viernes, 3 de abril de 2020

Del perdón y el olvido


No sabía por qué echaba de menos las estrellas... si, total, nunca había estado en una. Pero las echaba de menos. Desde que despertó en la ciudad un día, las añoraba todas las noches. Entre la contaminación ambiental y la lumínica, era imposible ver algo más que la Osa Mayor... y no todos los días. Mirar a las estrellas la hacía sentir minúscula. Están tan lejos, y su luz tarda tanto en llegarnos... lo único que vemos de las estrellas son sus viejas fotografías. Ver el cielo abierto le hacía comprender la inmensidad del universo. Y la insignificancia que radica en el ser humano, a pesar de su pretensión de ser eterno.
Cuando se miraba al espejo veía una niña de cinco años. Pelo caoba, ojos grandes y verdes; ligera pigmentación en las mejillas, boca pequeña y labios finos. Constitución estándar, tirando a "por debajo de la media". Delgada. Pero en su cabeza había mil vidas. En su cabeza había sido Patricio en Roma, parte del harén real de algún país olvidado, bruja quemada en la inquisición, musa del renacimiento, luchadora en pos de los derechos de la mujer en la revolución industrial, afroamericana en el Bronx durante las revueltas, mujer de negocios denostada por su condición y empoderada llegando a puestos de poder ¿Y ahora qué? Ahora una niña de cinco años, que se despierta en mitad de la noche en una habitación que no reconoce, mira por la ventana para ver las estrellas y... se oyen pasos al otro lado de las paredes. Vuelve a la cama de un salto silencioso y se hace la dormida... puede que alguien quiera venir a verificar si sigue durmiendo... quién sabe. Así fue. La figura de una mujer de fuerte constitución se acerca a ella, le tapa con la manta hasta los hombros y le besa la cabeza con un beso tan tenue que más parecía un susurro. Desapareció tan silenciosamente como había llegado. Solo los pasos al otro lado de la pared. Mientras se hace de día y empieza uno nuevo lleno de incógnitas, intenta poner en orden la abrumadora cantidad de sensaciones y sentimientos que ha desatado la visita, aparentemente, sin importancia alguna que acababa de tener. Lo primero, ¿dónde estaba? Una habitación amplia, con una ventana grande, con alfeizar. Una cama lo suficientemente grande como para rodar en varias direcciones y no llegar hasta el final. La pared contraria a la ventana, la más grande, estaba forrada con una estantería donde no cabía ni un solo libro. Se quedó atónita mirando la cantidad de libros que había en esa estantería... necesitaría varias vidas para leerlos todos. Ya no pudo dejar de mirar los libros en un buen rato. Y, de repente, la sacó de su ensoñación una sacudida muscular que le recorrió desde los tobillos a la nuca, haciendo que se estremeciera en un convulso baile consigo misma. Alguna versión extraña del autismo, según los médicos; un castigo de Dios por sus pecados, según sus padres. Resulta que esas sacudidas son mecanismos de defensa de su cuerpo ante el exceso de sinapsis en las neuronas. Es difícil de explicar... su hija ha desarrollado demasiado y demasiado rápido el cerebro, las neuronas con las que trabaja ahora mismo son las que podría tener una persona en su plena capacidad intelectual y física. Es un trastorno que implica un factor de capacidades especiales, lo que se denomina superdotados. En el caso de su hija, es exponencial. En principio y en teoría, no tiene límite. El doctor lo intentaba expresar de manera neutra y sin mucha palabrería técnica. Era de agradecer, pero se hace imposible explicarle algo a alguien que no quiere entender. Solo rezar. Ni es malo del todo ni es un castigo divino. Es una enfermedad y se puede tratar. La segunda opinión que pidieron fue aún más clara. Pero ni así. En lo que sí le hicieron caso fue en otra cosa, que a su parecer, era casi más importante. Tenéis que alimentar esa cabeza... tiene que desgastarse, tiene que agotarse mentalmente, hay que sobreexplotar esas neuronas. Que lea. Que lea mucho. Es lo que más va a hacer que se esfuerce en imaginar escenarios y situaciones, personajes; vidas al fin y al cabo. A esa visita fueron con la hermana de su madre, la tía Sonia. La tía Sonia, casualmente, adoraba leer... de hecho, se dedicaba profesionalmente a eso, a leer. El segundo libro que le regalaron (el primero fue la Biblia), fue La Odisea... Sonia, por favor, ¡que tiene cuatro años! Qué mejor momento, había dicho la tía Sonia con una amplia sonrisa dirigida hacia ella, que miraba ojiplática el grabado del libro que tenía entre las manos. Tardó tan poco en leerlo, que a Sonia le cogió por sorpresa y no tenía ninguno preparado para regalarle... pues El Quijote, por qué no. Durante dos días, la niña, iba con una cacerola en la cabeza, una espada salida de un rollo de cocina y un Rocinante imaginario. Las peleas entre sus padres y la tía Sonia con respecto a la biblioteca de la niña eran constantes. Sonia no tenía criterio a la hora de regalarle libros. Daba igual la temática, el autor o la fecha de publicación. Sus padres empezaron con la Biblia, que no está mal... pero continuaron con todos los escritos religiosos que pudieron localizar. Santos y santas, profetas, trabajadores de la iglesia... la temática estaba clara, eso sí. Ella lo devoraba todo con el ansia del sediento ante una fuente. Y no es que leyera rápido porque no prestara atención... es que cuando empezaba un libro, tenía que acabarlo. Horas y horas encerrada en su habitación, leyendo. Con todo lo que ello conlleva. Llegó el día en que no cabían más libros en la estantería. No se los había leído todos, todavía; pero la tía Sonia había decidido unilateralmente atestarla de los más variados ejemplares. Para ella era una aventura constante acercarse a la inmensa estantería y escoger un libro al azar. La emoción le hacía estremecerse. La incertidumbre de una nueva aventura, una nueva vida. Todavía no tenía claro qué género o autores le gustaban más. Las novelas estaban muy bien, le entretenían mucho y le hacían ocupar mucho tiempo en dibujar mentalmente los paisajes y las escenas. Los ensayos filosóficos y los tratados políticos y económicos le resultaban interesantes... descubría muchas cosas muy interesantes. Pero normalmente la dejaban agotada mentalmente. No entendía cómo podía seguir funcionando todo con normalidad, por qué no había colpasado ya todo y cómo no se había fagocitado ya el sistema capitalista. Y luego estaban los libros religiosos que le regalaban sus padres. Con esos tenía muchos problemas. Eran libros preciosos, llenos de mensajes positivos, de humanidad, de caridad, de altruísmo. Y luego levantaba la vista del libro y miraba a sus padres. Religiosos, practicantes, católicos, apostólicos y romanos. Él maltratador y ella defraudadora, explotadora y gran empresaria, con visos en la política. Ni siquiera dejaron de creer cuándo se cayó aquel edificio en aquel país lejano... donde casualmente se desarrollaba gran parte del negocio de su empresa insignia. Tampoco cuándo se destaparon los casos de abuso de menores y trata de blancas en la organización no gubernamental que llevaba su apellido en el Congo. La moral cristiana de poner la mano y mirar para otro lado. De misa diaria, ¡qué dirá la gente si no nos ve en misa! Pues en misa no dicen nada, ya se encargan de que una buena cantidad de billetes hable bien de su persona desde el púlpito. Otra cosa es en casa. Pero es que en casa tiene otros problemas. Un marido que bebe y, a veces, porque no tiene más remedio, le pone un poco la mano encima. Lo que sí hace más a menudo, es hacerla sentir como si fuera una cucaracha. Y luego está la niña... esa niña del demonio. Nadie le da la solución que ella pide. Ni siquiera en la Comunidad. Tanto dinero invertido... para qué, si ahora no nos ayudáis. Le había espetado al pastor de su iglesia. Bueno, tampoco se puede decir que viváis mal, hermana. Había contestado éste sin disimular el tono de sorna. Total, que medicación para tenerla controlada y muchos quehaceres. Justo lo que ella necesitaba, más quebraderos de cabeza.
Estaban en el comedor de la segunda residencia de la familia. Aquí tenía menos libros... una pena. Había alrededor de cincuenta personas pululando por el comedor, el jardín, la terraza o la cocina. De repente, se apagaron las luces y sonó una música. No era el 'cumpleaños feliz' ni ninguna otra canción infantil para celebrar tan emocionante día para una niña de siete años. Seguramente era algo de Hydn... a sus padres les encantaba. Tarta, gracias a dios, soplar, gracias a dios, cortar la tarta, gracias a dios, repartirla entre los comensales, gracias a dios, no comer ni un solo bocado de tu propia tarta de cumpleaños, gracias... ¡gracias a nadie! Caras de estupefacción, silencio incómodo, tensión... nada de gracias a dios, gracias al dinero que ha podido comprar todo esto, gracias al pastelero que ha elaborado la tarta, de la cuál no he probado ni un trozo, por cierto. Dios multiplica pero no regala nada. Su madre estalló en una sonora carcajada, así que es eso lo que te pasa, que no has probado la tarta. No te preocupes cariño, yo te doy la mía. Ya sabes que hay que compartir con el prójimo. Amplia sonrisa de la madre que disimulaba la tensión interior ¿Y qué es lo que compartes tú, mamá, con el prójimo? ¿Acaso sabe papá lo que compartes? ¿Acaso lo sabe la junta directiva, la mayoría, aquí presente? Silencio, rictus facial. SIN DUDA, nuestra pequeña habla así por su enfermedad, la que envió Dios para recordarnos que nadie está libre de castigo, porque nadie está libre de pecado, blablablabla... había levantado mucho la voz evitando que nadie la interrumpiera, ni siquiera su hija, a la que miraba fijamente con una mezcla de piedad y odio irracional. Muy raro todo. Ella le dejó acabar tranquilamente y en silencio su arenga. Una vez finalizada, aguardó a que acabaran los aplausos, se levantó de la silla, miró fijamente a su madre a los ojos y le dijo: mamá, yo ya he perdonado a Dios por lo que me hizo. Le he perdonado a él y te he perdonado a ti y a papá. Es hora de que hagas lo mismo. Y se giró sobre sus zapatos de charol, dando un preciso giro a su precioso vestido; sonrió a todas las caras que le miraban desencajadas y, cogiendo un libro que tenía sobre una mesita, se encaminó hacia su cuarto.
Pasadas unas horas de muchas explicaciones, caras avergonzadas y plegarias a Dios en el comedor; la tía Sonia llamaba a la puerta de su cuarto. Después de esperar unos segundos de cortesía, entró. 'El discurso del método'... ¿No es un libro demasiado corto para ti? La niña levantó lentamente los ojos del libro. Lo he leído cientos de veces... ¿sabes por qué lo hice la primera vez? Porque me dijiste que en este libro se demostraba la existencia de Dios. La tía Sonia intentó contener la alegría y la angustia que se agolpaban en su garganta. Lo consiguió a medias, solo ¿Y bien?. Bueno... sí y no... por eso me lo he leído tantas veces... lo entiendo y no... ¿cómo puede ser eso tía? ¿Cómo puede ser que entienda una cosa y no? ¿Cómo puede ser que quieras a una persona y luego le hagas daño? Lo decía mientras ahogaba un sollozo... un puchero que delataba la edad que en realidad tenía, a pesar de estar discutiendo sobre un ensayo de Descartes. Cogito ergo sum. También sale ahí, ¿verdad? La solución no es única, como no es única la visión de Dios. ¿Crees en Dios para estar buscando su existencia? Nadie le había hecho esa pregunta nunca. ¿Creía en Dios? Guardó silencio durante una hora larga. Mirando el infinito. La tía Sonia sentada a su lado, observándola mientras le acariciaba el pelo. Tengo muchas dudas al respecto. Dijo por fin. Obviemos la hipocresía de predicar amor al prójimo mientras se le insta a destruirlo. Obviemos a la iglesia como tal. Y partamos de la base de que el dios del antiguo testamento es cruel y vengativo; a diferencia del dios del nuevo testamento, que es indulgente y comprensivo. Eso también me genera muchas dudas. Como que Dios sea el mismo para tres religiones tan diferentes. Hablemos de la figura de Dios. Sí, creo en algo. En una figura más allá del tiempo y del espacio. No creo en el dios de la iglesia, repito. No creó el mundo en siete días. No hizo al hombre de arcilla. La ciencia y el pensamiento crítico ha rebatido todo eso sobradamente. Pero hay una figura a la que la gente, incluida yo, nos hemos agarrado alguna vez. Es humano al fin y al cabo. Todo eso lo dijo con su voz de niña, pero con una expresión facial y una mirada, directa a los ojos de su tía, que daban la impresión de que la que estaba fuera del tiempo y el espacio fuera esa niña. No podría haberlo expresado mejor. Estoy de acuerdo en muchas cosas, pero yo no creo ni me agarro a nada que esté más allá de este tiempo y este espacio. Pero es un debate muy interesante que me gustaría desarrollar contigo más extensamente... aunque es tarde, y tus padres estarán preocupados. Se puso el libro bajo el brazo derecho y dio un pequeño saltito para bajar de la cama. Sí, además tengo que contarles algo muy importante. He estado dándole muchas vueltas a una cosa. Sonrió, cogió de la mano a la tía Sonia y se encaminaron al comedor.
El resto, como suele decirse, es historia. Después de muchas explicaciones, llantos, plegarias, maldiciones y hasta un abogado; me fui a vivir a casa de mi tía Sonia. Otro día os explicaré la relación con mis padres, pero llevará mucho tiempo. En estas clases abordaremos muchos tipos de relaciones, todas de hecho. Este máster está orientado a ir mucho más allá de la psicología tradicional. Incluso se mezcla con la medicina... Había una tensión palpable en el aula. Sí, veo vuestras caras. Tengo dieciocho años, sí. Un trastorno autista y algo parecido a una capacidad intelectual elevada. Y sí, todo lo que habéis leído en la web de la universidad es cierto. Es otra cosa que podemos hablar otro día si queréis... pero eso si que va a llevar mucho, mucho, mucho tiempo. De momento, empecemos las clases. Por cierto, me podéis llamar Sofía.


"En pleno siglo veintiuno,
Que tenga que venir la Ana a rebatir a Freud,
La tradición es larga desde Nietzsche hasta Unamuno,
De Aristóteles a Darwin, desde Franco hasta Rajoy
(...)
Que venga Dios y lo vea,
como a Gea se la marginó,
Ardió en la hoguera con tres brujas durante la Inquisición,
Vale que monten sus ministros
Festivales feministas contra la segregación,
Alimentando el tópico con discriminación
Positiva que es mentira, no es ninguna solución.
Yo hago lo que quiero bajo el 'niña no andes sola',
Mujer en toda regla, POETISA con mayúsculas."
Lisístrata, Gata Cattana




A P.B.P. Este cuento es por y para ti. Te pertenece por derecho. Gracias por la inspiración, por tu ayuda, por tus palabras y por todo. Gracias por ser.

jueves, 20 de febrero de 2020

Mi vida es out of control


Vivo en la incertidumbre. Vivo entre el caos y el drama. Así es mi vida ahora mismo. Un limbo. Un estado transitorio. No es por tener fechas para tatuarme el brazo izquierdo entero. Hace años que lo tengo pensado. Y casi dos con la idea concreta en la cabeza. Tampoco es porque después de ese vayan dos más, porque ya los tengo en la cabeza. Aunque no hace tanto, están; y eso quiere decir que se van a plasmar en mi piel. Tampoco es por el segundo pendiente. En realidad es una chorrada. Bromeo en las redes con la crisis de los cuarenta… a los treinta y ocho. He llegado tarde a todo en mi vida y a esto llego pronto… manda cojones. Espero que sea lo último a lo que llegue antes de tiempo. Yo esperaba entrar en la crisis de los cuarenta alrededor de los cincuenta y tantos… no sé, si ya he ido tarde a todo lo demás, ¿por qué no a eso? Ahora en serio, no creo que sea la famosa crisis. Creo que es eso, la vida. Ya no sé por dónde circula. Ya todo da igual, ¿no? Las manos ociosas son instrumentos del diablo. Y ya sabemos lo que atrapa el mal. Uno, otro, otro, otro… diez gramos en dos semanas es mucho hasta para mi. Pero la otra opción es pensar. De ahí lo de estar activo en las redes, lo de escribir a cascoporro, lo de jugar con el ordenador o con el móvil, lo de ver tele, mucha tele, lo de estar ABSOLUTAMENTE todo el día con los cascos. Todo eso sabemos de dónde viene. De la mezcla del desasosiego y el ocio. De la tristeza y el tiempo. Y para qué sirve: para no pensar. Pero no sirve de mucho. O a mí no me sirve de mucho. Porque siempre hay tiempo para el dolor. Porque saca la cabeza por más que le golpees. Porque es un hijo de puta muy listo. Verás hasta que vuelva a tener mal… madre de dios. Va a ser la muerte. Os espera mucha mierda negativa. Ya sabéis que esto no es una queja, no es llorar y no es lamentarme. Aprovecho lo que me da la vida, sea bueno o malo. Vale, la hija de puta lleva desde dos mil trece que no da más que palos. Ya pocas cosas buenas pueden sacarse, la verdad. Pero oye, ahí estamos. Así que hasta de los momentos oscuros, de los bajones más gordos y de pasarse meses llorando a diario; hasta de esa puta mierda se saca algo. Tampoco digo que sea positivo. Algo, simplemente. A veces sí. Qué se yo, hay optimistas para todo. Seguro que hasta yo podría sacar algo bueno. Muy con pinzas, muy sucinto, muy sutil. Casi no merece ni la pena. Pero hay que seguir, ¿o qué? Pues claro que sí. Te puedes parar un rato, pero luego hay que seguir. Te puedes querer pasar en la cama el resto de tu vida, pero solo unos días. No lo repito más: disfruto de mis pequeñas depresiones. Con hambre pero sin ganas de comer, posponiéndolo lo máximo posible y al tercer bocado se hace bola. Incapaz de tragar nada más. En serio, es algo físico. Yo tengo hambre, pero no puedo comer. Y si no hay mal, no hay ni hambre. Diría que es horrible, pero no lo es. Estoy acostumbrado. Llevo desde los treinta que no logro engordar ni un gramo… al revés, lo poco que tengo lo pierdo. Normal, también os lo digo. Ladran los perros fuera pero wherever, apnea del sueño por esta guerra. Y ya no es que me afecte todo, siempre es lo mismo. Pero joder, empieza a ser muy duro. Tres meses en los que debo haber envejecido tres años. A lo mejor si que llego a tiempo a la crisis, fíjate. La verdad es que haciendo memoria hay momentos muy buenos. Incluso ahora. La flor de loto crece entre la basura, ¿no? Efímeros, quizás. Bonitos, seguro. Dignos de recordar, espero, mucho tiempo. Me entran ganas de llorar. Los he tenido todos. Lo he tenido todo en las manos. Y he tomado decisiones que me han hecho perderlo. Atentos a eso, ¿eh? Es gordo. He tenido dos relaciones duraderas que podrían haber durado siempre. Las dos las he roto. Debería preguntarme por qué. La respuesta corta es: porque no era lo que quería. O no era con quién quería. O yo que sé. La verdad es que se han ido a tomar por culo por decisiones. La primera por una decisión puntual. Bueno, no sé si fue una decisión en sí. La decisión la hubo, tomada por el sentimiento innombrable. Al final no podía seguir igual, por ética, amor, salud y por otras cosas. La segunda… bueno. La segunda merece un blog entero. Creo que he escrito cosas que… hice cosas que juré que en la vida. Joder, he escrito cosas muy duras. Algunas no las puedo volver a leer. Nunca serán publicadas, obvio. Sí una entrada (o varias), en ese escrito donde pido perdón. Ahí sigue, por cierto. La cabecita no para de dar vueltas, estoy hablando con la virgen a ver si se queda. A veces me siento cansado de la vida. No es que sea tan mayor, pero los palos me han agotado. Hay veces que me siento como si tuviera ochenta años y nada que hacer salvo ver la vida pasar. Con mis achaques, mi cara de viejo y mi humor de asceta huraño. Y ella con su juventud, su alegría y su amplitud de sonrisa. La vida siempre da sensación de estar a tope. La cosa depende de cómo te pille, supongo. Dependiendo del momento, te unes o la miras pasar.
De esos días que siento que estoy vacío... de esos días que no quieres vivir... de esos días de no ver la luz por ninguna parte... de esos días llevo ya... no sé, los que abarquen siete años enteros... por lo menos. Mezclo las cosas, mezclo el dolor con la risa y mezclo todo lo que me pasa por la cabeza. Sé que a veces soy difícil de entender... tampoco pretendo que todo el mundo me entienda... ni lo espero. Lo que sí es un aprendizaje es el dolor... y debe ser lo que más cuesta de entender ¿Por qué digo tantas veces que estoy vacío? Porque ya no cabe más dolor. Duele tanto, que ya ni duele. Es como cuando tienes hambre, mucha hambre... y de repente, ya no. Y solo vuelves a tener hambre cuando comes algo... que entonces ya se desata. Bueno, pues algo así debe pasar con el dolor. En septiembre de dos mil trece pensé que me moría. Pensé que no saldría de esa. Ni yo, ni nadie. Me doy cuenta ahora cuándo la gente me habla... sólo yo creía que era fuerte. O que lo parecía. No sé... hay ciertas cosas que no cura ni el tiempo. Aprendes a vivir con ellas... aprendes a tolerarlas... aprendes a que duelan de otra manera... pero nunca se curan, nunca dejan de doler. Y dos mil diecinueve no ha empezado mejor... de hecho, ha empezado como una mierda. Hay que seguir, sí. Hay que ser fuerte, sí. La vida sigue, sí... pero, ¿cómo? En serio, tengo la teoría clara, pero lo que es la práctica... eso es otro cantar. Y, sinceramente, a veces se sigue y no se sabe muy bien cómo... simplemente se sigue. Ya me lo habían dicho... cuando parece que ya no puedes más, siempre puedes un poco más. Pero luego, después de la vorágine, de la tensión, del estrés, del dolor... luego viene más dolor. Luego, vulgarmente dicho, te pega la hostia. Yo ya no sé si es que lo gestiono diferente o es que ya... después de todo... ¿qué duele? Es decir, después de dos mil trece... todo es relativo, hasta el dolor. Todo ha cambiado, menos el dolor. El dolor sigue. El dolor nunca va a menos. Por lo menos es mi caso. Aunque eso choca frontalmente con lo de que estoy vacío... en fin, ya ni sé. No es que esté deprimido, que no pare de llorar o que no quiera salir de casa. He gestionado el segundo palo bastante mejor que el primero... ya os digo, pensé que del primero no salía. Y por fuera todo muy bien, soy yo el que acaba consolando a la gente... pero por dentro... ¡ay, por dentro! Me da miedo estar vacío. Me da miedo que ya nada me duela... aunque aún descubro cosas que duelen... pero duelen menos... duelen en relativo... duelen dos minutos. Es un miedo infundado, claro... dolerán más cosas... creo que lo que me da miedo es relativizarlas tanto que no me importen... que me de igual si van a doler o ya están doliendo. El estar vacío, en definitiva. Ya os he hablado de cómo hago para vaciarme... y a veces funciona. La mayoría de las veces, con más dosis, funciona mejor. 


"Para aquellos que creen en Dios, la mayoría de las grandes preguntas están resueltas.
Para aquellos de nosotros que no aceptamos la formula divina, las grandes respuestas
no permanecen escritas sobre piedra. Somos flexibles. Nos ajustamos a las nuevas
condiciones y descubrimientos. Somos flexibles. Yo soy mi propio dios. Estamos aquí
para olvidar las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educacional.
Estamos aquí para beber cerveza. Estamos aquí para acabar con la guerra. Estamos
aquí para reírnos del destino y vivir nuestras vidas tan bien que la muerte tiemble al
llevársenos."
Charles Bukowski.







Escrito a trozos y en trozos; en los meses de noviembre y diciembre de 2019 y febrero de 2020. Casi tengo que esperar hasta marzo para acabarla.

jueves, 9 de enero de 2020

Rebajas de enero: dos entradas por el precio de una.


Ningún dolor significa el fin del sentimiento; cada una de nuestras alegrías es un trato con el demonio.

Bueno, pues se acabó. Necesito la lista de reproducción de rap cabezón y oscuro. El principio que llegó al fin antes de empezar. Una semana. Todo un récord. Otra vez la vida riéndose a carcajadas. Tiene pareja. Ya veis. Qué cosas me pasan. Ahora tengo una amiga. Yuju. Nadie lo entiende, la verdad. Pero es lo que hay, cuanto antes se asuma mejor. A otra cosa. Vaya palo, amigos. Cuatro párrafos o así de alegría ¿eh? Parecía mucho. Parecía demasiado bonito para ser verdad. Demasiado fácil. Joder, nunca me ha resultado nada tan fácil, la verdad. Es que, si me conocierais… parecía otra persona. Pero bueno oye, lo positivo es lo aprendido, lo escrito y lo vivido. Y lo que queda. No es que no quiera una amiga, ojo. No está de más. Pero no es lo que quería. Ahora la de siempre ¿pueden ser amigos un hombre y una mujer? Pues sí. A estas alturas ya sí. Yo no voy a intentar nada, así que ¿por qué no? Quiero decir, no está de más tener una persona para hablar de vez en cuando. O todos los días. El problema al final lo tengo yo. Soy yo el que decide si podemos ser amigos. Soy yo el que va a sufrir o no ¿A quién quiero engañar? Si me gusta... No puedo evitarlo. Soy así. Otro de mis fallos ¿Quieres ver mi colección de errores? Los tengo de tos los colores. Cuando me gusta alguien lo doy todo. Me entrego. No sé ser de otra manera. Es mi vida. Es mi todo. Vivo por ella. Respiro por ella. No sé si es bueno o malo. Simplemente es. Pasa a ser más importante que yo mismo. En fin. Si lo piensas tiene gracia. Volvemos a la filosofía de El Comediante. Tiene puta gracia, ¿qué no? Es decir; algo así como seis meses después de la ruptura, sin comerlo ni beberlo, porque aunque si bien es cierto que he escrito sobre tener ganas; no es que lo fuera buscando… simplemente surgió. Una vez surgido sí que he dado pasos a favor, pero bueno, entendiendo que ha habido una reciprocidad. No es que solo hubiera ataque y derribo. No sé si me explico. El juego es cosa de dos. Gente cercana no lo entiende. Gente que conoce de primera mano la historia. No me consuela. Y joder, ya no sé si por eso, por todo o por qué cojones, pero ya he vuelto llorar. Y no es que me parezca mal… hacía mucho ya. Quizás era necesario. Quizá se estaba acumulando. Hay que abrir las compuertas de vez en cuando. Me vuelve a doler la vida. He tenido una mañana dura, por qué no decirlo. De darle vueltas a las cosas. De estar de bajón. Luego he disfrutado un poco de la depresión. Ahora parece que se está calmando. Claro que he puesto música y me he puesto a escribir. Y un poco de mal también. Terapia completa. Hay días que si no fuera por la familia, la música, la hierba y la escritura… no sé. No tendrían ningún sentido ¡Ay señor! Qué cosas me pasan. Reíros a gusto… yo lo haré en un par de días. Estoy seguro. Bueno, hay que mantener cerca a la gente que te hace sentir vivo. O eso dicen ¿Y qué es la vida si no dolor? Pues alegrías y otras mierdas. Pero básicamente dolor. No estamos hechos para durar.

"Deja de mirar como me miras,
dime si te quedas o te piras.
Mátame o hazme libre,
ven y complícame esta vida."
Benicàssim, Juancho Marqués (feat Don Patricio)






A veces amo y lo confieso, pierdo hasta el hueso por jugarme en cada beso el corazón.

Bueno… cómo decirlo… me tengo que desdecir de lo desdicho. Soy la hostia, ¿Qué no? Me explico: todo sigue igual… y a veces mejor. Me gusta. Ya están las cartas sobre la mesa, all in. Ahora a esperar. He estado en esa situación, si seguís el blog lo sabéis. No es fácil. No es rápido. No es agradable. No soy tu rey. Es todo lo contrario a fácil. Da miedo. Da auténtico miedo. Hay demasiadas cosas implicadas. Hay demasiadas vidas. Hay demasiada vida. Son muchos años. Para lo bueno y para lo malo. Pero lo que pesa, lo que prima; como siempre, es lo malo. Que es lo que duele, básicamente. Hay quien dice que hay que ser valiente. A veces lo más arriesgado es no arriesgar. No es cuestión de valor. Es cuestión de dolor. Hay que gestionar el dolor. Hay que asumir el dolor. Y luego hay que intentar superarlo. Y ser consecuente con uno mismo, ser sensato y coherente. Al final, con quien tienes que pasar el resto de tu vida es contigo. A lo mejor es que soy yo, mi forma de pensar... pero no pude soportar lo que sentía. Me rompí tantas veces… fue tan duro… puedo llegar a comprenderlo. Cualquier decisión es entendible, respetable. Solo uno mismo sabe lo que siente y cómo lo siente. No hay consejos. No hay consuelo. Es dolor y solo dolor. Ya casi no me acuerdo. O no quiero. A no ser que me concentre… pero no siento el dolor. Recuerdo la sensación, las imágenes mezcladas, los momentos duros… pero no siento el dolor. No sé si es bueno o malo. Ya han pasado nueve años. Demasiado tiempo incluso para que yo recuerde ese dolor.
Egoístamente, desde entonces, vuelve a haber luz en la oscuridad. Y no solo por Samsa. Hay un motivo para la alegría. Hay ganas de escribir en positivo (si no fuera por estas listas de reproducción que me pongo…). A eso venía, realmente. Pero el dolor ajeno también es dolor. Sobretodo su dolor. Su dolor es mi dolor. Rebobina. Han sido unas semanas fantásticas, sinceramente. Con muchas ganas de escuchar música. Con muchas conversaciones. Ya sabéis lo que me encanta hablar. A veces tengo incontinencia verbal. A veces lo único que quiero hacer es mantener una conversación con una persona. Con ESA persona. Estoy enganchado, otra vez. No puedo evitarlo, en serio. Es bonito y frustrante a la vez. Es un poco la sensación de ¿y ahora qué? Cómo entiendo a mi espíritu alcohólico ahora. Pero esto era positivo. Me encanta. Me encanta todo. A veces pienso que hasta la vida me encanta. Puedo sentir vuestra sorpresa. En serio. Me ha devuelto la fe en mi mismo. Y eso no tiene precio. Me ha hecho sentir bien. Muy bien.
La vida, a veces, puede ser maravillosa. Resulta que soy el reducto de paz de alguien ¿Puede haber algo más maravilloso? Han pasado tantas cosas que he querido escribir... y no lo he hecho. ¿Por qué? No sé si habéis visto el documental de la creación del disco de Sharif y Mxrgxn, Pyramo. Si no lo habéis visto, ya tardáis. El caso es que en un momento Sharif dice algo así como que solo la tristeza, el desamor o el amor le inspiran para escribir, y es que cuándo está feliz no se sienta a componer... no tiene tiempo, está haciendo cosas. Pues firmo hasta la última palabra. Por eso este blog es como es. Por eso me gustan las canciones que me gustan. Por eso los grandes poemas hablan del amor... o de su ausencia. Por eso es por lo que el amor mueve el mundo. Intentaré resumir... y no sé ni cómo empezar. Quizá encuentre la canción que me inspire... sigo buscándola para otras entradas... y ahí siguen. Prometo volver otro rato.
Ya es otro rato ¿Qué os voy a contar que no sepáis sobre los principios? Que son maravilloso, que son ilusionantes, que emocionan y dan miedo a la vez. Todo eso ya lo sabíais. No sé si sabéis cómo son mis principios... no sé si lo he escrito alguna vez. Pero os voy a contar este principio... bueno, voy a dibujarlo. Este principio me hace sentir que yo también estoy en el principio de algo... de mi juventud, probablemente. Ya os he contado que hacía mucho tiempo de muchas cosas... pero hacía mucho tiempo que no me sentía así con una persona... si es que me he sentido igual alguna vez. Es... es... no sé, es indescriptible... es maravilloso... es el motivo por el que ando sonriendo todo el día. Me hace sentir bien... y me hace sentir cosas que creía olvidadas... y me hace sentir cosas que no sabía que sentía. Y eso es genial... recuperar sensaciones... incluso, más que recuperar, descubrirlas... es pensar en ella y que se me erice la piel. Es pensar en sus besos y sentirlos en mis labios. Es recordar su tacto y estremecerme entero. Me hace sentir cómodo, a gusto, como si fuéramos viejos amigos. Hace que todo sea fácil (robando frases y tal). En definitiva, estoy muy contento. A pesar de mi cabeza, de como funciona, de lo poco que funciona en realidad; y lo mal que lo hace... a pesar de que no pienso una mierda con ella... pero bueno... habrá de ser así... llevo muchos años intentando no ser un desastre... hacer las cosas bien... y bueno, a veces, hasta lo consigo.
Todo depende un poco también del momento, ¿no? Las cosas pasan, sí... para algunas nunca es un buen momento... para otras, siempre lo es; pero cuándo pasan, y te cogen en un buen momento... buah, entonces sí qué mola. Yo creo que estoy en un buen momento... no sé, llevo ya un tiempo que quiero ser la mejor persona que pueda ser, que no es que antes no lo quisiera, pero había decaído el esfuerzo un poco; ahora vuelvo a esforzarme, aunque siga pensando en mí mismo, en ser la persona que quiero ser... volviendo un poco a ser la persona que era... pero bueno, sobre esto vendrá una entrada, esto es sólo un adelanto.

"When you're done with me
I see a negative space
What you've done for me
You need to lose some day
Who needs to pray?
Who needs balance? I'll see you every day
(...)
Ya tengo todo lo que quiero
Ya no puedo pedir más
Cuando te tengo a mi lado,
Lo pasado se queda atrás
Si te apartaran de mi vera,
Y te tuviera que encontrar
Hasta yo te encontraría
Como el río va a la mar."
Barefoot in the park, James Blake (feat. Rosalía)






Bueno... dos entradas que son una... ya tienen título cada una y final... tenía que ponerlas juntas, pero no sé muy bien por qué. Ya están listas para ser publicadas.
Por cierto, están escritas en un periodo de tiempo muy amplio... así que por eso tienen esos bonitos vaivenes.

jueves, 19 de diciembre de 2019

Mañana será otro día. Por esa frase perdí meses


Vale, me desdigo. Una vez más y ya son… muchas. Sí. Si en la anterior entrada parecía que no, se ha quedado en eso. En parecía que sí, pero no. Joder, qué de vueltas. No veo que sea el momento adecuado. Pues toma. De cabeza. A jugar. Porque al final sí le dije algo. Así que, una vez dado el primer paso… empiezan los principios. Hoy sí vengo a hablar de principios. Si habéis leído más de este blog, encontrareis lo bonito que son los principios. Esa ilusión incipiente. Esa emoción en un mensaje de texto. Ese vértigo ante una respuesta. Los  nervios de la espera ¿Quince años? No. Creo que no. Pero no deja de ser curioso. Me pregunto si le pasa a más gente o solo a los que no hemos conseguido madurar del todo. Los que nos hemos quedado viejos por fuera y jóvenes por dentro. También digo yo que es mala suerte que la vida esté montada así. Es que para gente como nosotros, la etapa entre los treinta y los cuarenta debería contar la mitad. O una cuarta parte. O nada. Yo no encuentro diferencia en los ocho años que llevo de treintena. Han sido lineales. Estables. Hasta ahora, claro. Pero es un cambio… como decirlo… circunstancial. Bueno, no sé. Ha sido un cambio gordo, eso sí. Teniendo en cuenta que han sido los ocho años de la relación más larga que he mantenido. Vuelvo a repetir que no es queja, lamento ni llanto. Es realidad. Un duro y frío baño de realidad. Intentaré que no sea sentimental, prometido. El caso es que bien, sí. Pero la vida pasa y se plantean nuevos retos, nuevos problemas. Problemones. Y luego retos personales. Aunque no lo llamaría reto… lo llamaría ilusión. Joder, pues sí. Me ha hecho… no quiero emocionarme, pero me ha hecho sonreír. Me ha hecho creer en mí, en ella. Por qué no, cojones, me ha hecho feliz. Y últimamente estoy usando muchísimos tacos. Lo cual quiere decir que además soy más elocuente. Es broma. Solo más expresivo. Se me va. Esto no creo que lo publique en breve. Hay que asentar las cosas antes de mostrar esta parte de mi. Es curioso que solo me conozca por mi nombre. Fuera del ambiente laboral no me había pasado… creo que casi nunca. Bueno, fuera del ambiente laboral ya descarta todo.
Hay emoción, no os lo voy a negar. Parezco un crío, en serio. Y de momento no ha aparecido la parte: va a ser difícil, mira que luego… y todas esas mierdas de pesimismo ilustrado. Puede que lleguen, no digo que no. Pero no será ahora. Ahora estoy bien. En ese aspecto, entendedme. En el aspecto cercano. Tanto que está dentro de mi. En ese plano, estoy contento. Estoy casi feliz.
También hay ilusión ¿Por qué no? Si vamos a ser positivos, vamos a serlo de verdad. Hasta el final. Como siempre, todo o nada, do or die, nigga. Vamos con todo o no vamos. Así somos. Y me sigue sorprendiendo el positivismo imperante. Me sorprende y me gusta. Y me pone un poco nervioso. Pero no demasiado. Y no será hoy.
Hay vértigo. Hace tiempo que no hago esto. Y lo que vendrá después… si todo va bien. Que parece que lo va, pero no adelantemos acontecimientos. Y después del vértigo…
Hay nervios. Muchos nervios. Muchísimos nervios. Voy a por mal. Ahora vuelvo, porque hay nervios. Sí. No es negativismo, ojo. Es nerviosismo. Es… ¡ay, madre! Que yo hace mucho tiempo que no cambio de piel. Que no mudo. Que no me rozo. Que no me pierdo. Que no me ahogo. Que no lo doy todo. Que no buceo. Que no descanso. Hace mucho tiempo que no hago muchas cosas. Lo que sí hago es lo de siempre. Y lo nuevo es entregarse, a pesar de que se pueda fallar. A pesar de que se pueda hacer mal… nunca pediré perdón, si ha sido mi corazón, quién habló primero. Ese es el nuevo yo, que dirían los motivadores profesionales. No soy nuevo nada. Quizá una nueva actitud, no te digo que no. Pero de nuevo yo no hay ni rastro. Soy el mismo de siempre. Lo que ves… es lo que soy. Eso soy. Un desastre. Pero un desastre que intenta hacer las cosas bien. Joder, y a veces acierto. Estoy muy contento conmigo mismo, la verdad. Y creo que me ayuda a escribir en positivo. Eso y que estoy con otra lista de reproducción. Pero es bien. Eso siempre es bien. Escribir es bien. La música es bien. El amor es bien. Quizá demasiado pronto, pero uso la palabra de forma genérica, ya sabéis. Lo siguiente era que el mal es bien… pero no. Menuda contradicción ¡Escribir en positivo! Pocas veces lo veréis. Aprovechad.
Se me va la vida en los impasses entre pensamiento y pensamiento. La vida es lo que pasas mientras mueres. Esos bloqueos en los que parece que estoy más allá del tiempo y del espacio. Ahí es dónde creo que radica mi alma. En el limbo. En el espacio entre dos ideas. En el sitio donde no hay pensamientos. En realidad es una leyenda urbana, siempre estamos pensando. Lo que pasa es que al perder la concentración se pierde también la noción de lo que se estaba cavilando. O por lo menos eso me pasa a mi. Puedo estar teniendo la idea más lúcida de mi vida, que si viene alguien y dice “¿en qué estás pensando?” Soy incapaz de responder con la verdad… solo sale “nada”. Pero en esa nada, había algo. Y puede que fuera algo interesante. Digno de reflexión. Pero bueno, ahí queda, en el limbo, junto con mi alma ¿Por qué? Pues porque ya no cabe nada más. Ya solo es el vacío y la nada. Sé cómo suena. Pero no puedo explicarlo mejor. Han vuelto los momentos de bajón, sí. Ha vuelto el fin de semana en el norte. Ahora parece que queda lejos la felicidad de los principios. Ahora parece que vuelven los nubarrones. Disfruto de mis pequeñas depresiones. Pero bueno, es solo eso, un impasse. Algo puntual, pasajero. Hay cosas en las que pensar. Pasarán cosas, Insha’Allah. La vida sigue, fluye y se para. Es su ciclo. Escribiendo a las ocho de la mañana, sin drogas, sin música; solo eso, ganas de escribir. Estoy empezando a pensar que no es la parte triste de mi vida la que me lleva a escribir, que también, pero no esta última semana. Esta última semana ha sido la parte, de momento, alegre. Me contradigo en las letras porque en la vida también. Vivo en la ambivalencia, ya lo sabéis. Me debato entre el llanto y la risa constantemente. Precisamente por eso es por lo que creo que estoy vacío, como en un paréntesis. Todo me es ajeno, hasta que entra dentro y estalla. Lo mismo es la risa que el llanto. Aunque hace tiempo que no lloro, todo llegará.

"Yo siempre quise ser un delincuente,
para escaparme de la ley de la gravedad.
De niño quise vivir para siempre,
ahora solo escribo para engañar a la soledad.
Suelo enamorarme fácilmente,
suelo confundir el deseo y la necesidad.
Lo bueno del silencio es que no miente,
y lo malo de las palabras es que a veces dicen la verdad."
El callejón de los milagros, Sharif

domingo, 17 de noviembre de 2019

Mi lado bueno, es mi lado esquizo.


Es curioso cómo funciona mi cerebro. Supongo que todos claro, pero hablo de lo que creo que sé. Ya os he contado muchas veces que no logro acabar de entender su funcionamiento. Entre otras cosas, por las drogas; lo sé. Bueno, solo una. Ya era despistado antes de consumir. He estado años sin consumir y seguía igual de despistado. Y desmemoriado. Aunque creo que van de la mano. A lo que venía. No deja de sorprenderme esa capacidad de recordar cosas de hace diez años y no ser capaz de recordar lo que ha pasado hace diez días. A veces mola. Te alegras de las mismas noticias varias veces. Conoces gente por primera vez dos veces. Lo malo nunca se olvida. Siempre está presente. Y cuanto más tratas de olvidarlo, con más fuerza lo recuerdas. Esa es la parte mala. Da igual hace diez minutos que hace quince años. Lo malo no se olvida, repito. Las situaciones vergonzantes, los momentos malos, las sensaciones tristes; todo eso permanece siempre. Y no es porque esté todo el día dándole vueltas, no es que esté siempre en primer plano, al revés; está agazapado, está en standby, siempre dispuesto al ataque, a salir al terreno de juego. A revolucionar el partido. Y vaya que lo hace. De repente un bajón. De repente no hay risas. De repente todo es gris. Antes estos periodos estaban más diferenciados y eran más prolongados. Ahora se suceden en horas. Es un caos. Los últimos dos meses (hoy es 16 de octubre, creo - corrección, es 19-), han sido un poco más tranquilos, pero es que desde mediados de junio mi cabeza ha sido una maldita montaña rusa. Estoy pensando en montar un parque temático y en vez de montaña rusa poner mi estado de ánimo. Desde una relativa calma, dentro de un jodido huracán, creo que me ha afectado más de lo que he aparentando. Normal, también os lo digo. Ahora en la calma llegan nuevas preocupaciones. Más banales, si queréis. Más triviales. Vuelve a sorprenderme mi querido cerebro mezclando risas y tristeza (hace tiempo que no lloro), momentos de hilarante felicidad e ilusión con momentos de vacío y negro porvenir. Y eso que no hago más que proponerme volver a la estabilidad, aunque sea, doméstica, social, laboral. La única es la tercera. Y es porque es en el sitio dónde mejor me lo paso, quién lo diría. Pero no trabajando, si no estando con los compañeros. Y, por qué no, con gente de otros departamentos y empresas externas. Ahí viene también parte de la distracción banal. El juego. El maldito, divertido y peligroso juego. Muy pesado, lo sé. Pero últimamente todo acaba ahí. Supongo que porque tampoco quiero escribir sobre el otro problema. Aunque lo deje entrever. Duele. Es divertido volver a leer lo que escribo y ver como paso de puntillas y mi cerebro se encarga de dar un pequeño giro, sutil, y cambiar de tema. Aun teniendo en la cabeza lo que iba a escribir, al final voy por otro lado. Y, como no, me doy cuenta cuando lo vuelvo a leer, no cuando lo estoy escribiendo. Eso también me lleva a pensar si el juego no es una distracción elaborada por mi cerebro para esquivar otros pensamientos. Es decir, nunca he necesitado o tenido la sensación de necesitar una persona a mi lado, digamos, de manera romántica. Y ahora, por momentos, la mayoría de las veces, creo que tampoco. Pero hay un runrún de fondo que me hace pensar que quiero algo así. Y ya empiezo a dudar si es real o es una elaboración del subconsciente. A lo mejor es que sí, que quiero, que necesito. Pero no veo que sea un momento adecuado. Eso también está detrás del otro runrún. No lo veo ahora mismo. No es mi vida, ahora mismo, compatible con nada. Y eso me hace pensar que mejor no. Si no, ¿por qué no le he dicho nada todavía?

“Al principio lo pinté como una sombra y no era un gozo
Nada más que un simple esbozo de franqueza tu sonrisa
Un péndulo encima de un pozo, un segundo que se eterniza
Algo más leve que un sollozo, un alma que se parte en trizas.
Resignado que al puzzle le faltaba alguna pieza
Pues tal cosa me obligaba a pronunciarme a un primer paso
Hoy no tuve que pensar no quise quedarme en el quizás
Con la fe del que conoce ya a que saben los fracasos.
Y entonces vimos sobre los tejados aquella nada que se hizo visible
En el instante que se hacía pasado, en el momento menos predecible
La duda eterna del enamorado jugaba haciendo saltar el fusible
(…)”
El mejor de los mundos posibles, Pangloss

domingo, 3 de noviembre de 2019

Back 2 da game



Y bueno… si continúo, he de hacerlo por el juego. Me gusta el juego. Me encanta el juego. Es divertido. Y es peligroso. Te puedes enamorar. El juego es una ramera, como la suerte, como la noche, como la vida. Pero hay que jugarlo. La cosa es que no recuerdo cómo se jugaba. Vale, para ser sincero, nunca he sabido jugar. El otro día, hablando con un amigo, caí en la cuenta de que todas las parejas de larga duración que he tenido, han sido ellas las que han dado el paso, tomado la decisión o, dicho vulgarmente, las que me han entrado. No es una queja. Creo que he dejado sobradamente claro que las he querido más que a todo… mientras ha durado. Ya lo dijo Galeano. Desde joven siempre he sido el amigo gracioso. No sé. Tampoco me han interesado demasiado las relaciones, es cierto. También he dejado sobrada constancia en este, huelga decirlo, maldito blog. Pero no sé. Me gustan. Adoro a las mujeres. Suena feo dicho así. Pero es lo que es. En serio. Pero para todo hay un pero, ¿no? Y no podía ser menos en este relato. Vergüenza. Mucha. Luego ya más o menos la he ido perdiendo… y me empezó a dar bastante igual. Ahora mismo hay pocas cosas que me den vergüenza. Pero hablar con una chica que me gusta… ¡ay, amigo! Imposible. No se comportarme. Soy peor que un quinceañero. No soy fluido. No soy gracioso. No soy coherente. No soy simpático. Vamos, todo lo que normalmente intento ser. En fin. El juego. El maldito, necesario e infernal juego.
El juego, al fin y al cabo es el amor. Y es que el amor… en fin. Yo no quería hablar de ese tema. De hecho, no he querido ni usar esa palabra… pero es que, aunque lo negaré ante todos los que me pregunten… el amor lo es todo.
Casi cuarenta y se vuelve un crío de quince cuando le dice a una chica: ‘eres muy guapa’ ¿cuándo se pasa esa sensación? ¿cuándo desaparece el nudo en el estómago? Como dice un amigo mío: a nosotros Peter Pan se nos queda corto. No hemos madurado, no hemos crecido. Tampoco nos ha hecho mucha falta, hemos sobrevivido igualmente. Seguro que hay quién lo encuentra encantador… seguramente cuando cumpla los veintipocos se le pase y madure. Es lo normal, lo estándar. Luego estamos unos pocos, unos elegidos. Lo que no sé es para qué. Supongo que para una soltería prolongada (eso es del mismo amigo de antes). Bueno, no puedo decir que le haya ido mal. De hecho, el problema es precisamente ese, volver al juego doce años después. ¿Cómo voy a volver si ya me he pasao el juego?. Bueno, no me preocupa en exceso, pero a la sociedad sí. Demasiado viejo para casi todo. Y yo pensando que los cuarenta eran los nuevos veinte. Y si resulta que no queremos volver, ¿qué? ¿Qué pasa con nosotros? No queremos jugar a vuestro juego. No quiero una boda de blanco. No quiero unos hijos perfectos. No quiero la perfección, ni para mí, ni para los que me rodean. La perfección es aburrida. Es estándar. Es normal. No queremos ser normales. No hemos nacido para serlo.  Hemos nacido para ser especiales. Cada uno a su manera. No hace falta que seas el nuevo Picasso ni el nuevo C. Tangana. Haz especial a la gente que te rodea. Dales la mejor versión de ti. Serás especial para ellos. Suena a mensaje de nuevo coaching. Pero es tristemente cierto. No queremos ser iguales. No queremos estar en la norma. No queremos vuestra vida normal. Queremos nuestra vida normal. Nuestra vida de marginales, de outsiders, de rebeldes. No queremos cambiar el mundo, queremos cambiar nuestro mundo. Nuestra vida. Nuestro círculo. No he nacido para salvar a la humanidad, me conformo con salvar a la gente que me quiere. Intentar escribir en positivo escuchando rap oscuro, lento, cabezón, es de lo que peor se me debe dar. Porque me dura muy poco. Me sale el racionalista que tengo dentro. No puedo. Una última cosa: quereos. En serio. Amaos. Dar amor. Sin prejuicios, sin intereses, sin máscaras. Yo llevo unos días intentándolo. No es fácil. Y menos cuando has sido la persona más reservada que he conocido. No es fácil cambiar. Pero ya lo he hecho más veces. Aunque esta va a ser difícil de cojones. Pero bueno. Repartid amor, de verdad. Y amor no es solo amor. Son buenas palabras y buenos actos. Es comprensión. Es dedicación. Es cariño. Es interés. No me gusta esa palabra. Pero la adoro.
Y esa es la contradicción en la que vivo. Bueno, vuelvo a vivir; que yo creo que ya me había pasado. Lo que pasa es que mi mala memoria me impide recordarlo. No entendéis nada, y lo entiendo. En fin. Os lo intento explicar. Hay que hilar lo del juego con la dicotomía ¿Cómo? Fácil: hay días que me miro al espejo y digo: me follaba entero. En serio. Me daba por todos lados. Es decir, con esta carita, ese perfil, esa sonrisa, esa voz, esa mirada… ¿qué no? Hasta con barba de dos meses. Y simpático y amable y gracioso y cariñoso y… bueno, y alguna cosa más, seguro. Y luego están los otros días. Los del madre mía dónde vas con esa cara, y con esas barbas… y luego es que eres un raro, te gustan cosas muy raras, con la edad que tienes y mírate. Pues esa contradicción. El juego, el juego, el juego… ¿estoy un poco obsesionado? No sé… igual es que me vuelve a apetecer. Lo cierto es que a ratos sí. ¿Esto ya lo he escrito antes? Bueno, pues no será la primera vez que me repito. Me apetece el cariño. Me apetece la compañía. Pero también me da pereza. ¿Echo de menos la comodidad de una relación duradera? Me da pereza empezar. Iba a decir algo de los principios… pero ya no sé si tiene sentido. ¿Me siguen gustando los principios como antes? Me sigue gustando el juego, eso seguro. Pero los días de baja autoestima se hace difícil. Y los de alta… pues no sé jugar mis cartas. Bueno, a veces son malas cartas. A veces el malo es el jugador. Es cierto. Me las doy de jugador profesional y luego soy un aficionado. Pero es que adoro el juego.
No escatimo alegorías para agrandar mi ego. Son los días de alta autoestima los que me motivan. Los que me hacen decirle algo a alguien. Los que me hacen seguir en el juego. Los días de ¿por qué no? Los días de no solo superioridad moral, los días de estar por encima del resto en muchos sentidos. Esa sensación de seguridad, de estar de vuelta. Los días de sonrisa seductora, encontronazo fortuito… timidez, quince años. Adiós. Estamos condenados a repetir los mismos errores. Bueno, día uno. ¿Cuántos meses van ya? En fin. Como dice la canción: pasó el tren y yo estaba fumando en la vía.

 “Qué triste que estoy y que poquito lloro.
Son esas cosas que uno aprende solo.
Pared y espada, la boca el lobo
Perder por nada, poder con todo.
(…)
Qué feliz que estoy, que poco sonrío.
Son esas cosas que aprendes de crío.
Cuarenta fuera, por dentro frío.
Escalo el pico, mamá, yo ya soy rico.
(...)
To esto al menos me está ahorrando el médico.
Qué triste que estoy y que poquito lloro.
Son esas cosas que uno aprende solo.
Pared y espada, la boca el lobo
Perder por nada, poder con todo.
Qué feliz que estoy, que poco sonrío.
Son esas cosas que aprendes de crío.
Cuarenta fuera, por dentro frío.
Escalo el pico y salto al vacío”
No saco temas ya, Brawler

jueves, 24 de octubre de 2019

Todo en la vida es una broma, menos la vida. La vida es una puta broma. Roberto Iniesta Ojea


A pesar del título fusilado de Robe, el texto es una clara referencia a Watchmen. Concretamente a cuando Rorschach les dice a Búho Nocturno y Espectro de Seda que El Comediante adoptó ese nombre porque había entendido la comedia que es la vida. Y por el mismo motivo se suicidó. Yo creo que voy por el camino. Por el de entender la broma, no por el suicidio, no jodamos. El caso es que atisbo el humor negro y sutil de la creación. Libre albedrío para los creyentes. La vida te pone las cosas ahí, por el camino. Te pone la suerte. El karma. El azar. Llámalo como quieras. Te lo pone ahí, sutilmente. Lo que pasa es que no lo entendemos. Creemos que conspira contra nosotros, cuando lo único que hace es reírse de nosotros. Creemos que nos pone piedras, pruebas… y no. La vida te propone situaciones, cómo las tomes es cosa tuya. Desde luego, estos días pienso que las propone desde el humor. Desde las risas. Si no, no tiene sentido. No puede hilar tan fino. No puede ser casualidad. No puede ser cierto. Es que es como una puta comedia. Si algún guionista de Hollywood me lo presentara en HD, tragaría como espectador este drama-comedia. Más lo primero, pero desde el punto de vista de lo segundo. No me explico, ya lo sé, pero es de esas cosas que tienen sentido dentro de mi cabeza y que luego vuelvo a leer y creo que estoy mal de la misma.  Luego me lleva todo a pensar en el futuro. En el amor. En la vida. En qué vendrá. Y me parece que sigue la broma. En serio. Es para reírse. De hecho, yo es que me rio a carcajadas, literalmente. Alguien cree que estoy loco. Que algo me pasa. Que me drogo. Quizás las tres. Es mi acompañante. No entiende nada porque no entiende la broma. Es que es para reírse, joder. Es que si no, ¿qué queda? Pues el suicidio. Como el Comediante. Volvemos al principio. ¿No es todo un maldito círculo? ¿No es todo un volver a empezar una y otra y otra y otra y otra vez? Y la pregunta de siempre: ¿POR QUÉ? Ainsss (suspiro). Puta vida, amigos. Por eso el nombre del blog. Y lo puse sin haber entendido la broma. Vuelta al principio… una vez más. ¡Ay, señor! Ahora mismo me asalta el desasosiego. Debería sonar sorprendente, porque no entiendo por qué; sinceramente. Tampoco es que ahora sea el momento. La noticia la sabía sin saberlo. La tenía dando vueltas en el subconsciente, inconsciente, llámalo como quieras. Una vez más, solo ha sido la confirmación ¡Pero qué confirmación! Una losa. Me he enfadado. Creo, normal. No lo veo descabellado en esta situación, no sé, son muchos años. Pero bueno, hay que seguir adelante, ¿no? Hay que seguir. Es normal. Nunca se está preparado, de todas maneras, pero hay que hacerlo. Seguir adelante. Suena bien. Al final lo que todos queremos es que vaya bien, por ambas partes. Aunque cueste admitirlo, aunque duela reconocerlo. Aunque no debería, pero bueno. Vuelvo a pensar en esa rueda, en ese círculo. En volver a empezar. En volver al juego, al mercado, a estar disponible; elegid el término que más os guste. En volver a empezar, en todos los malditos aspectos. ¿Tengo ganas? Tengo ganas. En realidad no lo sé. A ratos sí y a ratos no. A ratos me encantaría. A ratos ni de coña. A ratos ni de coña nada, ni la vida, pero bueno. Como siempre, dirán algunos ¡Pues no! Pero en realidad, sí. Como siempre. Para qué cambiar. Por qué no disfrutar de nuestras pequeñas depresiones. Me sirven para escribir algo. Algo muy raro, sí. Todo tiene un principio, un desarrollo, un c'est fini. Es energy. Os juro por Dios que ha sonado esa canción en el momento que escribía eso y no sabía cómo continuar. Joder, Lone las clava siempre el cabrón.

“Miramos al futuro con los ojos llenos, porque el tiempo siempre ha sido el mejor juez del juego.
Échame veneno de más cuando eche más de menos, cuando me falten los motivos. 
Esta va por todo lo que hemos sido, porque el presente no vale de ná si no tienes pasado. 
Yo lo tengo en las manos todo flotando todo tan lindo todo tan fugaz, coño, por eso vivo brindando.
Por eso en cuanto veo cara larga chindo, porque mi rumbo está muy lejos de su mundo. 
No quiero el mando puta, ando dabuti en el limbo, estoy bebiendo en martes pa amortiguar el bajón del domingo.”
Life goes on, Payback

Julio, 2019.

lunes, 12 de agosto de 2019

Escribir y no pensar. Escribir para no llorar (¡A qué venís putas, a qué venís!)


¿Cómo pasa uno página después de nueve años de relación? Que sí, que no me arrepiento, que no es una queja... Es solo una pregunta, seguramente, con una triste respuesta condicionada por una serie de acontecimientos ajenos a ese momento. Así es la vida, siempre hay algo peor esperando a la vuelta de la esquina. Si una ruptura así es dolorosa, diez días después hay peores noticias ¿Y por qué entonces no hago más que darle vueltas? ¿Es nostalgia, tristeza? ¿O es, simplemente, evasión de problemas más graves? ¿Está mi cabeza preparada para estos golpes? ¿Y mi corazón? Ya no sé si soy fuerte o insensible. Ya no sé ni llorar... O me pongo a llorar a destiempo. Pero no por una relación, que supongo que también. Voy a hacer una pregunta que he hecho alrededor de cien millones de veces: ¿por qué cojones es todo tan difícil? Sé que he sido el primero en responder a esa pregunta con: todo es lo difícil que lo quieras ver, o, nada es tan difícil en comparación con otras cosas. Reniego de mí mismo. Todo en parte es culpa de uno mismo (el eterno si quieres cambiar algo, cambia tú o si no cambio yo cómo va a cambiar la mierda a mi alrededor), pero joder, desde 2013 que no tenemos más que palos en esta familia. Hay que ser fuerte sí... Pero ¿y si ya no puedo? ¿Y si no me quedan fuerzas? Ya, ya, que tengo muchos familiares y amigos en los que apoyarme y una persona que me dice que ‘Cuando uno piensa que llega siempre queda un poco más...’; pero... Pero no sé apoyarme, no sé pedir ayuda. Eso lo quiero cambiar. Quiero llamar más a mi familia (porque las distancias me hacen difíciles las visitas), apoyarme más en mis amigos, no perder la oportunidad de quedar con ellos. Y ahora lo que quiero es llorar... es mi llanto lo que estoy escribiendo. Siempre ha sido la evasión más cómoda y fácil que he encontrado: escribir. ¿Y por qué llevo tanto tiempo sin hacerlo? Creía que solo me inspiraba el dolor, la rabia y la negatividad. Durante mucho tiempo fue así ¿ahora es la tristeza? '¿No puedes escribir en paz? Muñeca, nadie que escriba algo que merezca la pena puede escribir en paz.' Espero retomar las largas jornadas de música, droga y escritura. Ahora mismo no quiero otra cosa. Y a mi perra. Echo mucho de menos a esa preciosidad blanca de cincuenta kilos. Otra vez quiero llorar... Qué difícil es ser fuerte, copón.
La suerte es volver a empezar (otra vez) la no suerte es el peso de todas las malas decisiones de estos años... Demasiados años. No es lo mismo empezar de nuevo a los veintipocos que a los treintaymuchos. En muchos aspectos. Los aspectos positivos: se supone que ya sabes lo que quieres. Se supone que eres más maduro, tienes las cosas claras. Yo hace tiempo que creía saber lo que quería: una vida tranquila. Tampoco he sido de pedir mucho... Aunque por pedir, una cantidad ingente de dinero. Eso siempre. 'El dinero no da la felicidad' pero te da tiempo para buscarla. Realmente, lo que he querido siempre es una vida tranquila, una vida como las de mis padres: trabajo, niños, vacaciones... Yo añadiría perros. Poco más. Pero está difícil... O lo he hecho difícil. Yo pongo la presión, tú la tensión del primer paso. No me jode la vida, me la jodo yo en todo caso. Malas decisiones, al fin y al cabo. Una detrás de otra. Leed esa frase muy despacio y marcando las palabras, hacedme ese favor. Una-detrás-de-otra. Así es mi vida. Gracias a mis padres y a mi hermano que siempre han estado ahí y, en gran parte, han sujetado mi deriva. Algún día juntaré todas y os podréis hinchar a reír o a llorar. Ando en ello, no creáis. Ando en muchas cosas. La última, pedir perdón. Está quedando más o menos bien, pero joder, debe ser lo más difícil que he escrito nunca. También en un compendio de mensajes positivos comentados... ¡Positivos! ¡Yo! Pues empecé igual hace diez años... Ahí sigue. No sé si lo lograré acabar. Y este dolor de cabeza no ayuda a nada.
Ya he comido (aunque mi padre diría que un bocadillo no es comer), me he drogado legalmente con un ibuprofeno y... y me apetece publicar. En serio. Ya sabéis cómo soy. Lo he leído tres veces y he modificado cosas (y las que quedan) y las dos primeras he pensado que solo falta la típica frase, trozo de canción, etc., que suelo poner al final. La tercera estoy añadiendo esto. Y si no encuentro una frase pronto esto se va a eternizar... o nunca verá la luz. 

‘Pero de repente, después de todo este tiempo, siento que tengo algo que decir y que si no lo escribo rápidamente, mi cabeza estallará.’
El país de las últimas cosas, Paul Auster

martes, 24 de febrero de 2015

Autocensura y sufrimiento (Antología de la egolatría, parte cinco)


Me ha pasado algo extraño. Siempre he intentado decir la verdad. A veces es difícil. Lo que nunca me había pasado es tener que mentir por obligación… por necesidad… por no tener que dar explicaciones. Resulta que todo es mucho más fácil con un “si” o un “no”… nadie quiere oír hablar de los “pero” o de los “aunque”. Resulta que las palabritas se las lleva el viento. Lo que antes era cuestión de vida o muerte, pasa a ser un mero acontecimiento sin importancia. He querido hacerlo bien, lo prometo. Y no lo he conseguido. Intentando hacerlo lo mejor posible, lo he hecho todo lo peor que he podido. Y me siento extraño. Ya no sé si dar explicaciones es lo correcto. Si me tengo que quedar con un “si” y omitir los “peros”. Todo son matices. Hay pocas cosas que necesiten un rotundo “si” o “no”. Existen motivaciones, agentes externos, internos, dudas, miedos; que son parte del “si” o del “no”. No puedes resumir con un monosílabo un año. Es imposible. O yo, por lo menos, no puedo. No es tan fácil como el blanco y el negro… el gris resulta que tiene matices. A mi siempre me han gustado los matices… le dan dimensión a los colores básicos. Nada es tan fácil como decir “viva la muerte”; pero habría que definir dos conceptos: vida y muerte. Ya sé que parece que todos sabemos que es la vida o la muerte; estoy casi convencido de que todos daríamos una definición parecida. Pero luego resulta que hay gente muerta en vida, gente que ha querido morir, gente que se ha sentido morir. Ya empiezan a no estar claros los conceptos vida y muerte… bueno, en realidad siguen claros, pero adquieren matices. Quiero decir con todo esto que los matices le dan puntualización a cosas que son genéricas. Que si sólo nos quedamos con el “si” estaremos obviando información, estaremos sesgando opiniones, estaremos juzgando. Yo me he juzgado. Y soy culpable. Lo tengo claro. Se me pueden acusar de muchas cosas… y ninguna buena. Y podría dar millones de matices… pero no serviría de nada. Me quedo con un monosílabo: “no”. Yo me he castigado. Juez y verdugo. Ejecutor de una auto condena: pena de muerte.

"Sé que esperabas que te diera calma y vida larga... suelo cansarme demasiado pronto de ser bueno.
No encuentro calma en esa calma que anhelabas..." 
No es verdad, El Último Ke Zierre

martes, 17 de febrero de 2015

Life is the bitch and death is her sister (Antología de la egolatría, parte cuatro)


La soledad ha pasado a ser un estado de ánimo. Un sentimiento más. El sentimiento de abandono. El de desarraigo. El de no pertenecer a nada. El de estar al margen de todo. El de sentirse solo rodeado de gente. De gente que te quiere. Todo eso ya pasó… creo.  A veces lo pasas tan mal que crees que no puede haber nada peor. Que has tocado fondo… Si has tocao fondo, sabes lo que digo... Luego ya solo queda estar bien. Ya sólo puedes ir a mejor. Mal que no mejora, empeora; que dice mi padre. Cuando desaparece la soledad empiezas a ver gente. Gente que sentías lejana, de repente, te es cercana. Gente a la que tenías cerca, se alejan. Descubres nuevas gentes. Gente que siempre ha estado ahí. Gente que no se ha ido, aunque tú hayas desaparecido. A veces son dos o tres. Pero, realmente, con uno vale. Toca empezar a dar, después de tanto recibir. Toca equilibrar la balanza. Toca devolverle la equidad al universo.
Ahora solo fluir. Solo vivir. Solo gozar. Una vez más, me he de desdecir: la vida es fácil. Y eso también es un estado de ánimo. La vida es la vida. Llega, pasa, se va. Hay que saber unirse a su paso. Hay que saber vivirla. Yo, sin demasiadas complicaciones. Lo realmente importante es lo que la complica… y en mi caso, ni mi familia ni mis amigos me la complican. Así que sólo me queda disfrutar, solo y en compañía; pues da igual si estamos solos o acompañados si nuestro estado de ánimo es negativo, deprimente o agresivo. Acabaremos amargando a los que nos rodean… o preocupándoles. Acabaremos en la soledad, en la oscuridad. Y eso no interesa. Hay que saber ver la luz que nos aportan los que siempre han estado ahí, hay que saber recogerla, recibir su calor. Es una luz que yo recojo... Y, por supuesto, devolverla aumentada. Repartir calor.
Nos consumimos como un cigarro fumado, por un empedernido fumador de tabaco y con el viento de lado. Nos empeñamos en pasar las etapas lo más rápido posible. Sin pararnos a disfrutar, a ver la vida pasar. Queremos la eternidad al segundo día. Moriremos todos. Unos antes y otros después. No merece la pena huir del pasado, ni vivir en él. Pero tampoco la merece anhelar el futuro y vivir una posibilidad. Miramos atrás y adelante desde la perspectiva del ahora. Lo que fue, fue por algo. Y lo que será no lo sabemos. Queremos pasar las pantallas de los demás. Queremos lo que otros tienen. Somos lo que dicen de nosotros. Nos olvidamos de lo más importante: uno mismo. Tenemos que vivir nuestra propia vida, y asumir las consecuencias de nuestras decisiones. Me he hecho daño. He hecho daño. Me han hecho daño. Y duele. Y lo que duele, duele sin amos... Y me he castigado. Y he aprendido de las terribles consecuencias. Y a lo mejor me auto destruyo por eso. Y a lo mejor por eso no quiero volver a hacer daño nunca más. A lo mejor solo quiero huir. A lo mejor solo quiero morir.

"A este pozo de tristeza, no sé quien me arrojó.
Si te preguntan por mi, dile siempre que no estoy"
Dile siempre que no estoy, Los Suaves
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