Estoy
harto de convenciones sociales, de etiquetas, de grandes palabras. Amor,
amistad, felicidad, honor, justicia... patrañas. Nadie es capaz de definir
ninguna. Son conceptos etéreos y relativos. Son conceptos aprendidos...
socialmente aprendidos. Me gustaría ser un cánido, un perro. Viven el minuto.
No les importa lo que haya pasado la semana anterior... o los últimos cuatro
años. Se dedican a vivir, a dar, a vagar. Son seres sociales, viven bajo unas
normas. Pero son instinto, libertad, naturaleza. Viven sin ataduras y, sin
embargo, lo darían todo por su dueño. No tienen un concepto del amor, pero si
de lealtad, de entrega... aunque a veces se le parece.
La
sociedad nos encorseta. Tenemos que(remos) liberarnos de los grilletes de los
convencionalismos. Un sentimiento es inexplicable, si ni siquiera sé expresar
con palabras lo que me hace sentir el mal... o una canción. La misma canción
que a ti no te dice nada... cómo te lo hago entender si es... Bufffff... Por
eso no me gusta dar explicaciones... por eso sólo respondo ante mi... por eso
soy yo mi propio verdugo... porque no me doy explicaciones.
A esta gente seria difícil definirles el
odio, en serio, como definir colores a un ciego. Hay sentimientos que lo son todo. Son el odio, la rabia,
la pasión, la justicia... Que ciegan. Que desmoronan. Que cambian. Que mutan.
Que crecen. Que evolucionan. Que mueren. Que nacen. Nos empeñamos en
etiquetarlos, pero lo cierto es que cada uno lo siente de una manera... a su
manera.
Estoy
harto de juicios de valor. De similitudes y de comparaciones. De creer saberlo
todo con dos tardes de economía. Se necesita toda una vida para comprender
ciertas cosas. Lo mismo que hay cosas que no comprenderemos nunca, por más vidas
que vivamos. Quizás crees que has sentido pena, odio o desesperación... pero a
lo mejor no has visto nada, a lo mejor no se le parece en nada... o a lo mejor
has sentido una décima parte. Siempre hay más. Siempre puede ser más fuerte.
Siempre puede ser peor.
Y luego
está “ese” sentimiento, el innombrable. Un sentimiento que nadie sabe cómo es,
ni cómo te hace sentir… en realidad, todo
el mundo opina. Todo el mundo sabe de qué va. A todo el mundo le ha pasado.
Todo el mundo es capaz de usar la palabra sin pudor, sin miedo a equivocarse,
sin medida. Se empeñan en comparaciones, en explicaciones, en milongas. Si de
verdad te ha pasado, no deberías poder explicarlo. No puedes compararlo con
nada. Nada se le parece. Ni siquiera en la misma persona. Se empeñan en
cuantificar, en medir, en etiquetar, en clasificar. Hay cosas que escapan a la
lógica.
“El cuerpo es una cárcel y los carceleros patrones
aprendidos que tenemos que matar”
Miedo a volar, Mala Rodríguez
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