo dudo de todo. No te fíes de alguien que no duda. Cómo puede no dudar de mi con todo lo que le he hecho… cómo puede no dudar de mi si yo soy el primero que duda ¿Cómo sabe que soy definitivo? ¿Cómo saber que es para siempre? ¿Cómo sabe ella que soy para siempre? Ni siquiera sé si yo me aguanto para siempre. De hecho, no me aguanto ni un rato. No me la merezco. Es demasiado para mi. Me lo perdona todo. Estoy tan bien con ella… entonces… ¿por qué me siento así? ¿Por qué tengo la sensación de que podría estar igual con cualquier otra? ¿Por qué creo que sólo estoy bien si estoy solo? ¿Por qué tengo la sensación de que le hago daño a todo el mundo?
Me dice que no sabe si podrá confiar en mi… normal… yo tampoco lo sé… yo ya no sé nada. No se lo merece. No se merece que le haga sufrir. No se merece que dude, cuando ella no duda. No se merece que no de… cuando ella lo da todo. No se merece mi apatía, cuando ella es acción. No se merece a alguien como yo. No se merece nada de lo que le hago. Empiezo a pensar que ni siquiera se merece que siga a su lado.

“Nada de verdad, seguro no me pasa nada,
no imagines cosas, no interpretes mal
Porque siento que esta vez hay una tensión distinta,
siento tardar en reclinar y ponerme en tu lugar

Reconozco esta sensación, es tan típico el sonido
de adiós como a un desconocido.
Reconozco la vieja canción, y sus notas sin sentido,
adiós...quizá en otra ocasión

Basta ya de divagar, no voy a especular
con las posibilidades
Donde vas?
has aprendido a andar sin tropezar
y sin apoyarte en nadie

Reconozco esta sensación, es tan típico el sonido
de adiós como a un desconocido.
Reconozco la vieja canción, y sus notas sin sentido,
adiós...quizá en otra ocasión

Tengo que conservar, mi estabilidad emocional,
si te vas a marchar, será mejor que lo hagas ya

Reconozco que no soy yo, reconozco los motivos
cuando ya no, estoy contigo
Siempre salta el contestador, aunque no haya salido,
adiós...

(quizá en otra ocasión...)
Déjame decir, no me encuentro bien
(quizá en otra ocasión...)
que estoy abatido, que no se perder
(quizá en otra ocasión...)
desde que era así, puedes conceder
(quizá en otra ocasión...)
un segundo...
(quizá en otra ocasión...)”
Adiós, Skunk D.F.


“Si encontrara a alguien a quien quisiera como a ti: nos daríamos un tiempo (ya sabes qué opino yo de darnos tiempo…), pues lo dejaríamos, con la esperanza de que si saliera mal, estarías ahí. De poder volver.”

Y ya todo ha acabado. Un adiós muy doloroso
Releyéndome una y otra vez… me he dado cuenta de que todo se podía ver venir… de que, al final, lo escribo todo… aunque no quiera, o no sepa verlo.
Esta entrada la escribí hace tiempo... bastante tiempo... en el que han pasado cosas muy importantes. Tengo mucho por escribir.

jueves, 10 de marzo de 2011

Asociación libre (Boli-terapia)

Difícil. Muy difícil. No sólo la entrada. Todo es difícil. La vida es difícil. Generalizando. Bufffff… muy difícil. Me encanta estar sin hacer nada. Pero nada de nada. Escuchar música. Me sobra. Me encanta. Me llena y me vacía. Me agita. Me calma. Me distrae. Me da qué pensar. Me da para escribir. Me eleva. Me evade. Me sumerge. Me transporta. Me motiva. Me guía. Me enseña. Me despierta. Me hace reír y llorar. Me acompaña allá donde voy. Me atrapa. Me ayuda. Canto. Grito. Hago aspavientos. Muevo la cabeza. Hago solos imaginarios. La gente flipa cuando me ve en el coche. Deben pensar que estoy loco… y sólo es música. Mucha música. Mi música.
Es lo que dice Sara de los principios. Todo es bonito. Todo es nuevo. Todo hace ilusión. Y luego… el tiempo. Y luego yo. Mi apatía. Mi desidia. Mi dejadez. Y otra vez las dudas. Y otra vez yo. Mi forma de ser. De pensar. Tengo un concepto demasiado único de la vida misma. Creo en el respeto y en el bien y eso no falla. Aspectos idílicos ante la marabunta de la Humanidad. Ya no hay bien. Ya no hay respeto. Sólo odio. Mi odio. Me odio a mi mismo, pero odio mucho más a la Humanidad. Odio el odio. Odio hasta el infinito la hipocresía y la demagogia. Me odio por odiar. A veces me odio por ser como soy. Por hablar sin pensar. Por pensar. Por no darle importancia a nada. O por dársela a todo. Por querer fluir y nada más… por todo y por nada.
Me disperso. Una canción. Una frase. El mal. Más mal. Corta y pega. Quiero decirlo todo. Quiero ponerlo todo. No puedo estar a todo. No puedo estar a dos cosas a la vez. Si me engancha la canción, si necesitaba una frase que encuentro, si el resto de la canción es enorme… corta y pega. Alimento un archivo de texto que no hace más que crecer… que multiplicarse. Lo abarca todo. Está lleno de ideas. De frases. De estrofas. De artistas. De escritores y filósofos. De músicos. De dioses.
Me releo. Me leo una vez, dos, tres… mil. No me gusta. Cambia esto. Añade esto. Te repites. Y en una de esas digo: publica. Y ya. Sin más. Luego la gente comenta… bueno, no. Da igual. Yo lo hago. Si alguien lo lee, estupendo. Me consta que lo leen, aunque no comenten. Me lo comentan personalmente. Y me encanta. Es la única vez que soporto que hablen de mi. Aunque muchas veces me obligue a comentar los entresijos de por qué una frase o una canción. En realidad también me gusta. Últimamente leen lo que escribo casi a la vez que lo escribo. No lo había hecho nunca. Está bien. A veces pueden aportar algo. Mola. A veces me escuchan leerlo. No me gusta tanto. Tendría que preparármelo. Ensayarlo. Entonces, a lo mejor, sonaría mejor. A veces hablo atropellado… como mi madre. Mi madre es peor, a veces hay que frenarla. Una santa mi madre. La mejor del mundo. Y que nunca se lo agradezca suficiente. Soy muy soso. Y muy despegado. Hasta con mis padres. No sé. Ahora que vivo fuera del nido, me doy cuenta de que interactúo con ellos lo mismo que cuando vivía con ellos: nada. Siempre he pensado que casi soy prescindible. Prácticamente no aporto nada. Es muy exagerado, lo sé. Si que hablo, comento. Con mi hermano bastante. Siempre tiene alguna historia que contar. No sé. Comentas una noticia. El fútbol. Poco más. Lo mismo que cuando voy ahora. Lo cierto es que voy mucho. Se está bien. Y se come bien… a mesa puesta. La independencia… no sé. Mola, sí. Es cara, también. Se disfruta, mucho. Todo tiene un lado bueno y uno malo. El malo soy yo.
Reparto tanto amor que no me queda para mi y sólo siento dolor. Hay un montón de gente que me quiere. Demasiada. En serio. Tengo suerte como si fuera tonto. Mi familia, mis amigos… la familia de mis amigos. No me lo creo. Y yo les adoro. Lo son todo para mi. Y me quieren con mis defectos. Con mis adicciones, mis idas de olla, mis cambios de humor, mis vaciladas, mis improperios, mis tacos, mi forma dispersa de hablar, mi mala memoria, mi pasotismo, mi todo. Y me dicen, y yo sé que tienen razón, que algo tendré cuando hay demasiada gente que te aprecia. Y es que soy buena persona, gracioso, amable, intento ser sincero, no deseo el mal a casi nadie, me esfuerzo, me dedico, a veces soy simpático, me río por casi todo. Un montón de cosas positivas. Lo sé. Pero no sé si me valen. Si me llenan. No sé cómo decirlo. Me sigo atormentando cuando hago daño. Cuando no soy capaz de hacer feliz a alguien. Todo sigue pareciendo culpa mía. Y ser simpático no me ayuda. No me vale. El dolor se apodera de mi. A lo mejor no es dolor. Es angustia. Es no estar a gusto y no saber por qué. Es… no sé. Desasosiego. Es no saber ser feliz. Es no saber si se es. Es el eterno “y si…” Es por momentos. No es nada, en serio. Es a veces. A veces muchas veces y a veces pocas veces. Pero cuando es… duele. Duele mucho. Y me despierta por la noche. Y no sé por qué. Y me vuelve a atormentar. Y vuelvo a recordar esa frase, esa otra. Esa dejadez. Esa cobardía. Esos ojos.
Y llega otra canción… y me vuelvo a empanar. Y vuelvo a divagar. Y es otra canción. Y otra. Y otra…

“Ahora ya sabes a lo que me refería
de nuevo has visto derrumbarse tu castillo
y otra vez corres como un pollo sin cabeza.
Te mueves por las calles de la incertidumbre
buscando una respuesta a la desolación,
me temo que la realidad, es tan triste.
Nuestros principios mas sagrados
se vuelven humo y desaparecen,
buscamos algo para llenar este vacío,
pero todo esta muy mal.
Y al final, como siempre se suele decir,
solo las pequeñas cosas son las que cuentan,
lo demás solo son pasatiempos.
Son solo ciclos cada vez mucho más cortos,
más cortos a cada nuevo desengaño,
me temo que la realidad, es tan triste.
Siempre buscamos las respuestas
que den sentido a nuestra existencia,
no vamos a estar aquí porque sí,
vamos cambiando, y siempre es igual,
cuando dura demasiado todo es igual.”
Las pequeñas cosas, Soziedad Alkoholika

lunes, 14 de febrero de 2011

Son tan efímeros los encuentros y tan largo recordar

A veces me daba por pensar en aquellos tiempos… cómo había cambiado todo. Cómo habíamos cambiado. La delgadez y la juventud, co, ya no vuelven más. No sé si fueron las circunstancias, la sociedad, la juventud, la distancia, mi eterna indecisión o las guerras; pero algo pasó para que todos cambiáramos… para que nos separáramos… para que nos olvidáramos.

Brune se me aparecía en sueños. No me dejaba dormir. Se estaba convirtiendo en la obsesión que ya fue. ¿Puede una persona poner tu mundo del revés? Puede… incluso cuando hace años que desapareció de tu vida. Ya lo puso el día que la conocí… y sólo tuvo que sonreírme. Desde ese preciso instante supe que sería parte de mi, para siempre.

Teníamos entre veinte y treinta años. Toda la vida por delante. Acabábamos de conocernos, pero era como si ya nos conociéramos ¿Puede ser un mes toda una vida? Puede… o lo parecía. Todo era nuevo, excitante, gratificante… ilusionante. Todo cambiaba. Nueva música, nuevas drogas, nuevas fuerzas políticas, nuevas modas, nuevas bandas callejeras… todo era cambiante. Sobretodo nosotros. Todo pasa tan deprisa un beso una sonrisa se van sin aviso.

No paraba de pensar en ella. ¿Qué habría sido de su vida? Siempre la misma pesadilla. Aparece, me llama, se va. No he tenido contacto con alguien del grupo desde que murió… tanto que ni me acuerdo. No sé qué ha sido de ellos… si viven, ni dónde trabajan… ni de sus familias. No es que me haya planteado buscar a alguien pero…

No es que fuéramos excesivamente activos, pero estábamos a todo. Éramos unos cuantos y podíamos abarcar muchos proyectos. Funcionábamos en comuna, todos iguales. Son inevitables los roces, pero se sacaba algo positivo de ellos… casi siempre. Nos reuníamos todas las tardes después de clase. Al principio solo por charlar, por arreglar el mundo. Íbamos siempre al mismo parque… como tantos otros. Allí se juntaba toda clase de suministradores. Rondaban a los grupos de chavales, como nosotros, ofreciéndonos cualquier cosa: droga, porno, artículos de lujo, pequeños electrodomésticos, gafas de sol… había dos o tres que manejaban el parque, pero uno de ellos siempre insistía con nosotros. Hasta que tuvo éxito. Drogas. Desde la bebida hasta el jaco… todos nos drogábamos con algo. Las quedadas para charlar pasaron a ser para drogarse y charlar. Un día dejamos de hablar. Nos comenzamos a mover. Queríamos arreglar el mundo de verdad. Estábamos convencidos de que éramos el futuro. Entre todos, podríamos moldear un mundo de paz y libertad. Algunos pensaban en la no violencia como vía para la paz… otros no. Hubo un gran cisma en el grupo. La violencia estaba a punto de separarnos. Algo que nos era totalmente ajeno nos iba a separar. Algo que no habían conseguido años de disputas y drogas. Años de amor y de odio. Años de decepciones y alegrías. Años de lucha. Nos dimos tres días de distancia. Al tercer día, decidiríamos el futuro. La reunión duró horas y drogas… casi todas. Y de repente, fue Siddharta quién nos habló: “el camino de en medio”. Y así fue. Acordamos pequeñas acciones violentas que no fueran contra las personas. Y comenzó la lucha callejera. Convencimos a otros grupos a base de acción y charlas. Multinacionales, el gobierno, el ayuntamiento, la policía, las asociaciones de vecinos… todo el que fuera afín al sistema, recibía una lección. Estábamos pletóricos. Estábamos haciendo realidad nuestro sueño… cambiábamos el mundo. Y de repente… ella. No sé cómo no había reparado antes en ella. Supongo que era impulsivo y obcecado… y ella demasiado joven. Pero de repente… ya no me importaba nada… sólo protegerla. Escucharla. Ayudarla. Reírme. Vivir. Y lo convulso del mundo me daba igual. Todo el caos y la destrucción eran lo de menos… pero fueron decisivos. Todo a mi alrededor era desolador… pero estaba ella. Todo era muerte y destrucción… pero estaba ella. Por ella vivía. Por ella me levantaba. Por ella mataba. Pasábamos horas juntos… casi todas. Hablábamos. Nos reíamos. Llorábamos. Todo mi mundo era ella. Nada más me importaba. Lo cierto es que él no es nada si ella deja de imaginarle. Hacíamos mil y un trapicheos para estar siempre juntos. Para coincidir en todo. Algún día tenía que pasar. Nos separamos. Un día, sin más. De repente… uno de los dos no apareció. Y así sin más, se fueron. Pensando que antes de conocerse no sabían lo que era sufrir. Y se acabó. Y ya no había mundo. Ya no había vida.

Hace días que vago sin rumbo por las calles de lo que fue nuestro barrio… nuestro hogar. Todo ha cambiado… todo cambiante. Si alguna vez estuve aquí, este sitio no se le parece en nada. Ya no lo reconozco. Ya no es mi hogar. Ahora duermo aquí… en una habitación desocupada. Sólo camino, sueño… ahora también me habla en sueños. Me pide que la encuentre. Yo ya no sé que hacer. No puedo dormir. No la puedo encontrar. No puedo vivir. Por lo menos, estos paseos me mantienen entretenido. A todo el mundo miro, intento reconocer, intento buscar a alguien que no conozco. Me estoy volviendo loco. Suelo sentarme en un banco de lo que un día fue un parque y descansar… beberme una cerveza… y siempre es el mismo banco… y no sé por qué. Hasta que lo he entendido. Allí estaba ella. Delante de mis ojos. Y no había sabido verla. Envuelta en harapos y sobre una cama de cartón. Aquí está Brune. No me reconoce, me mira extrañada. Le digo que no se preocupe. Que le voy a ayudar. Que no pasa nada. Me dice que está enferma. Débil. Me dice que no se acuerda de su nombre. Le digo que lo lleva tatuado donde la espalda pierde su nombre… Brune. Le digo que le compraré ropa y se podrá duchar. No entiende nada. Consigo un par de espejos y le enseño el tatuaje. Dice que no sabe quien soy, pero que me quiere. Vamos a la habitación, después de comprar algo de ropa nueva. Se ducha. Se viste. Sigue preciosa. Me dice que le han borrado la memoria. Que sabe algo que no debería saber, pero que no sabe lo que es. Dice que la querían matar, hasta que desapareció. Dice que me pueden matar por hablar con ella. Que la siguen buscando. Yo creo que está paranoica. Le doy un tranquilizante y que duerma en la cama. Me paso la noche en vela, inquieto, vigilante. Una vez más, no sé qué hacer. Ni a dónde ir. Ni si estamos seguros… una vez más, no sé nada. Aunque empiezo a sospechar. Se ha despertado con el olor a café y pastas que he traído de la cafetería. Por un segundo, sonríe, se olvida de todo… otra vez. Pero dura eso, un segundo. Vuelve esa cara de eterna preocupación, del peso del mundo, del peso del alma. Desayunamos. Le digo que tenemos que pensar algo. Que podemos ir a algún sitio. Me dice que me vaya donde quiera, que me aleje de ella. Quiero ayudarla. No permitiré que le pase nada. Debo protegerla. Insisto en irnos al norte, a la montaña. ¡Me sonríe! Por fin… por fin la reconozco… quiero besarla. Ella también. Nos besamos. ¿Puedes sentirte nacer y morir en décimas de segundo? No respira. La sujeto con mis manos, le hablo… pero ella no respira. Primeros auxilios. Sigue sin respirar. Y a mi me duele tan adentro que no puedo ni llorar.


“Guardo tu cadáver en casa, para hablar con alguien cuando se apagan las luces, para oler la caducidad del amor, la ligereza de los años, el largo e idealizado recuerdo de momentos que fueron tan breves. No me cuentes nada esta noche. Sólo se oye el rumor de los gusanos en tu vientre. Te noto fría y rígida… ¿no habré dicho algo inapropiado verdad?

¿Por qué no bailamos?”

Enfermo, Skunk D.F.
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