martes, 10 de febrero de 2015

El que espera, desespera (Antología de la egolatría, parte uno)


Te pasas la vida esperando algo de ella que, a lo mejor, nunca te dará. Me da igual que sea el amor, un trabajo digno, una boda de blanco en una iglesia, tres hijos o la propia felicidad. La gente tiende a obsesionarse con los sueños que quiere cumplir, con eso que le quita el sueño si no logra conseguirlo. Con “el sueño americano”, con el “si te esfuerzas, todo llega”. Casi nunca se dan cuenta de que lo importante es el camino que llega hasta la meta, no la meta en sí. En realidad... los sueños, sueños son y, si los consigues, dejan de serlo para convertirse en realidad. Y la realidad siempre supera a la ficción... en todo. Aquel soñado paraíso rosa, con aguas cristalinas, pájaros cantando, verdes parajes y árboles frutales; puede resultar una ciénaga hedionda llena de cadáveres putrefactos, alimentando cuervos que graznan helando la sangre, rodeada de cactus moribundos y plantas venenosas.  
Hay gente que sabe que quiere casarse desde la infancia, o tener hijos... o una meta en la vida. Ser algo o alguien. Yo no. Si miro atrás... a lo mejor si que tuve sueños pero, como casi siempre, no los conseguí. Tampoco hay que comerse el tarro, si lo has intentado. Siempre he dicho que no espero nada de esta vida. Es cierto. Y en parte es porque es la manera de no decepcionarte. Si no esperas nada, nunca puedes fallar. Pero en realidad es porque, no esperando nada, todo lo que venga es aceptable. Quiero decir, todo lo que venga, ha venido. Lo coges y disfrutas si es bueno, lo superas si es malo, lo asimilas si merece la pena. No quiero decir que no aspire a nada... que es a lo que aspiro. En realidad... aspiro a estar siempre inspirado.

“Yo voy con la esperanza del que todo lo ha perdido y así todo lo que viene es bienvenido.” 
100 Frases, Sharif

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