domingo, 24 de mayo de 2009

Solo peleando me convertiré en vencible (Parte dos)

“Una mañana de septiembre abrí los ojos y ella se estaba vistiendo. Tenía reunión a primera hora. Yo había cerrado un negocio a altas horas de la madrugada en un tugurio apestoso, no me pareció primera hora, así que me dí la vuelta y conseguí dormirme. No sé qué hora era, pero a mi me pareció que no habían pasado cinco minutos, cuando me despertó el golpe de una puerta saltando de sus bisagras y golpeando contra la cristalera del recibidor. No me dio tiempo a incorporarme cuando tenía a cinco fornidos policías agarrándome extremidades y amordazándome. El dolor me confirmó que aquello no era una pesadilla. Luego lo habitual. Interrogatorios, vistas judiciales, abogados, cargos. En resumidas cuentas: me acusaban de desfalco, prevaricación y estafa. Supuestamente había estado engordando una cuenta de ahorros híper millonaria en las Islas Caimán. De haberlo sabido, habría metido algo a plazo fijo. Evidentemente ese dinero, en gran parte, pertenecía a todos los habitantes del país. Tenía dos opciones. Ahorcarme con mi propio cinturón o declararme culpable de todo. Elegí la segunda opción… después de darme cuenta de que yo no llevo cinturón. Con las reducciones de condena por buena conducta y una deuda millonaria con papá Estado, los chorrocientos años de condena pasaron a ser sólo seis.
En tres días se celebraría la toma de posesión del presidente. Por tercera vez consecutiva era reelegido Marino. Había construido un imperio a base de masacrar países y explotarlos. Nunca en la historia habíamos tenido tantos conflictos. Se resucitaron viejas rencillas con los rojos. Otra guerra fría. Fuera del país la tensión era insostenible, pero dentro todo transcurría con total calma y placidez. Ella era la primera dama.”
Es evidente que no voy a fallar.
¡Bang!

En ese preciso instante, todo estalló. La tensión acumulada en todos esos años explotó como las bombas nucleares sobre la Tierra. Todo se fue a la mierda.
Yo ahora sobrevivo… y tengo un perro-flauta.

“La paz, era una paloma, y alrededor, los buitres”
Palomas y buitres, Soziedad Alkohólika.

sábado, 16 de mayo de 2009

Solo peleando me convertiré en vencible (Parte uno)

Y de repente, aquí estoy. A punto de cometer un magnicidio. Alguien dijo alguna vez que todo tiene un por qué… a lo mejor se veía venir.
“Siempre lo he dado todo de mí. Toda mi vida. Todos los días. Todo lo hacía bien. Al principio era sin querer. Sólo quería hacer las cosas bien. No sé. Por aquello de no hacerlas dos veces. O porque siempre he pensado que lo que merece ser hecho, merece que se haga bien. Luego empezó a ser afán de superación. Quería ser el mejor. No soportaba que hubiera alguien que pudiera decir algo negativo de mí. En realidad, no había nadie que pudiera decir nada malo de mí. Nunca he faltado a mi palabra. Nunca he engañado. Nunca he robado. Nunca le he hecho nada malo a nadie… o por lo menos no conscientemente. Con los amigos, abnegado. Con las mujeres, exquisito. La familia, encantada. En el trabajo, el mejor. Lo cierto es que me acerco peligrosamente a la perfección. Se empezó a esperar de mí siempre lo mejor. Siempre el máximo esfuerzo. No me iba mal. Por el momento parecía que pudiera dar lo esperado.
Con el tiempo se convirtió en mi modo de vida. Prosperé en el trabajo lo esperado, y ahora dirijo una de las filiales de un gran grupo empresarial, por supuesto, la que mejor funciona. Todo parecía funcionar a la perfección. De hecho, todo funcionaba a la perfección.
Tenía treinta y dos años y ninguna gana de ser el típico madurito interesante. Siempre impecable, elegante. Peinado clásico, a un lado. No había encontrado pareja estable… tampoco la buscaba… ni me hacía falta. Eso sí, cada noche con una mujer. No me faltaban, era el soltero de oro, pero ninguna consiguió atarme. Toda mi vida estaba perfectamente estructurada. Trabajo, deporte, ocio, cultura… todo cabía en mi calendario.
Y un día, de repente, llegó ella. Al principio sólo era la directora de una nueva empresa que íbamos a adquirir. Algo fácil. Dinero, firma, más dinero. Nos reunimos la primera vez en mayo, en un centro de negocios de las afueras. Teníamos que haber sido cinco, pero, extrañamente, el resto de invitados se excusó de su ausencia o, simplemente, nunca aparecieron. Decidimos continuar, sólo era una primera toma de contacto. Todo iba según lo previsto. Datos y más datos. Todo muy correcto. Concretamos una segunda reunión y nos despedimos. Ella se quedó recogiendo papeles y yo salí del edificio para coger el tranvía. Como tenía tiempo me pareció buena idea entrar en un pequeño bar, a dos manzanas de la estación, a tomar un café y leer la prensa. Pedí mi café y pagué. Fui al baño y, cuando salí, ya estaba allí. Tenía el pelo mojado, de repente había caído una breve tormenta. Y eso me pareció ella. Una tormenta. Estaba enfadada, despeinada, tenía un tacón roto y empapada. Me quedé boquiabierto, mirándola… hola… ¿no tendrá un paraguas?... no sé por qué lo hice, simplemente, lo dije: en casa… también puede secarse la ropa. A priori me pareció bastante atrevido y con un alto porcentaje de respuesta negativa. Pero luego recordé mi encanto personal, mi aspecto elegante y mi carisma. Evidentemente, aceptó. Todo lo demás se me pasó como un relámpago. Hicimos el amor esa noche. Amanecimos abrazados. Desde ese momento me enganché a ella como no lo había hecho con ninguna droga. Empezamos una relación. Amén de la profesional. Colaborábamos cada vez más. Teníamos proyectos paralelos. Hasta que convencí a la empresa para contratarla. Desde ese momento fuimos imparables. Conseguimos todo lo que nos proponíamos. Era el complemento perfecto… en todos los aspectos.
Me despertó el teléfono móvil. Eso sólo podían ser buenas o malas noticias. Odio despertarme con una llamada. Eran buenas noticias. El reciente presidente de la Democracia había aprobado nuestra propuesta, haríamos negocio con el Estado. El nuevo presidente era como el resto: una marioneta en manos de las grandes empresas armamentísticas. Con la única diferencia de ser un exmilitar con ansias de protagonismo. Como casi siempre, todo se conjura por un mismo fin. Las guerras, la situación social y económica y un presidente predispuesto. Era el momento de hacernos inmensamente ricos. A las diez de la mañana estábamos almorzando con el mismísimo presidente. Todo iba sobre ruedas. Ella le tenía encandilado, embobado. Marino, le llamaba. Cuántos contratos habremos ganado con uno de sus guiños. Todo salía, una vez más, a la perfección. Tiempo después, nuestras visitas a la Casa Grisácea –la residencia del presidente- empezaban a ser habituales. Asistíamos a todas las barbacoas. Hicimos amigos. Ampliamos el negocio a países “democratizados” por nuestra gran nación. Nos hicimos ricos y poderosos. Todo iba realmente bien.”

Sí, lo soy. Un cobarde es un hombre capaz de prever el futuro. Un valiente es casi siempre un hombre sin imaginación.
Charles Bukowski

lunes, 11 de mayo de 2009

Quid pro quo

Esto iba a ser una entrada súper bonita sobre la pareja. La vida en común. Todo muy positivo. Pero no sé, no puedo o no me sale. Lo intento, de verdad. Pero no puedo. Es cierto que últimamente no escribo demasiado. Por no decir nada. Es este estado de ánimo al que llaman “felicidad”. Me atenaza. Me distrae. Me atrapa. Y me encanta. No quiero dejar de escribir. Por supuesto. Pero es una putada no poder escribir en positivo. Pero a caminar se aprende andando. No es la primera vez que lo intento. A veces ha funcionado. Llevo tiempo preparando algo bastante grande, pero al paso que va… en fin. No sé por qué ni lo entiendo, pero me resulta mucho más fácil escribir agobiado, cabreado, triste, desganado… y ahora no lo estoy. En el tiempo que ocupo en pensar, no lo hago en negativo. Y así no se puede... pero bueno, es lo que hay. A lo mejor es porque estoy ocupado mucho tiempo, muchas horas al día. Tengo vida social. Tengo una pareja. El tiempo que no lo paso trabajando se divide en pasarlo con mi pareja y mis amigos. Hasta he disfrutado de unas vacaciones juntos. Nada une más. Me lo he pasado en grande. He aprendido mucho. He disfrutado. He compartido. Y todo eso me ha hecho pensar, sobretodo, en las relaciones humanas. En la familia. En la amistad. En mis relaciones en particular. Tengo la suerte de tener una familia encantadora. Grandes amigos. Y una pareja increíble.
He estado pensando en términos tan relativos como dar o recibir. Quién da más y quién menos, es una cuestión difícil de aclarar. Para mi es una mera cuestión de conceptos cuantificables. Yo doy sin esperar a cambio. Es un problema. Ha habido veces en las que me he preguntado si el único que daba algo era yo. Y otras me he dado cuenta de que daba bastante menos de lo que recibía. Es difícil. Cuando pasa en pareja es más complicado todavía. Pero es la vida en pareja. Ahora no me preocupo. Sé que lo da todo por mí… y yo por ella. Siempre tiro más de lo que aflojo / y siembro el doble de lo que recojo. Hay que saber ceder. Hay que sacrificarse. Hay que entregarse. Nunca ha sido un problema. En realidad sí. No siempre he sabido. A todo se aprende. Hubo un tiempo en el que me costaba ceder. Otro en el que no me entregaba. Hay tiempo para todo. Ahora llena mi tiempo. Me completa. Me encantás (con acento argentino).

“Todo pasa tan deprisa
un beso una sonrisa se van sin aviso
siempre fue precisa la manera de decirlo
una conquista cuando logro definirlo”
Víctimas del tiempo, La Cara B


Me ha costado mucho hilvanar algo medio decente… y ha quedado esto. Pero por lo menos es positivo, ¿no?
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