jueves, 28 de abril de 2011

Confrontación

La diferencia entre un valiente y un cobarde, es que un cobarde se lo piensa dos veces antes de saltar a la jaula con un león. El valiente simplemente no sabe lo que es un león. Sólo cree que lo sabe. Charles Bukowski

Cuando llegó con el cadáver de Brune, todo estaba en silencio; demasiado silencio. El doctor no estaba con la máquina. Estará fumando. Sentó a Brune en ella. Lo preparó todo. El doctor seguía sin aparecer. Desenfundó la nueve milímetros. No contaba con que fuera armado. Habrá que cambiar la estrategia… espero tener fuerzas suficientes… el trance me ha dejado hundido… con el golpe de un palo lo desarmo, aunque delato mi posición. Ha salido de la nada, ¿quién es? Siento una gran fuerza… ¿hermano? Me has hecho daño y ahora lo pagarás. He perdido la pistola pero… me giro, me muevo, me escondo, ataco. Esquivo. Es rápido. Se oculta entre las sombras… como yo… siente mi respiración… como yo la suya… casi oigo sus pensamientos… No sé cómo has llegado hasta aquí, pero no me detendrás. Podemos estar luchando todo el día… pero sólo yo conseguiré mi propósito. Sólo yo poseo la verdad. Le lanzo una caja… esto está lleno de proyectiles. Esquivo. No puedo luchar en la penumbra… y esa caja ha levantado una cantidad de polvo que me impide respirar con normalidad… estoy cansado… es demasiado fuerte. La ira le domina ¿Es posible que su causa sea superior? ¿Es posible que le de fuerza? No sé cuánto podré aguantar… ¿Por qué me atacas, hermano? No comprendes la magnitud de nuestros actos. No comprendes la necesidad de redención. No podemos cambiar el pasado, pero si el futuro. Nuevo reparto de golpes. El terreno juega a mi favor. Parece confundido, despistado… la jugada de la caja ha dado el resultado esperado… aprovecharé mi ventaja… ya te tengo. Me supera. Ataca. Viene con todo… debo hacer… algo… esquivo… Le he dado, estoy seguro… Me ha dado… duele. Debo contraatacar… último ataque… bingo… el golpe le ha hecho tambalearse. Es el momento de huir o morir. Desapareció en una nube de polvo.

Encontró al doctor atado y amordazado en un rincón. Después de liberarlo encendieron la máquina. Ver sentado y convulsionando el cadáver de Brune fue entre triste y tétrico, pero mereció la pena. Actos deleznables en pos de un fin liberador, de la redención… profanar su cadáver para hacer el bien. Consiguió la información, supo cuál sería su siguiente paso.

Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad. Bertolt Brecht.

martes, 26 de abril de 2011

Némesis

Fiat iustitia et pirias mundus *

- Todo está conectado.
- ¿Cómo? ¿El qué? ¿Qué dices?
- Sí. Brune, marino, mi ascenso y mi caída.
- No te equivoques. El destino es insondable.
- ¿El destino? Tú te equivocas. Todo esto no tiene nada que ver con el destino. Esto es obra de hombres, de corporaciones, de intereses…
- No. Me niego a creer que hay hombres capaces de cometer semejantes atrocidades por dinero o poder. Me niego a creer que asesinaran a Brune.
- ¿Por qué si no? Todo tiene sentido. Nos han utilizado. Nos han guiado sutilmente hasta conseguir que hiciéramos su trabajo sucio. Brune me lo dijo… le borraron la memoria, la asesinaron. Me vengaré.
- No digas tonterías. Te estás obcecando. Brune estaba enferma, deliraba, no sabía lo que decía. No te obsesiones.
- ¡No es obsesión! Brune sabía algo… debo descubrir el qué. Si lo consigo, destruiré a marino. Esa será mi meta en la vida.
- No dediques tu vida a la venganza. Nunca sacarás nada positivo. La venganza te destruirá. No lo permitiré.
- ¿No lo permitirás? ¿Qué vas a hacer para detenerme? ¿Me vas a matar?
- Eres injusto. Sabes que me preocupo por ti, sabes qué es lo mejor para ti… y la venganza no lo es. La venganza nunca es una salida. No lo hagas… por favor.
- Siento que tengo que hacerlo, que es el único motivo por el que sigo vivo. O estás conmigo, o estás contra mi.
- Llámame Némesis.
- Así sea.

Y desapareció. Los siguientes meses fueron meses de perseguir sombras. De llegar siempre unas horas o unos minutos tarde. De estar a punto de descubrir algo, de encontrar una pista que le llevara a algún lado. Casi tenía un nombre. Casi llegaba a una dirección. Pero siempre casi. Siempre pasaba algo. Siempre llegaba tarde.Perseguirle le ocupaba demasiado tiempo. Tenía que adelantarse a sus pasos. Ir detrás de él no le llevaba a ningún lado. Volver a casa. Estudiar a su hermano. Sentir su dolor, su odio, su ira. Solo así conseguiría pararlo. Volver a casa y volver a utilizar la hierba. Sería duro. Sería difícil… sería la solución.
Necesitaba el recuerdo de un muerto. Necesitaba saber algo que no sabía nadie. Había oído decir que, en la ciudad, cualquier cosa es posible. Iba a poner límites a “cualquier cosa”. Llegó con mucho dinero y una nueve milímetros en el cinturón. Haciendo preguntas y rompiendo huesos consiguió un par de nombres. Un par de locos dispuestos a creerse dios. El primero que visitó debía llevar varios días muerto, atrapado en una máquina, siendo su propio conejillo de indias. Procuró no entretenerse demasiado, no hacen falta más problemas. El segundo, era un viejo que llevaba años encerrado en una residencia católica, tratado como un loco. Cuando le visitó, ni siquiera se extrañó de que le visitara un familiar inexistente… sabía perfectamente que ningún familiar, real o no, iría a verlo. Resultó no estar loco, más bien todo lo contrario. Resultó ser un brillante científico, perfectamente cuerdo, racional y sensacionalmente genial. Le habló de una máquina que le daría lo que andaba buscando. Le dijo que estaba en el laboratorio de un antiguo compañero. Le facilitó los datos. Llevaba varios días muerto, no hacía falta ir a verlo. Sé utilizar la máquina… ayudé a construirla. Sacarlo de la residencia tampoco fue difícil. Ni tampoco llegar hasta la máquina con el cadáver de Brune. Lo difícil, vino después.
Después de un trance que casi acaba con su vida, lo tuvo claro. El cadáver de Brune aparecía sentado en una extraña máquina, con los ojos muy abiertos. Ese sería el principio del fin. Encontrar la casa antes que Pósito, imposible. Fue más fácil seguirle. El factor sorpresa estaba a su favor.

Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos. Jorge Luis Borges.




* "Haz justicia aunque para ello se destruya el mundo", frase sacada del cómic, de la saga Constantine.

miércoles, 13 de abril de 2011

Mata a mis demonios y mis ángeles morirán también (El final del cuento de hadas)

Érase una vez que se era, en un lejano castillo, al fondo de un cañón. Nadie sabía cuánto tiempo llevaba allí… ni los más viejos del lugar. Pero vivían tranquilos, sin agobios. Con total normalidad. Lo que se viene haciendo en un castillo, vamos. Unos reyes, una corte, unos soldados, unos campesinos… lo normal.
Una patrulla de soldados de la puerta este, en su ronda nocturna, oyeron un ruido. Un golpe sordo, algo que se cae. Avanzaron con cautela hasta el lugar del que procedía el ruido. Con más miedo que vergüenza fueron apartando helechos y sorteando rocas. Hasta que se oyó una carcajada. El resto de soldados corrieron hacia su compañero.
¿Se puede saber de qué te ríes? Le preguntaron contrariados.
Alguien ha tirado un capazo de niño por el acantilado… nada más. Dijo entre risas. Pero… Buuuaahhhh!!! ¡El desesperado llanto de un bebé! Todos los soldados dieron un salto, asustados. Corrieron hacia el cesto y, efectivamente, había un bebé. Un bebé negro… sin sexo. Todos los soldados se miraron, dudando qué hacer. Las miradas terminaron en el oficial de guardia. Tragó saliva. Examinó el cesto y al bebé una vez más. Creo que este asunto merece la atención de nuestro rey. Dijo finalmente. Lo llevaron a dependencias donde una mujer del servicio lo lavó, alimentó y durmió. A la mañana siguiente se entrevistaría con el rey.
El rey era un rey normal. Con corona, con cetro, con capa, con corte, con reina. Tenía todo lo que un rey debía tener… excepto un heredero. El único hijo que habían tenido murió al poco de nacer, tras un parto doloroso que dejó a la reina maltrecha física y emocionalmente. Jamás pudo volver a concebir. El rey lo había aceptado. Intentaba ser feliz a pesar de todo. Lo conseguía la mayoría de las veces. Pero no podía evitar pensar en un vástago. A la reina le pasaba al contrario. Muy pocas veces pensaba en un nuevo parto. Lo hablaban y lo comentaban y, a veces, discutían. Pero se querían demasiado. Se querían todo.
Aquella mañana era una mañana normal para el rey normal. Desayuno normal, trabajo normal. Excepto por una nota de la patrulla nocturna. El oficial de guardia había encontrado un capazo con un bebé dentro. Al parecer cayó por el abismo. Curioso, cuanto menos. Dijo el rey. Que sea la primera orden del día, por favor. Le comunicó a su escriba. Así, el oficial de guardia sería el encargado de presentar el bebé ante el rey. El oficial expuso los hechos. No era difícil. Ruido, capazo, niño, rey.
¿Cómo pudo sobrevivir un niño en un capazo a semejante caída, oficial? Espetó el rey.
Lo desconozco, señor. Peinamos la zona, buscamos huellas, barrimos con perros. No había nada, sólo el capazo. Acertó a decir un oficial tan contrariado como el rey.
El rey solicitó una entrevista con la reina, que se encontraba cosiendo en su habitación.
Eh… señor… perdón, pero creo que debería examinar primero al niño usted. Dijo el oficial, temeroso de una futura sorpresa.
¿Acaso no es un niño normal? Avisad a la reina. Dijo el rey haciendo un gesto con el cetro. Un mayordomo corrió a avisarla.
Señor, no tiene sexo… y es negro. Dijo armado de valor el oficial, temiendo una reprimenda. El rey lo miró, miró el capazo y se acercó con desgana a examinar al bebé. Justo en el momento que hacía acto de presencia la reina.
¿Me has llamado mandar, mi rey? Dijo acercándose a él.
Cariño… quiero que veas esto. Se lo encontró el oficial ayer por la noche en el exterior del castillo. Se apresuró a decir el rey. La cara de la reina era la viva imagen de la sorpresa. No acertaba a decir nada. Movía la boca incapaz de articular palabra. Se acercó al bebé y lo cogió en brazos. Lo aplastó contra su pecho y lloró. El rey la abrazó y todas las mujeres de la corte sollozaron o lloraron a lágrima suelta.
Pasaron los años más felices de sus vidas. El pequeño bebé crecía sin problemas. Se hacía una personita cada vez más grande y hermosa. Durante mucho tiempo pensaron un nombre. Y un día, se dieron cuenta de que la palabra Boj, le hacía reír. Ya tenía un nombre. Y siguió creciendo. Tenía un carácter arisco. Posesivo. Cosas de niños, decían unos. Es hijo único, es normal, otros. Pero no era tan normal. Sus padres le mimaban, le cuidaban, le enseñaban, le educaban, le alimentaban… pero nada era suficiente. Siempre necesitaba más. A medida que iban pasando los años, exigía más atenciones, más alimento, más cuidados, más todo. Iba absorbiendo recursos a su alrededor, hasta que pronto el castillo se le quedó pequeño. Veía a los reyes envejecer más y más cada día. Les estaba absorbiendo la energía. De todo lo que le rodeaba. De todo lo que tocaba. Nada le llenaba. Siempre necesitaba más. Siempre faltaba algo. Y decidió salir a buscarlo, fuera del castillo. Con gran dolor y pesar se lo dijo a sus padres. Todos en la corte lloraron. Después de mucho hablar, decidieron que era lo mejor. Así, recogió enseres indispensables y partió, para no volver.
Lo más duro fue pasar el puente levadizo. No quiso mirar atrás. Sabía que sus padres estarían mirando, llorando, sufriendo. Sólo hacia delante. Sólo avanzar. Y así hizo. Caminar. Paraba en un riachuelo a echar un trago. Cogía algún fruto de un árbol conocido. Disfrutaba del paisaje, del camino. La primera noche también fue muy dura. Dormir al raso, sin nadie más a tu alrededor. Muy difícil. De puro cansancio consiguió dormir algunas horas. Luego, otra jornada de camino. En ningún momento se planteó parar, girar, volver. Única y exclusivamente hacia delante. Tras muchas jornadas de viaje, un mediodía, en un amplio camino, rodeado de hermosos árboles, con el ruido de un río de fondo; vio una figura. Al principio borrosa, lejana. Luego cada vez más nítida. No hacía excesivo calor para ser un espejismo. Se acercaba decidida, segura. Igual que yo, pensó. A medida que se acercaban iban aminorando el paso. Cautelosos. Llevaban mucho tiempo sin ver a nadie. Viste prácticamente igual que yo. Pensó. Tiene mi misma estatura. Pensó la misteriosa visión.
¿Hola? Acertó a escuchar de entre sus pensamientos. No creo que los espejismos hablen. Pensó.
Hola… buen día. Estaban lo suficientemente cerca como para hablar sin gritar… y como para verse. Tenía un cuerpo normal. Un pelo normal, como el suyo. Un rostro normal, como el suyo. Se miraron a los ojos. Silencio. Pausa. Brisa. Susurra uno, susurra otro… no puede ser>. El tiempo ya no pasaba, o sí, que más daba; a lo mejor se perdió en sus ojos y lo estaban buscando. Sin saber cómo, se dieron las manos, sonrieron. Hay quien dice que brillaban más que el propio sol y que, avergonzado, se escondió tras la luna, oscureciéndolo todo menos sus ojos. >No quiero pasar un segundo de mi vida sin ti. Dijeron al unísono. Y se besaron. Y fue tan bonito que el sol volvió a salir para sonrojarse disfrutando de tanto amor.
Los dos tenían vidas paralelas, les había pasado exactamente lo mismo, eran exactamente iguales, habían caminado lo mismo para llegar hasta ese preciso punto. Allí, a la orilla del camino, oculta entre los árboles, hicieron su casa, su hogar.
Volvieron a ver a sus padres, crearon una familia normal, con una vida normal… para siempre fueron felices.

FIN


"Somos lo que nuestros miedos, nuestros demonios interiores hacen de nosotros. Para seguir el camino que nos depara el destino, tenemos que vencer a esos demonios, sean familiares o desconocidos." Héroes.

sábado, 2 de abril de 2011

El tiempo es juez, en este juego de ajedrez sólo se vive una vez, pero se mueren demasiadas

Todo iba bien. O eso me empeñaba en creer. Siempre había algo que no… que no acababa. Lo veo ahora con la perspectiva que da el tiempo. Estuve bien. Estuve muy bien. He disfrutado de casi cuatro años de ella, de mi, de todo. Me molesta sobremanera que me digan que no la he querido. Que me lo diga ella me revienta. No puedes estar cuatro años con alguien sin quererla. Hace poco me dijo que la veía como una amiga… es posible. A lo mejor se acabó la pasión… a lo mejor nunca la hubo. El caso es que pasaron cosas. Cosas que dudé en contar. Y que al final, conté. Fue peor el remedio que la enfermedad. De habérmelo guardado para mi y haber sufrido… a compartirlo, sufrir y guardarme muchas más cosas. Ya no era lo mismo, aunque me empeñaba en convencerme de que si, de que todo iba bien. A lo mejor me engañaba… o eso pienso ahora. Pienso que me esforcé demasiado, cuando yo quería fluir. Pienso en sus palabras… y acabo por darle la razón. Desde luego me censuraba y me obligaba a estar bien. Y eso el cuerpo lo nota. Las lágrimas no tienen horario, ¿a que venís putas? ¿A que venís? Y perder tres kilos en quince días tampoco debe ser nada bueno. Así que, no sin mucho dolor, decidí un jueves. Discusión. Llantos. Fuga. Odio. Ejecuté un viernes. Mal. Se podía hacer mejor, sí. No sé hacerlo bien. A lo mejor fue huir. Quién sabe.
Luego… mucho hablar. Muchas explicaciones que me saltaban las lágrimas. Muchas veces… Aislao de la gente por miedo a echarse a llorar de repente otra vez. Toda la semana, ya sabes no tienen horario. Y poco a poco. El Padre Tiempo nos guía, nos calma, nos cura. Es duro. He sufrido… aunque siga habiendo gente que diga que no… no me importa. Ahora mismo, sólo me importo yo. Creo que quieren que me arrepienta… y yo siento que no puedo arrepentirme de algo que ya he hecho. Que no quiero arrepentirme de nada. Que el tiempo lo cura todo, que quita una pena otra pena y un dolor otro dolor.
Y, de repente, volví a nacer. Me invadió una sensación de tranquilidad. De paz. De sosiego. De calma. Me devolvió la vida. Y ya nada más importaba. Y desde ese preciso instante, no he dejado de sonreír. La miro y sonrío. Pienso en ella y sonrío. Me miro al espejo y sonrío. Si sonríe se ilumina la habitación, la ciudad y el universo entero. Si sonríe ya no tengo miedo. Ya todo está bien. Ya sólo necesito perderme en ese desierto azul que son sus ojos. Verla dormir me emociona. Que me hable me apasiona. Que me mire… me sonroja. Que me diga las cosas que me dice… siento mariposas en el estómago… me ruborizo… me encanta. Cada día que ha pasado, he notado como se me hinchaba el pecho de orgullo, de alegría… de paz. Cada minuto he disfrutado de ella. De sus palabras. De sus labios. De su piel. De sus ojos. De su pelo. De ella. Si está conmigo nada más me importa. Terceras personas, cuartas… todo me sobra, me basta con ella. Si me falta, la pienso. La imagino. Me muerdo el labio, aprieto las manos, cierro los ojos, suspiro y sonrío. Nunca me había sentido así. Todo esto es nuevo para mí. Peor que cuando teníamos quince años… yo nunca he debido tener quince años. Que me toque me emociona. Que me sonría me ilumina. Que me de un beso me apasiona. Cada segundo con ella es gloria. Cada segundo sin ella… un viaje a la imaginación… a sus ojos, a su pelo rubio… a su voz. Tengo la extraña sensación de felicidad irracional. Quiero contarle todo. Quiero decirle que le quiero cada segundo. Que me tiene aquí. Que siempre la querré. Que la necesito. Que le ha dado sentido a la vida. Quiero decirle que no se preocupe por nada, que, a su lado, todo está bien, todo es fácil, todo es fluir. Cuando me sonríe se me quita el miedo. Sus ojos me guían sin miedo. Me iluminan la existencia. Poder cogerle la mano. Mirar y que esté. Poder abrazarla. Poder besarla. Poder acariciarla. Que me pida que le haga cosquillas… todo, cualquier cosa, con ella… es increíble. Cada vez que cierro los ojos, veo los suyos. Sigue poniendo mi mundo del revés constantemente. Lo gira, lo agita, lo mueve… y cuando lo deja, todo es paz.
Y luego él. Ya nada es como era. Ya no hay reciprocidad. Ahora soy yo y antes era ella. Un miércoles cualquiera. Me pide tiempo, se lo doy. Si me pide la luna, también se la doy. No puedo negarle nada. Me tiene entregado, rendido. Y sigo aquí. Soñando con ella. Deseando besarla. Esperando. Conteniéndome. Es superior a mi. Pero respiro hondo, cuento hasta diez y pienso en mí… sólo en mí.
He aprendido. He aprendido mucho. Me he dado cuenta de que ahora mismo sólo quiero estar bien. Física y emocionalmente. No quiero obligarme a nada. No quiero censurarme. Quiero fluir. Y lo he conseguido. A días, a ratos, a momentos. Me siento enorme… como norma general. A veces… a veces me entra el miedo. Las dudas. No quiero volver a como estaba antes. No quiero retroceder. La única huída posible es hacia delante. No quiero huir. No estoy huyendo. Estoy mejorando. Estoy avanzando. Me siento bien. Relajado. Tranquilo. Quiero volver a trabajar. A la normalidad. A la tranquilidad. A veces quiero soledad. Libertad. Y a veces necesito compañía. Necesito sus ojos azules. Necesito su olor. No sólo vivo del aire, necesito tu sudor. Necesito que esté bien. Al precio que sea. No puedo verla volver a llorar como lo hacía antes. Somos amigos… algo que dije que podríamos ser… y me equivoqué… ahora volvemos a ser amigos… y me sabe a poco.
El futuro… dios dirá. Ahora solo quiero yo, amigos, música, mal. Mucho mal y mucha música. Siento que los necesito. La música me llena, me inspira, me relaja, me hace pensar. El mal… me evade, me hace pensar. Y los dos juntos… bufff… mucho.
Y ya. Yo y nada más que yo… bueno… siempre exagero… necesito rubia… o cerveza, no sé.
He cometido un error. Me he informado demasiado… aunque haya renegado mil veces del exceso de información. Las redes sociales no ayudan. Me gustaría volver al pasado. Por primera vez, me arrepiento de algo. De algo tan sencillo como juntar una ese con una i… no supe hacerlo a tiempo y ahora puede que haya perdido mi oportunidad. Quiero quedarme con los buenos momentos. Con esa sensación desconocida. Con esa pasión desbocada. Con esa complicidad. Pero ahora mismo… me duele demasiado. Intentaré disimular. Sonreír. Si lo pienso fríamente… no podía ser. Ella es demasiado para mi. Pienso que la he tenido. Que he sido feliz y que, aunque no vuelva a serlo nunca más, he podido sentirlo… y entiendo por qué la gente se engancha… es lo mejor. En realidad… no me hago a la idea de separarme de ella… no lo concibo, no puedo. Para mi lo es todo… es la vida. Pero no es mi decisión, es la suya. Yo ya tuve mi oportunidad… y la dejé escapar. Lo asumo, soy idiota. Ahora mismo no sé qué hacer. Me pierdo mirando el infinito… incapaz de pensar. No quiero pensar en no volver a verla… a hablar… a cogerle la mano. No quiero un adiós. Los odio. Pero tengo la extraña sensación de que nos abocamos a él sin remedio. No quiero. No puedo admitirlo. Nunca admitiré un adiós. La quiero. La necesito. Me muero sin ella. No quiero volver a morir. Quiero purgar mis pecados. Redimirme de mis malas acciones y decisiones. Quiero todo con ella. Y si es imposible…

"no sabemos donde vamos pero estamos,
pasa la vida,
lo que importa es lo que hagamos,
no lo que hicimos,
que lo que duele vuele sin amos,
fue que dijimos,
coño nos anestesiamos,
fumamos de memoria,
contra la monotonía del día a día,
todos los días,
nos escapamos,
de quien si no del tiempo,
de quien si no del llanto,
pero este miedo tiene su encanto...
Pasa la muerte,
por delante y me saluda
pa' que no me quepa ya ninguna duda,
huyo del castigo,
porque se que llevo dentro un enemigo,
y ciego sin vértigo,
mi sueño persigo.
Siente el ataque masivo de las cavernas,
mentales de este divo pasivo la guerra interna,
y los males colaterales hieren a los amigos,
aquí nos sobran los motivos, para seguir unidos
con la maldad de un dios,
con la bondad de un diablo,
y la impresión de solo yo, saber de que coño hablo,
hablo de que por mi parte ya hace años que estoy muerto,
lo descubrí y ¡desde entonces me divierto!
Hierba y vino,
alas blancas por un beso femenino,
¿tu con que levantas tu animo vecino?,
Yo con mis canciones compañeras de fatigas,
necesario es que me sigas,
no hace falta que te diga,
que el 90% de tu madre eres tú,
por si vas a matarte o a dañarte,
chico esos sukis que te dan, si,
son para alarmarte, pero,
no somos nada verdad, y siempre es tarde.”
Pasa la vida, Chulito Camacho (con Violadores Del Verso)
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