lunes, 25 de julio de 2011

Venganza

Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón. Jorge Luis Borges

La muerte de marino, la única redención. El cómo, mi única obsesión. Volver al pasado a través de los recuerdos de Brune, volver a morir. He salido del sótano del doctor en medio de sudores fríos y con la vista borrosa; tambaleándome. La cabeza me da vueltas. Necesito pensar ¿Dormir? No. Drogarme. La droga calma el dolor, aclara la mente. Así es. La he conseguido fácil, como siempre en la ciudad. Vuelvo a mi “hogar”. Preparo el plan. Estudiaré sus movimientos. Lo he hecho antes. Tengo lo necesario. Preparo las armas. Es el momento de la venganza.
Días siendo una sombra, siguiendo a la presa entre la maleza, la gente me oculta, soy el susurro en el viento. Suficiente información sobre el objetivo. Preparación del material. No puedo fallar.
Esta noche le toca trabajar. Sólo un vigilante. Las cámaras localizadas. La llave que abre todas las puertas. Y una nueve milímetros en el cinturón. Doce en punto de la noche: comienza la acción. Cambio de turno en la garita. Dos minutos y el despacho de marino. Sentado en el despacho hace un descanso saboreando un habano y un buen bourbon… los mejores habanos y el mejor bourbon. Todo encaja perfectamente. Asombrosamente fácil. No hacen falta presentaciones. Aparezco ante él, encañonándole. No hacen falta presentaciones.

- Morirás por el daño que has causado.
- Que te he causado, ¿no?
- A mí y a los míos.
- Sólo a ti, lo sabes.
- Olvidas a Brune.
- No le causé dolor… su muerte te la causó a ti. Le di un buen trabajo, le di un futuro y ¿cómo me lo
pagó? Intentando hundir el mejor negocio de la historia. Acción reacción. Causa y consecuencia.

- ¿Ahora velas por el equilibrio del universo? Pensaba que sólo querías poder y dinero.
- Me sobran de ambos… a espuertas. El universo es el único poder superior al mío. Hay que saber arrodillarse antes de la derrota. Deberías tomar nota.
- Puesto que no pienso aceptar más que la victoria o la muerte… y visto que tienes experiencia, creo que deberías ser tú quien se arrodillara. No puedes imaginar mi poder.
- Sé mucho más de lo que crees. Sé quiénes sois tú y tu hermano. Sé quiénes eran vuestros padres. Y el porqué de vuestro poder.
- ¿Cómo? ¿Quién eres? ¿Qué sabes?
- ¡¡Jajajajaja!! Ahora la opción de matarme ya no parece tan apremiante, ¿verdad? Supongo que querrás hablar, preguntar cosas… me da igual. No pienso contestar. Mátame y acabemos con esto de una vez.
- Por un momento he querido saber qué te llevó a manipular y asesinar a inocentes. Creí que el poder y el dinero eran tus únicos objetivos. Intenté ponerme en tu lugar y tratar de comprender por qué alguien haría semejantes atrocidades. No encontré respuesta. Y es la única pregunta que te haré. Luego, morirás.
- ¿Qué lleva a un hombre a ansiar el poder más que el aire que respira? ¿Qué se siente cuando se es dios? Esa es tu respuesta. Quiero ser dios. Quiero hacer y deshacer a mi antojo. Quiero crear vida. Vida perfecta, sublime. No quiero cometer sus errores, no quiero odiar a mi obra. Quiero crear una nueva raza humana. No lo entiendes, ¿Verdad?
- No. Pero eso ya no importa. Eres un enfermo. Eso es todo. Tu megalomanía es de manual. No hay ni hubo dioses. Sólo humanos convencidos de lo contrario.
- ¡¡Jajajajaja!! No te has preguntado nunca por qué ves cosas que nadie ve, oyes cosas que nadie oye o sabes cosas que nadie sabe ¿Te has llegado a preguntar por qué seguís vivos? Tú y tu hermano sois lo más parecido a un dios. Algo por encima de simples humanos. Comparada con el poder de tu mente, la energía que ha empleado la humanidad hasta el presente no es más que una mota de polvo.
El hombre es de una miopía lamentable. Camina pesaroso, la vista baja, fija en sus pies. Sólo cuando tiene miedo vuelve su atención hacia el mundo, y entonces se apresura a vender su alma al primer dios o buda que le ofrezca una mínima esperanza.
En realidad, todos somos parte del flujo de una misma corriente. Ni siquiera los científicos llegan a entender los valores que manejan.
… el infinito… tiempo sin límites… espacio sin confines… energía allende la imaginación… y a la postre, ¿qué hacen con sus descubrimientos? Los comentan en cenas de sociedad, trocándolos por medallas y por su nombre impreso en los anales de la historia, tan sólo eso. Pero aún así… la corriente sigue fluyendo ante nosotros.
Cuando un hombre quiere ver a lo lejos, ¿qué es lo que hace? Entrecierra los ojos. Por mucho que uno abra los ojos… no acierta a ver lo que está fuera del alcance de su visión.
El universo fluye hacia su conclusión final. El arriba se vuelve abajo… la densidad se vuelve tenue… el orden aspira a la entropía… el último giro hacia la uniformidad de todas las cosas es inevitable e irreversible.
Los hombres se reúnen como para invertir el flujo de las aguas, pero en realidad sólo son juguetes a merced de la corriente. Pero aún cuando la corriente se los lleva… poseen un poder capaz de detener el flujo de las aguas. Cuando se sirven de ese poder, la corriente se detiene durante un instante… para reemprender su carrera a continuación, con redoblado ímpetu. Cuando lo tienen ante sus ojos, la gente reconoce el brío de la corriente y lo teme…*

Esa energía… ¿otra vez tu, hermano? No lo parece… es mucho mayor… como anclada en el tiempo… eterna… procede de… ¡marino! No puede ser… no puedo pensar… ni moverme… me atrapa… no puedes escapar; te tengo en mis manos… ¿todavía no lo entiendes, verdad? Somos iguales. Somos hermanos… incluso padre e hijo. ¡No! Eso es imposible… inaceptable… (aullido inhumano)… el dolor es insoportable… debo contraatacar… desplegar mi energía… generar, almacenar, expulsar.
He visto la explosión a kilómetros de distancia. No ha podido ser nadie más que mi hermano. Cuando llego, el panorama es desolador. La planta quinta de ese edificio, ahora es la terraza más alta del barrio. Dos cuerpos. Pósito y marino. Parecen medio muertos. Se mueven. Lentamente… moribundos. Mi hermano se levanta. Va hacia su adversario… creo que llegó su hora. Sólo necesito una razón para no acabar con su vida. Voy a morir en este preciso instante. Brune… yo…
- Es hora de matar a los dioses... y tu sólo eres un hombre.
Luz cegadora y desapareció. Y su energía también. Ese es mi hermano. Capaz de despreciar y amar la vida en décimas de segundo…

Vengándose, uno iguala a su enemigo; perdonando, uno se muestra superior a él. Francis Bacon





*Akira, el cómic. Monólogo de la Sra. Miyako a Tetsuo.

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