jueves, 1 de diciembre de 2005

Sucio hijo de puta. Capítulo primero (y puede que último).

Devon (Sucio hijo de puta) es un personaje de ficción (cualquier parecido con cualquier realidad es mera coincidencia).
Nuestro personaje nace un una pequeña localidad del Estado de Wisconsin, cuyo nombre no nos interesa y hace tantos años como les parezca bien a ustedes, los lectores.
Como es de suponer Devon no es una persona cualquiera, no cuentan la vida por escrito de cualquiera (¿o sí?). Devon es un desactivador de almas. Pero empecemos desde el principio.
Después de una infancia como la de cualquier ser humano de Wisconsin, Devon decidió emigrar a Molokai, lugar paradisíaco. Allí conoció a Huo-Lue, un pigmeo auténtico que había decidido probar fortuna en Molokai. No le iba mal. Era el dueño de una cadena de restaurantes de comida típica de los Pigmeos. Se hicieron amigos con la ayuda del tiempo y la predisposición de ambos. Todo iba sobre ruedas. Su amistad crecía y crecía. Todo parecía funcionar a la perfección.
Un día, al azar; Huo-Lue, desde detrás de una puerta entreabierta, descubrió la cara oculta de Devon. Esa que sólo los desactivados pueden ver. No sabía qué hacer. Su amigo era un desactivador de almas! ¿Qué podía hacer? Pasó el resto del día dándole vueltas a la cabeza.
La hora de la cena había llegado. También habían quedado los dos amigos para cenar acompañados de unas amigas que habían conocido en un Chat. ¿Cómo afrontar aquella situación? Comenzó la cena. Huo-Lue estaba muy tenso, no podía disfrutar de la cena ni de la compañía… ¿compañía? Tenía como compañía a un desactivador de almas!! Cuando las dos acompañantes fueron al servicio, Huo-Lue decidió afrontar la situación. “Eres un desactivador de almas”, le dijo entre susurros. Devon se levantó de un salto y con una sonrisa pícara en la cara exclamó: “¿Cómo puede ser que mi mejor amigo me acuse de ser un desactivador de almas?”. Todo el restaurante se volvió hacia ellos, justo en el momento que regresaban sus comparsas de empolvarse la nariz. Se formó un gran revuelo. Decidieron seguir la discusión en la calle. Las chicas estaban alteradas, confundidas, pero Devon intentó tranquilizarlas: “No os preocupéis, sin duda Huo-Lue miente”. ¿Mentir? No era posible. Nunca mentía. Además del hecho de que lo había presenciado con sus propios ojos.
Expuso cómo indiscretamente había presenciado la verdadera cara de Devon. Inmediatamente después de contar lo que vio, Devon, soltó una sonora carcajada que resonó en todo el aparcamiento. Acto seguido las acompañantes también rieron estrepitosamente. Huo-Lue no se lo podía creer. No le creían las fáciles acompañantes, pero es que el que fuera su amigo estaba negando la evidencia… no lo podía creer. De repente se preguntó quién sería ese ser con el cuerpo de Devon, su cara, su voz… pero no era Devon, no. O por lo menos el Devon que Huo-Lue conocía. Intentaba que entraran en razón, recriminaba a Devon (si es que era ese su verdadero nombre) el ser tan rastrero, que vale que no se lo quisiera a contar a todo el mundo, pero él lo había visto. De repente se dio cuenta. Las lascivas acompañantes ya no tenían alma… las había desactivado. En ese instante calló. El silencio. Todo le daba vueltas en la cabeza… ¿sería él el siguiente? Devon le miró fijamente y le dijo: “Sabes mi secreto, pero no te voy a desactivar el alma, has de sufrir. Te condeno a que nadie te crea en tu vida, que desesperes intentando demostrar la verdad. La verdad que conocerás es la única verdad, pero nadie nunca te creerá. Esa es mi condena”. Desaparecieron en la noche.
Huo-Lue entró en el restaurante para contarlo todo. Fue inútil. Entre las risas y los desprecios de la gente se sentía diminuto, enano, insignificante...
Esta es la historia de por qué los Pigmeos eran un pueblo tan pequeño, de estatura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

o_o Espero que exista un segundo capítulo!!!

Creative Commons License
Esta obra está publicada bajo una licencia Creative Commons.