jueves, 31 de marzo de 2011

Aunque mi amor es por siempre, mi dolor es continuo y mi fracaso evidente y mi delirio constante.

Me da igual todo… absolutamente todo. A veces, odio mi forma irracional de pensar, de vivir. Me la suda todo lo que me rodea… menos ella. Lo es todo para mi… aunque a veces no lo parece. Mi general apatía se convierte en positivismo cuando estoy con ella. Sus historias me afectan, me siento ultrajado cuando ella me lo cuenta, me pongo en su lugar, empatizo. Pero casi nunca sé que decir y, lo que digo, suele estar equivocado, fallo. En realidad, me paso el día fallando… fallándole. Espera cosas de mi que nunca le doy. Espera actitudes normales, pero yo no soy normal, y la decepciono… normal. Me odio por eso. Generalmente no pienso. Actúo por inercia. Eso es difícil si no eres yo. Si esperas que haga algo, después de pensarlo, fallas en la base. Y yo te decepciono. Soy un desastre. Soy imbécil. Soy inútil. Y todo eso, en pareja, es complicado. Yo me limito a vagar sin esperar nada. Trabajo, ella, trabajo, ella. Todo lo que necesito es a ella. Estar me sobra. Pero es normal esperar más, hacer más, querer más. Y yo no soy normal. Todo me cansa, todo me aburre, soy todo hastío… doy asco. Cuando tu pareja espera algo de ti debes cumplir. Da igual si es un cumplido, un regalo o unos platos cuadrados. Debes cumplir. Y yo no cumplo. Y es ella la que se decepciona. Y yo me odio por eso. Pero no puedo ser lo que no soy… aunque lo intento. Todo me resbala. No puedo ver lo mono que es un armario o un pantalón… un pantalón es un pantalón. La subjetividad de todo me molesta, me agota. Todo me resulta lejano. Lo humano no es para mi. No soy normal, soy subnormal.
Si ella fuera medianamente exigente me habría dado la patada a los dos días de empezar. Nunca he sido un buen amante, amigo o compañero. Me preocupo por los demás, sí, nunca he sido egoísta; más bien todo lo contrario. Pero no tengo tacto. No sé medir mis palabras. No sé expresarme. No domino la cordialidad. Todo lo que digo suena siempre mejor en mi cabeza… bajo mis reglas. Nunca había tenido problemas, pero ella… ella es especial. Quiero ser como ella… pagaría por ser como ella… pero no puedo… y vuelvo a decepcionar. Esa es mi vida, una decepción tras otra. No quiero volver a decepcionarla… pero no sé que hacer. Estoy convencido de que la siguiente vez que espere algo de mi… voy a fallarle. Me quiere. Y me duele. Lo es todo para mi. Me quiere. Con mi imbecilismo. Con mis taras. Con mis miedos. Con sus decepciones. No quiero más de lo que tengo, no lo necesito… pero moriría si me faltara. Soy pasivo. Desesperadamente pasivo. Todo me parece bien… excepto lo que me parece mal. No me preocupa casi nada… ella, la familia… los amigos. Me pasaría la vida haciendo nada, y eso es difícil de asumir. No quiero más que ver la vida pasar… y unirme a ella en su paso. No me planteo nada. Quiero fluir. No quiero decidir, me vale con vivir. Sé que es una opción de lo más egoísta, pero yo que sé… hay gente que no vale para decidir… creo que soy uno de ellos. Todo me parece superfluo… todo menos mi vida, ella. La necesito. Pero es normal que me exija implicación… somos dos. Mi implicación siempre parece desidia y condescendencia. No puedo evitarlo. Soy vehemente en mis afirmaciones… demasiado. No me creo poseedor de la verdad, pero me explico difícil. En realidad… creo que mi sentido de la vida difiere enormemente del resto. En realidad… todo yo difiero del resto.
Tengo tantas cosas que agradecerle… empezando por su paciencia… infinita paciencia. O el amor que me profesa. Su comprensión. Su dedicación. Siempre reflexiono tarde. Siempre me doy cuenta de todo tarde. De que le he hecho daño. De que le he decepcionado. De que no mido mis palabras. De que no sé expresarme. Reconozco que no soy yo, reconozco los motivos cuando ya no estoy contigo. Me doy cuenta tarde de que tengo miedo. Miedo de fallarle, una vez más, y que sea la última. Miedo de que no me soporte. Miedo de que no confíe en mi. Miedo de equivocarme y hacerle daño. Miedo de que no sea yo su de momento. Miedo de que llegue el día en que se dé cuenta que hay muchos otros que le ofrecen lo mismo que yo… y muchos más que le dan el doble que yo… que le dan lo que ella quiere, lo que ella necesita. Yo sólo le doy… disgustos. Cabreos. Llantos. Decepciones.
He puesto tantas veces a prueba su amor que ya ni me acuerdo… y siempre sigue ahí, entregada. Debe sentir un amor que no logro comprender… que se me escapa. Nunca he sabido igualarlo. Ella siempre da más. Yo sólo intento estar a la altura, pero es imposible. Ella lo es todo. La perfección, con sus manías, TOCs, inseguridades, dudas, desconfianza… todo lo malo se lo provoco yo. Yo soy lo peor de ella. Soy su imperfección para ser perfecta. Soy lo que no le deja ser perfecta. La gente me pregunta y yo me pregunto… ¿cómo lo haces? ¿cómo es posible que siga contigo? Y yo no sé qué responder. Debe estar loca. Es algo que ni entiendo ni me pregunto… por si encuentro la respuesta.
Tengo el ochenta por ciento de la culpa de lo malo que le pasa. De sus preocupaciones. Se empeña en negarlo. Se empeña en repartir la culpa. Pero los dos sabemos que no es cierto. Que somos dos, pero sólo uno causa problemas. Sólo uno no se lo merece. Llevo más de tres años deseando ser como ella, parecerme aunque solo fuera un poquito… pero es imposible… ella es perfectamente normal y yo… yo sólo soy perfectamente imperfecto… amén de subnormal, anormal… variante de la normalidad… llamadlo como queráis.
Me dan vueltas sus palabras en la cabeza…
Me dice que si dudo, me deja. ¿Y si el amor acompañado de dudas fuera mejor? ¿y si esa duda nos uniera a los dos?. Y yo dudo de todo. No te fíes de alguien que no duda. Cómo puede no dudar de mi con todo lo que le he hecho… cómo puede no dudar de mi si yo soy el primero que duda ¿Cómo sabe que soy definitivo? ¿Cómo saber que es para siempre? ¿Cómo sabe ella que soy para siempre? Ni siquiera sé si yo me aguanto para siempre. De hecho, no me aguanto ni un rato. No me la merezco. Es demasiado para mi. Me lo perdona todo. Estoy tan bien con ella… entonces… ¿por qué me siento así? ¿Por qué tengo la sensación de que podría estar igual con cualquier otra? ¿Por qué creo que sólo estoy bien si estoy solo? ¿Por qué tengo la sensación de que le hago daño a todo el mundo?
Me dice que no sabe si podrá confiar en mi… normal… yo tampoco lo sé… yo ya no sé nada. No se lo merece. No se merece que le haga sufrir. No se merece que dude, cuando ella no duda. No se merece que no de… cuando ella lo da todo. No se merece mi apatía, cuando ella es acción. No se merece a alguien como yo. No se merece nada de lo que le hago. Empiezo a pensar que ni siquiera se merece que siga a su lado.

“Nada de verdad, seguro no me pasa nada,
no imagines cosas, no interpretes mal
Porque siento que esta vez hay una tensión distinta,
siento tardar en reclinar y ponerme en tu lugar

Reconozco esta sensación, es tan típico el sonido
de adiós como a un desconocido.
Reconozco la vieja canción, y sus notas sin sentido,
adiós...quizá en otra ocasión

Basta ya de divagar, no voy a especular
con las posibilidades
Donde vas?
has aprendido a andar sin tropezar
y sin apoyarte en nadie

Reconozco esta sensación, es tan típico el sonido
de adiós como a un desconocido.
Reconozco la vieja canción, y sus notas sin sentido,
adiós...quizá en otra ocasión

Tengo que conservar, mi estabilidad emocional,
si te vas a marchar, será mejor que lo hagas ya

Reconozco que no soy yo, reconozco los motivos
cuando ya no, estoy contigo
Siempre salta el contestador, aunque no haya salido,
adiós...

(quizá en otra ocasión...)
Déjame decir, no me encuentro bien
(quizá en otra ocasión...)
que estoy abatido, que no se perder
(quizá en otra ocasión...)
desde que era así, puedes conceder
(quizá en otra ocasión...)
un segundo...
(quizá en otra ocasión...)”
Adiós, Skunk D.F.


“Si encontrara a alguien a quien quisiera como a ti: nos daríamos un tiempo (ya sabes qué opino yo de darnos tiempo…), pues lo dejaríamos, con la esperanza de que si saliera mal, estarías ahí. De poder volver.”

Y ya todo ha acabado. Un adiós muy doloroso
Releyéndome una y otra vez… me he dado cuenta de que todo se podía ver venir… de que, al final, lo escribo todo… aunque no quiera, o no sepa verlo.
Esta entrada la escribí hace tiempo... bastante tiempo... en el que han pasado cosas muy importantes. Tengo mucho por escribir.

jueves, 10 de marzo de 2011

Asociación libre (Boli-terapia)

Difícil. Muy difícil. No sólo la entrada. Todo es difícil. La vida es difícil. Generalizando. Bufffff… muy difícil. Me encanta estar sin hacer nada. Pero nada de nada. Escuchar música. Me sobra. Me encanta. Me llena y me vacía. Me agita. Me calma. Me distrae. Me da qué pensar. Me da para escribir. Me eleva. Me evade. Me sumerge. Me transporta. Me motiva. Me guía. Me enseña. Me despierta. Me hace reír y llorar. Me acompaña allá donde voy. Me atrapa. Me ayuda. Canto. Grito. Hago aspavientos. Muevo la cabeza. Hago solos imaginarios. La gente flipa cuando me ve en el coche. Deben pensar que estoy loco… y sólo es música. Mucha música. Mi música.
Es lo que dice Sara de los principios. Todo es bonito. Todo es nuevo. Todo hace ilusión. Y luego… el tiempo. Y luego yo. Mi apatía. Mi desidia. Mi dejadez. Y otra vez las dudas. Y otra vez yo. Mi forma de ser. De pensar. Tengo un concepto demasiado único de la vida misma. Creo en el respeto y en el bien y eso no falla. Aspectos idílicos ante la marabunta de la Humanidad. Ya no hay bien. Ya no hay respeto. Sólo odio. Mi odio. Me odio a mi mismo, pero odio mucho más a la Humanidad. Odio el odio. Odio hasta el infinito la hipocresía y la demagogia. Me odio por odiar. A veces me odio por ser como soy. Por hablar sin pensar. Por pensar. Por no darle importancia a nada. O por dársela a todo. Por querer fluir y nada más… por todo y por nada.
Me disperso. Una canción. Una frase. El mal. Más mal. Corta y pega. Quiero decirlo todo. Quiero ponerlo todo. No puedo estar a todo. No puedo estar a dos cosas a la vez. Si me engancha la canción, si necesitaba una frase que encuentro, si el resto de la canción es enorme… corta y pega. Alimento un archivo de texto que no hace más que crecer… que multiplicarse. Lo abarca todo. Está lleno de ideas. De frases. De estrofas. De artistas. De escritores y filósofos. De músicos. De dioses.
Me releo. Me leo una vez, dos, tres… mil. No me gusta. Cambia esto. Añade esto. Te repites. Y en una de esas digo: publica. Y ya. Sin más. Luego la gente comenta… bueno, no. Da igual. Yo lo hago. Si alguien lo lee, estupendo. Me consta que lo leen, aunque no comenten. Me lo comentan personalmente. Y me encanta. Es la única vez que soporto que hablen de mi. Aunque muchas veces me obligue a comentar los entresijos de por qué una frase o una canción. En realidad también me gusta. Últimamente leen lo que escribo casi a la vez que lo escribo. No lo había hecho nunca. Está bien. A veces pueden aportar algo. Mola. A veces me escuchan leerlo. No me gusta tanto. Tendría que preparármelo. Ensayarlo. Entonces, a lo mejor, sonaría mejor. A veces hablo atropellado… como mi madre. Mi madre es peor, a veces hay que frenarla. Una santa mi madre. La mejor del mundo. Y que nunca se lo agradezca suficiente. Soy muy soso. Y muy despegado. Hasta con mis padres. No sé. Ahora que vivo fuera del nido, me doy cuenta de que interactúo con ellos lo mismo que cuando vivía con ellos: nada. Siempre he pensado que casi soy prescindible. Prácticamente no aporto nada. Es muy exagerado, lo sé. Si que hablo, comento. Con mi hermano bastante. Siempre tiene alguna historia que contar. No sé. Comentas una noticia. El fútbol. Poco más. Lo mismo que cuando voy ahora. Lo cierto es que voy mucho. Se está bien. Y se come bien… a mesa puesta. La independencia… no sé. Mola, sí. Es cara, también. Se disfruta, mucho. Todo tiene un lado bueno y uno malo. El malo soy yo.
Reparto tanto amor que no me queda para mi y sólo siento dolor. Hay un montón de gente que me quiere. Demasiada. En serio. Tengo suerte como si fuera tonto. Mi familia, mis amigos… la familia de mis amigos. No me lo creo. Y yo les adoro. Lo son todo para mi. Y me quieren con mis defectos. Con mis adicciones, mis idas de olla, mis cambios de humor, mis vaciladas, mis improperios, mis tacos, mi forma dispersa de hablar, mi mala memoria, mi pasotismo, mi todo. Y me dicen, y yo sé que tienen razón, que algo tendré cuando hay demasiada gente que te aprecia. Y es que soy buena persona, gracioso, amable, intento ser sincero, no deseo el mal a casi nadie, me esfuerzo, me dedico, a veces soy simpático, me río por casi todo. Un montón de cosas positivas. Lo sé. Pero no sé si me valen. Si me llenan. No sé cómo decirlo. Me sigo atormentando cuando hago daño. Cuando no soy capaz de hacer feliz a alguien. Todo sigue pareciendo culpa mía. Y ser simpático no me ayuda. No me vale. El dolor se apodera de mi. A lo mejor no es dolor. Es angustia. Es no estar a gusto y no saber por qué. Es… no sé. Desasosiego. Es no saber ser feliz. Es no saber si se es. Es el eterno “y si…” Es por momentos. No es nada, en serio. Es a veces. A veces muchas veces y a veces pocas veces. Pero cuando es… duele. Duele mucho. Y me despierta por la noche. Y no sé por qué. Y me vuelve a atormentar. Y vuelvo a recordar esa frase, esa otra. Esa dejadez. Esa cobardía. Esos ojos.
Y llega otra canción… y me vuelvo a empanar. Y vuelvo a divagar. Y es otra canción. Y otra. Y otra…

“Ahora ya sabes a lo que me refería
de nuevo has visto derrumbarse tu castillo
y otra vez corres como un pollo sin cabeza.
Te mueves por las calles de la incertidumbre
buscando una respuesta a la desolación,
me temo que la realidad, es tan triste.
Nuestros principios mas sagrados
se vuelven humo y desaparecen,
buscamos algo para llenar este vacío,
pero todo esta muy mal.
Y al final, como siempre se suele decir,
solo las pequeñas cosas son las que cuentan,
lo demás solo son pasatiempos.
Son solo ciclos cada vez mucho más cortos,
más cortos a cada nuevo desengaño,
me temo que la realidad, es tan triste.
Siempre buscamos las respuestas
que den sentido a nuestra existencia,
no vamos a estar aquí porque sí,
vamos cambiando, y siempre es igual,
cuando dura demasiado todo es igual.”
Las pequeñas cosas, Soziedad Alkoholika
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